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Fractura femoral



Una fractura de fémur es la rotura del fémur. Puede ser una fractura por fragilidad, debido a una caída o traumatismo menor, en una persona con osteoporosis que debilita sus huesos. La mayoría de las fracturas femorales en personas con un hueso normal son resultado de traumatismos de alta energía, tales como accidentes de tránsito.

Con mayor frecuencia ocurren como resultado de una caída. Los factores de riesgo incluyen osteoporosis, tomar muchos medicamentos, consumo de alcohol y cáncer metastásico.[1]

El diagnóstico generalmente se realiza mediante radiografías. La resonancia magnética, una tomografía computarizada o una exploración ósea pueden ser ocasionalmente necesarias para hacer el diagnóstico.[2]

El manejo del dolor puede incluir opioides o un bloqueo nervioso. Si la salud de la persona lo permite, la cirugía generalmente se recomienda dentro de dos días. Las opciones para la cirugía pueden incluir un reemplazo total de cadera o estabilizar la fractura con tornillos. Se recomienda el tratamiento para prevenir coágulos sanguíneos después de la cirugía.[3]​ Alrededor del 15% de las mujeres se rompen la cadera en algún momento de la vida; las mujeres se ven afectadas con mayor frecuencia que los hombres. Las fracturas de cadera se vuelven más comunes con la edad. El riesgo de muerte en el año posterior a una fractura es de aproximadamente el 20% en las personas mayores.[4]

Existen muchos subtipos de fracturas de fémur, cada una de las cuales tiene un pronóstico y tratamiento diferentes. Se conocen comúnmente como "fracturas de cadera", aunque en realidad este nombre no es correcto, pues lo más frecuente es que no se afecte la articulación.

Clasificación de Garden

En resumen, todas las clasificaciones se basan en tres hechos verdaderamente importantes:

a. Nivel del rasgo de fractura. b. Oblicuidad del rasgo. c. Mayor o menor grado de impactación de los fragmentos.

El primer aspecto tiene importancia en cuanto al compromiso vascular del cuello y cabeza femoral.

El segundo aspecto, lo tiene en cuanto al grado mayor o menor de estabilidad de un segmento sobre el otro.

El tercer aspecto dice relación con la mayor o menor posibilidad de reducción estable y correcta de los fragmentos de fractura.

De la combinación de estos hechos se deduce el criterio terapéutico, sea ortopédico o quirúrgico: enclavijamiento del cuello o sustitución protésica.

La mayor parte de las fracturas de cadera se producen como resultado de caídas de baja energía en pacientes ancianos. En España, el 30% de los ancianos se caen cada año y el 10% lo hacen de forma repetida.[6]​ Las caídas son poco frecuentes en los adultos jóvenes debido a un mejor equilibrio y fuerza muscular y cuando se producen, por lo general no causa el patrón de lesión que se ve comúnmente en las personas de edad avanzada. Se pensaba anteriormente que el uso de benzodiazepinas aumenta el riesgo de fracturas de cadera, pero los científicos de la Universidad de Harvard demostraron que no hay tal asociación. Una persona normal no se fractura la cadera tras una caída de pie. La fractura de cadera después de una caída leve suele ser producto de una fractura patológica, es decir, causada por algún trastorno subyacente. Las causas más comunes de debilidad en los huesos son los siguientes:

Otro elemento en el riesgo de mantener una fractura de cadera es el riesgo de caída. La prevención de caídas es un área de interés con las preocupaciones en materia de proporcionar un entorno seguro para las personas en situación de riesgo, proporcionándoles ayuda para caminar, problemas de medicación etc. Ciertos protectores acolchados o escudos de plástico que puede ser colocado sobre los trocánteres del fémur de personas en riesgo de la caída o de mantener una fractura por fragilidad. Sin embargo, no son eficaces para reducir el riesgo de una fractura de cadera y el cumplimiento por parte del paciente es deficiente. En un estudio de 135.000 personas de 50 años de edad o mayores, a los que se administraban altas dosis de un medicamento del grupo de los inhibidores de la bomba de protones durante más de un año han resultado ser 2,6 veces más propensos a fracturarse la cadera. Los que tomaban dosis menores de 1 a 4 años fueron de 1,2 a 1,6 veces más propensos a una fractura de cadera.

