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Frente Balcánico (Primera Guerra Mundial)



En el marco de la Primera Guerra Mundial, el frente balcánico hace referencia a una serie de campañas militares desarrolladas en la península balcánica que enfrentaron, por el lado de las Potencias Centrales a Austria Hungría, Alemania, a Bulgaria y a Turquía, contra Serbia, Montenegro, Rusia, Gran Bretaña, Francia, y más tarde Rumania y Grecia, por el lado de los aliados.

Considerando que la causa principal de la Primera Guerra Mundial es la hostilidad entre Austria-Hungría y Serbia, y que ésta se desencadenó luego del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo en junio de 1914, no es de extrañar que algunos de los primeros combates tuvieron lugar entre Serbia y Austria-Hungría.

Si bien Austria Hungría había declarado la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, las hostilidades en el Frente Balcánico comienzan el 12 de agosto cuando las tropas austríacas cruzan el río Drina e invaden Serbia. Los primeros ataques austríacos fueron rechazados por los serbios, sin embargo resultarían finalmente derrotados a fines de 1915 tras la entrada de Alemania y Bulgaria en el frente, obligando al ejército serbio a replegarse en Macedonia.

En el otoño de 1915, los aliados occidentales habían decidido ir en ayuda de los serbios, organizando una expedición franco-británica que se estableció en el puerto griego de Salónica. El plan aliado pretendía auxiliar a los serbios desde el sur, abriendo un frente en Macedonia. Dicho frente se mantuvo relativamente estable a lo largo de la guerra, desde la costa albanesa al río Estrimón en Bulgaria. En 1916 los austríacos envían 45.000 soldados a derrotar definitivamente a Montenegro, los cuales luego de encarnizados combates logran la rendición de la capital montenegrina.

En 1916 los aliados lograron convencer a Rumania de entrar en la guerra contra las Potencias Centrales, pero esta decisión resultó desastrosa para los rumanos. Poco después de la declaración de guerra, una ofensiva combinada de Alemania, Austria Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano conquistó dos tercios del país en una rápida campaña que finalizó en diciembre de 1916. Sin embargo, los ejércitos ruso y rumano consiguieron estabilizar el frente y mantenerlo estable en Moldavia.

En 1917, Grecia entró en la guerra del lado aliado, y en septiembre de 1918 se produjo la gran ofensiva aliada de una fuerza multinacional acantonada en el norte de Grecia, que dio lugar a la capitulación de Bulgaria y a la liberación de Serbia, al mismo tiempo que el Imperio Otomano se rendía también frente a los aliados, que cerrarían el frente con la invasión definitiva a Austria-Hungría no mucho después.

El ejército serbio pudo rechazar con éxito al ejército austro-húngaro en 1914. En 1915, el Imperio Austro-Húngaro colocó soldados adicionales en el frente sur mientras lograba involucrar a Bulgaria uniéndose a las Potencias Centrales.

Tras unos momentos de vacilación al comienzo de la guerra cuando la opinión pública rumana exigió al gobierno entrar en la guerra del lado de la Entente mientras que el rey se decantaba por cumplir su alianza con los Imperios Centrales, el país se mantuvo neutral hasta el verano de 1916, gracias a la postura favorable a no entrar en la contienda del primer ministro Ionel Brătianu y del dirigente del principal partido opositor, Alexandru Marghiloman. Ambos contaban entre sus correligionarios con decididos partidarios de la intervención contra Austria-Hungría, deseosos de anexionarse Transilvania y Bucovina, provincias austrohúngaras con una gran población rumana.

Mientras los Imperios Centrales tentaban al gobierno rumano con Besarabia, territorio bajo control ruso pero de mayoría rumana, la Entente veía con buenos ojos una revisión territorial en Austria-Hungría favorable a Rumanía. Una vez logrado el compromiso de la Entente y ante la posibilidad de una paz negociada que acabase con las posibilidades rumanas de ampliar su territorio, Brătianu entró en la contienda en agosto de 1916.

Mal armado y peor dirigido, el ejército rumano sufrió graves derrotas en el sur a manos de tropas germano-búlgaras dirigidas por el general August von Mackensen. Los refuerzos solicitados a Rusia no fueron concedidos en la cantidad demandada y las tropas enviadas no destacaron por su desempeño. Mientras, la Entente no atacó el sur de Bulgaria con la intensidad que habían exigido los rumanos para evitar un ataque del gobierno de Sofía, mientras el grueso del ejército rumano se dedicaba a tratar de ocupar la deseada Transilvania, prácticamente indefensa.

Tras unos primeros avances en Transilvania, estos se detuvieron por las derrotas a manos de los búlgaros, antes de establecerse un frente de más fácil defensa. Parte de las tropas de Transilvania se desviaron al sur, con resultados funestos: ni se logró detener el avance búlgaro ni se estabilizó el frente transilvano, que comenzó a retroceder una vez que refuerzos alemanes al mando de Erich von Falkenhayn llegaron a la región y comenzaron a hostigar a los ocupantes. Pronto los ejércitos rumanos hubieron de volver a su frontera y poco después Falkenhayn lograba tomar ciertos puertos de los Cárpatos y penetrar en la llanura valaca. En diciembre se evacuaba la capital y la corte y el gobierno se trasladaron a Iaşi, quedando al poco ocupada por los Imperios. Rusia se vio obligada a enviar un millón de hombres para estabilizar el frente en Moldavia, dado el estado lastimoso de los restos del ejército rumano que habían logrado escapar de la derrota.

