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G. A. Cohen



¿Qué día cumple años G. A. Cohen?

G. A. Cohen cumple los años el 14 de abril.


¿Qué día nació G. A. Cohen?

G. A. Cohen nació el día 14 de abril de 1941.


¿Cuántos años tiene G. A. Cohen?

La edad actual es 83 años. G. A. Cohen cumplió 83 años el 14 de abril de este año.


¿De qué signo es G. A. Cohen?

G. A. Cohen es del signo de Aries.


¿Dónde nació G. A. Cohen?

G. A. Cohen nació en Montreal.


Gerald Allan Cohen, Jerry Cohen (Montreal, 14 de abril de 1941Oxford, 5 de agosto de 2009), filósofo político y profesor de teoría social y política en el All Souls College de la Universidad de Oxford y uno de los máximos representantes del marxismo analítico, escuela que conjuga marxismo, filosofía analítica, y economía, y que pretendía pulir las ideas de Marx de los aspectos ideológicos.[1]

Cohen nació en el seno de una familia judía políticamente implicada en organizaciones comunistas que él mismo frecuentó durante su infancia y juventud (Cohen, 2000). Estudió en la Universidad McGill (Canadá) y en la Universidad de Oxford, donde fue discípulo de Isaiah Berlin y Gilbert Ryle. Tras impartir clase durante veinte años (1963-1984) en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Londres, en 1985 se trasladó a la Universidad de Oxford.

Su ensayo La teoría de la historia de Karl Marx: una defensa se considera la obra fundacional del marxismo analítico a causa de una frase de su prólogo donde Cohen afirma que pretende estudiar las tesis de Marx “con la claridad y el rigor de la filosofía analítica”.[2]​ Más adelante Cohen fue miembro del Grupo de Septiembre (September Group), en el que participaron algunos de los protagonistas de esta corriente del marxismo occidental. Desde finales de los años ochenta del siglo XX, la atención de Cohen se centró en la teoría de la justicia. Propuso argumentos morales en favor del socialismo opuestos tanto a la tradición contractualista como al utilitarismo.

una defensa (1978) Cohen reformula una versión ortodoxa del marxismo empleando herramientas conceptuales típicas de la tradición anglosajona de filosofía de la ciencia y de la teoría social estándar. Aunque existen precedentes de este proyecto –como los trabajos de D.-H. Ruben o, en España, Manuel Sacristán–, la obra de Cohen tuvo un amplio eco en todo el mundo.

La propuesta de Cohen consiste en una defensa del materialismo histórico tal y como se plantea en el “Prólogo” de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política de Karl Marx, es decir, la doctrina que afirma que “la historia es, fundamentalmente, el desarrollo de la capacidad productiva del hombre y que las formas de sociedad surgen y desaparecen en la medida en que permiten y promueven, o impiden y obstaculizan, ese desarrollo” (Cohen, 1984: 65). Según Cohen, el fundamento de esta tesis es “un dato histórico sorprendente: que las sociedades rara vez reemplazan fuerzas productivas superiores por fuerzas productivas inferiores” (Cohen, 1978: 167). Cohen descompone este premisa en tres enunciados:

Según Cohen, la combinación de estas tres tesis permite explicar el desarrollo histórico a gran escala como el resultado de la evolución de las fuerzas productivas –los medios de producción y la fuerza de trabajo– y su influencia sobre las relaciones económicas y sociales. Desde esta perspectiva, la fuerza de trabajo sería más importante que los medios de producción, en la medida en que está constituida tanto por la fortaleza física como por las habilidades técnicas. En último término, la evolución de las fuerzas productivas prácticamente se identificaría con el de la ciencia útil.

Según Cohen, Marx sostiene que las sociedades se ajustan al crecimiento de la capacidad productiva a través de la modificación de las relaciones de producción, que consisten precisamente en el poder económico sobre las fuerzas productivas. Las relaciones de producción se expresarían a través de relaciones de propiedad efectivas y formarían la estructura económica de una sociedad, en contraposición a la superestructura jurídica.

De este modo, según Cohen, las fuerzas productivas no forman parte de la base económica, una característica clave para establecer su primacía explicativa sobre las relaciones de producción. Las fuerzas productivas serían una capacidad “extrasocial” –en el sentido de que los conocimientos tecnocientíficos no serían construcciones sociales–, una fuerza que poseen los miembros de una sociedad y no una relación entre ellos.

Es importante señalar que Cohen en ningún momento se comprometió con la veracidad de la teoría de la historia de Marx. Consideraba que esta era una cuestión empírica cuya dilucidación correspondería a los científicos sociales. Su interés se centró en la demostración de la consistencia de una versión del materialismo histórico que no necesita recurrir a una filosofía de la historia de corte metafísico.

