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Fisionotrazo



El fisionotrazo es un instrumento óptico mecánico operado manualmente e inventado en 1786 por Gilles-Louis Chrétien. Fue utilizado a lo largo del siglo XIX como una máquina de dibujo capaz de trazar los perfiles de objetos y modelos sobre láminas de cobre. El fisionotrazo se basaba en un instrumento anterior denominado pantógrafo, diseñado para aumentar o disminuir con precisión dibujos de planos y diseños.

La moda establecida por la aparición de las silhouette, abrió el paso a la aparición de otro invento llamada fisionotrazo.[1]

La aparición y evolución de la fotografía gracias a diversos y variados inventos predecesores, entre ellos: fisionotrazo, el retrato en miniatura y la silhouette. El fisionotrazo fue creado en 1786 por Gilles-Louis Chrétien, un aparato que combinaba la técnica del grabado y la de la silueta. Basado en el pantógrafo, destacaban características como la posibilidad de repasar en un plano vertical y de incorporar un visor. El invento llegó a tener mucho éxito.[2]​ Chrétien no consideró que el grabado al buril fuera suficiente y eso le condujo a la creación del fisionotrazo, utilizando la técnica del grabado al aguatinta con el aguafuerte y el buril para crear fisionotrazos de una gran belleza.

El fisionotrazo consistía en un sistema de paralelogramos articulados capaces de desplazarse en un plano horizontal. Con ayuda de un estilete seco, el operador seguía los contornos de un dibujo. Un estilete entintado seguía los desplazamientos del primer estilete y reproducía el dibujo a una escala determinada por su posición relativa. Dos puntos principales distinguían al fisionotrazo. Aparte de su valor poco común, se desplazaba por un plano vertical y se hallaba provisto de un visor que, al reemplazar la punta seca, permitía reproducir las líneas de un objeto, ya no a partir de un plano, sino de un espacio. Tras haber situado el modelo, el operador, subido a un taburete detrás del aparato, maniobraba observando a través del visor los rasgos que deseaba reproducir. El fisionotrazo fue el invento que consiguió bajar el precio a los retratos convirtiéndolos en algo asequible a un público muy extenso y variado.

La ventaja sobre el retrato en miniatura era el siguiente: una vez acabado el grabado sobre el metal, se podían reproducir más copias y, todo eso, con un coste mínimo.

La miniaturas, pintadas sobre placas de marfil, exigían a los retratistas crear un retrato de manera muy complicada y compleja. Esta obra era única y si el cliente, una vez satisfecho del resultado, deseaba más retratos, el artista se veía obligado a empezar el proceso de cero tomando como referencia el retrato original. El fisionotrazo, en este caso, permitía adquirir un número moderado de copias a un precio bajo y de una calidad muy buena.

Conocimientos de las técnicas de grabado del siglo XVIII-XIX:

El fisionotrazo se basaba en un instrumento anterior llamado pantógrafo, diseñado para aumentar o disminuir con precisión dibujos de planos y diseños. Este ha sido considerado predecesor manual de la fotografía. Debido a su diseño, este instrumento resultaba apto para la realización de retratos de perfil ofreciendo un rasgo característico a las placas resultantes. El proceso requería seis minutos de pose y cuatro días de trabajo para obtener 12 copias de entre cinco a seis centímetros de diámetro. [3]



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