En 1917, tras la reorganización completa del ejército a manos de una misión militar francesa al mando del general Berthelot, este y las tropas rusas destacadas fueron capaces de desbaratar los intentos de los Imperios de ocupar Moldavia en una serie de batallas. El estallido de la Revolución de febrero en Rusia y la agitación revolucionaria entre las tropas de ese país puso en riesgo nuevamente la situación del frente. Tras la Revolución de Octubre, las tropas rusas se volvieron incontrolables y varios cuerpos de ejército firmaron armisticios con el enemigo. Las negociaciones entre el nuevo gobierno soviético y los Imperios amenazó con dejar a Rumanía rodeada de enemigos. Una vez formada la paz de Brest-Litovsk, el gobierno rumano decidió solicitar el armisticio, con el respaldo de los embajadores de la Entente.

En mayo de 1918 se firmaba la paz con los Imperios Centrales. El nuevo gobierno rumano de Marghiloman trató de lograr concesiones, que se obtuvieron en parte por el interés alemán de mantener la tranquilidad en el país, poder desplazar el grueso de las tropas al frente francés y comenzar rápidamente la explotación de la nación, cosa que pensaban sólo Marghiloman podría lograr. El rey, con el apoyo de Marghiloman, se negó a firmar el tratado de paz, que no entró así en vigor para cuando, retrocediendo en el frente francés en octubre de 1918 y hundido el frente macedonio en septiembre, Rumanía decidió volver a entrar en guerra contra los Imperios ante las claras dificultades de estos, para poder reclamar los cambios territoriales que se le habían prometido antes de participar en la guerra. Un día más tarde Alemania reclamaba el armisticio.

Mientras, Rumanía había logrado ocupar y anexionarse la Besarabia durante los momentos de inestabilidad tras el estallido de la revolución bolchevique en Rusia, a pesar de haberse comprometido a evacuarla en negociaciones con los bolcheviques.

Después de las guerras balcánicas la opinión general de los búlgaros se volvieron en contra de Rusia y de las potencias aliadas, de quienes el gobierno búlgaro se sintió traicionado por no ayudarles en la contienda. Este se alineó en el bloque de las Potencias Centrales, junto a Austria y Alemania, aunque esto les supuso la alianza con el imperio otomano, tradicional enemigo de Bulgaria. Pero Bulgaria ya no tenía ningunas pretensiones en contra de los otomanos, mientras que Grecia, Serbia y Rumanía (aliadas a Francia y Reino Unido) ocupaban tierras ambicionadas por los búlgaros. Bulgaria, aún recuperándose de las guerras balcánicas, permanecieron fuera de la contienda durante el primer año de la guerra, pero cuando Alemania le prometió restaurar las fronteras del Tratado de San Stefano, Bulgaria, que poseía el ejército más grande de los Balcanes, declaró la guerra a Serbia en octubre de 1915. Inmediatamente Gran Bretaña, Francia e Italia hicieron lo propio con Bulgaria.

Aunque Bulgaria, aliada con Alemania, Austria-Hungría y los otomanos, logró algunas victorias contra Serbia y Rumanía, ocupando la mayor parte de Serbia meridional (tomando Skopie en octubre), avanzando en la Macedonia griega y tomando Dobrudja a los rumanos en septiembre de 1916, la guerra pronto se hizo impopular en la mayor parte del país, que sufrieron grandes dificultades económicas. La Revolución rusa de febrero de 1917 tuvo un gran efecto en Bulgaria, extendiendo el sentimiento pacifista y antimonárquico entre las tropas y en las ciudades.

En septiembre de 1918, serbios, británicos, franceses, italianos y griegos se abrieron camino en el frente macedonio, pero fueron parados en Dojran y no tuvieron éxito en ocupar las tierras búlgaras. El zar Fernando I se vio forzado a pedir la paz. Para escapar de los revolucionarios, Fernando abdicó a favor de su hijo, Boris III. Los revolucionario fueron finalmente reprimidos, y el ejército disuelto. Con el Tratado de Neuilly (en noviembre de 1918), Bulgaria perdió su salida al Mar Egeo a favor de las principales potencias aliadas (y transferidas más tarde a Grecia) y casi todo su territorio macedonio al nuevo estado de Yugoslavia, así como Dobrudja a Rumanía.

En 1915, los austríacos lograron el apoyo militar de Alemania y, mediante la diplomacia, la alianza con Bulgaria. Las fuerzas serbias fueron atacadas desde el norte y el sur, viéndose obligadas a retirarse. Se llevó a cabo una retirada hábilmente organizada, y el ejército serbio permaneció operativo, aunque dependiendo de Grecia. El frente se estabilizó finalmente cerca de la frontera griega, gracias a la intervención de fuerzas británicas, francesas e italianas, que habían aterrizado en Salónica. Los generales alemanes no permitieron que las tropas búlgaras avanzaran hacia Salónica, pues aún confiaban en poder convencer a los griegos para que se unieran a las potencias Centrales. Tres años después, en 1918, este error resultó fatal.

En 1918, después de fortalecerse, el ejército aliado formado por tropas francesas, británicas, serbias y griegas y dirigido por el enérgico general francés Louis Franchet d'Espèrey, lanzaron una ofensiva desde Grecia. Sus victorias iniciales convencieron al gobierno búlgaro de pedir la paz (29 de septiembre de 1918).[1]​ Aprovechando la neutralización de Bulgaria, lanzaron una ofensiva las fuerzas francesas y serbias hacia el norte, derrotando a la contraofensiva austro-alemana. Hacia octubre de 1918, ya habían reconquistado Serbia, y se preparaban para invadir Hungría.[1]​ La ofensiva únicamente se detuvo por la rendición húngara en noviembre de 1918.



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