El tratamiento conservador de las fracturas de cadera tiene pocas indicaciones ya que incluso las fracturas impactadas presentan mayores beneficios con una fijación interna, la decisión del manejo conservador no está basada en el estado de la cadera sino en el estado previo del paciente, aquellas personas con enfermedades graves en estados avanzados que están permanentemente encamados, pueden no obtener mayor beneficio de una cadera funcional.

El tratamiento quirúrgico es el generalmente empleado, la modalidad del mismo dependerá de la porción del hueso afectada por la fractura. En el área del cuello del fémur, por ejemplo, existe un alto riesgo de necrosis avascular de la cabeza femoral, ya que se afecta la circulación sanguínea de la misma.

a. Fracturas de cabeza femoral: estas fracturas se pueden manejar conservadoramente en ciertos casos. Las intervenciones quirúrgicas están indicadas en aquellas fracturas en donde los fragmentos óseos y tejidos blandos están interpuestos en la articulación, realizándose una reducción abierta y fijación interna, se pueden emplear varios tipos de implantes y tornillos para fijación de los fragmentos.

b. Fracturas del cuello femoral. En pacientes jóvenes en los cuales se considera que se encuentra viable la circulación sanguínea de la cabeza del fémur, se considera el manejo con osteosíntesis mediante reducción abierta y fijación interna mediante colocación de tornillos. Sin embargo en pacientes mayores de 75 años y en aquellos en donde exista una alta posibilidad de necrosis avascular de la cabeza femoral, se realiza preferentemente artroplastia con colocación de una prótesis de cadera.

c. Fracturas intertrocantereas: El manejo de elección es la reducción abierta y la fijación interna mediante el empleo de placas y tornillos. En ciertos casos pueden realizarse artroplastias totales o parciales de la cabeza del fémur.

d. Fracturas femorales distales: pueden ser tratadas quirúrgicamente o con tratamiento conservador (no quirúrgico). El tratamiento no quirúrgico, que generalmente se reserva para las lesiones menos graves como las fracturas no desplazadas, en general incluye alguna forma de inmovilización como férulas con bisagras de rodilla para las fracturas más estables e inmovilización con yeso a lo largo de la pierna durante seis a 12 semanas luego de la colocación de la férula. La estabilización es el paso inicial en el tratamiento de las fracturas femorales distales. Hay diversas opciones disponibles que incluyen una tablilla a lo largo de la pierna, yeso, tracción de la piel o esquelética. En pacientes con politraumatismo se puede utilizar un fijador externo hasta que sea posible administrar el tratamiento definitivo. Estas intervenciones actúan mediante la reducción de las molestias y la prevención de cualquier lesión adicional de las partes blandas.

Las intervenciones quirúrgicas definitivas incluyen:

• Colocación de clavos intramedulares con enfoques anterógradoso retrógrados, generalmente fijados con tornillos entrecruzados;

• Reducción abierta y colocación de clavo-placa angulado, tornillo condilar dinámico (TCD) o placa condilar reforzada;

• Reducción indirecta mediante el uso de sistemas de placas de inmovilización, por ejemplo, Less Invasive Stabilization System (LISS);

• Fijación externa con anillos o marcos axiales;

• Reemplazo total de rodilla (reemplazo del fémur distal y de la tibia proximal). Este procedimiento generalmente requiere el uso de una prótesis con bisagras, o un componente de reemplazo femoral de revisión. Rara vez es posible el uso de componentes femorales estándar. [7]

https://web.archive.org/web/20151225181413/http://escuela.med.puc.cl/publ/OrtopediaTraumatologia/Trau_Secc01/Trau_Sec01_37.html



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