Cohen fue muy criticado por tratar de justificar una teoría de la historia que muchos de los partidarios de Marx consideraban el aspecto más cuestionable de su doctrina junto con la teoría laboral del valor que, en cambio, Cohen rechazó (Cohen, 1981). Además, reavivó el debate entre quienes, siguiendo el Manifiesto comunista, defendían la preeminencia de la lucha de clases como “motor de la historia” y quienes, en cambio, consideraban que la evolución de las fuerzas productivas desempeñaba un papel más importante en la transformación de las sociedades. En particular, Cohen recibió duras críticas de historiadores como Ellen Meiksins Wood, que consideraron su teoría excesivamente determinista y poco fundada empíricamente. Metodológicamente, se consideró que la renuncia explícita de Cohen a la dialéctica –una característica común a todos los marxistas analíticos– constituía una traición a un elemento crucial de la tradición teórica marxista (Sayers, 1989; Mandel, 1989). Por último, la teoría de Cohen y el propio Cohen fueron muy criticado por su apoliticidad. Fueron muchos los que le reprocharon elaborar una doctrina exclusivamente académica sin conexión con las luchas políticas reales (sobre la posición de Cohen sobre la militancia política, véase Imprints, 1996).

Una de las razones por las que la teoría de la historia de Cohen tuvo una repercusión mayor que otros libros de temática y tratamiento similar publicados en la época (Shaw, 1978; Mac Murtry, 1978) fue que incluía una contribución novedosa a un aspecto polémico de la filosofía de las ciencias sociales.

Cohen mantiene que la teoría de la historia marxista afirma una determinada relación explicativa entre tres dimensiones sociales distintas, concretamente que “las relaciones de producción corresponden al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y son a su vez la base sobre la que se alza la superestructura” (Cohen, 1984: 67). En esta explicación está implicada un tipo de explicación peculiar llamada “explicación funcional”.

Una explicación funcional se distingue porque un suceso se explica en términos de su efecto. Por ejemplo, “La danza de la lluvia es ejecutada porque fomenta la cohesión social”. La filosofía de la ciencia ha rechazado tradicionalmente estas explicaciones como un caso de justificación retroactiva metafísica muy similar a la de la teodicea. La característica fundamental sería postular un propósito sin actor proponente o, en términos gramaticales, un predicado sin sujeto (Elster, 1984: 23). La solución de Cohen para rehabilitar las explicaciones funcionales pasa por incrustar las explicaciones funcionales en un modelo de cobertura legal tradicional. El precio que debe pagar es una rebaja en las aspiraciones de las ciencias sociales. En palabras del propio Cohen:

Estas explicaciones, por tanto, se sustentan en la existencia de “hechos disposicionales” que explican la ocurrencia del tipo de suceso mencionado en el antecedente de la hipótesis que explica la disposición. A su vez, las explicaciones funcionales vendrían justificadas por lo que Cohen denomina leyes de consecuencia, que tienen aproximadamente la siguiente forma: (E→F)→E. Jon Elster criticó esta posición por su cercanía a posiciones teleológicas insostenibles y, sobre todo, defendió la necesidad de promover en ciencias sociales la búsqueda de mecanismos explicativos individuales frente a las explicaciones legaliformes (Elster, 1984).

El debate concluyó con un suerte de consenso: tanto Cohen como Elster aceptaron que si bien las leyes de consecuencia eran formalmente válidas, eran una segunda mejor opción respecto a una explicación en términos de mecanismos concretos (Elster, 1987)

History, Labour, and Freedom es una obra de transición en la que Cohen comienza a reconsiderar algunos temas clásicos del materialismo histórico desde el punto de vista de la ética. Así, por ejemplo, analiza el problema de la libertad en una sociedad capitalista, tomando en consideración el estatuto del proletariado, individualmente libre de abandonar la clase trabajadora, pero no colectivamente. En Self-Ownership, Freedom, and Equality Cohen entra de lleno en cuestiones normativas. En particular, trata de elucidar los principios éticos del marxismo asumiendo la paradoja de que la teoría ética anarcoliberal de Nozick se fundamenta en principios cercanos a los socialistas:

Si eres igualitarista, ¿cómo es que eres tan rico? es primeramente una crítica del liberalismo igualitarista típicamente defendido por John Rawls. Cohen considera que incluso si el liberalismo igualitarista defendiera los principios de justicia correctos, limita arbitrariamente el alcance de dichos principios: “Según John Rawls los principios fundamentales de la justicia se aplican a las reglas de la estructura básica de la sociedad y no a las elecciones que la gente hace dentro de esa estructura” (Cohen, 2000: 202). En contra de esta posición, Cohen defiende que en una sociedad justa, los principios de justicia deben desempeñar un papel importante también en la elección personal individual. Se trata de una posición en buena medida contraria a la perspectiva marxista tradicional, mucho más cercana a Rawls en este aspecto. En este sentido, Cohen identifica una matriz normativa, presente tanto en cierto activismo socialista –a menudo negada por los propios socialistas– como en ciertas formas de cristianismo, que se caracteriza por fomentar un intenso compromiso personal a través de un fuerte ethos social. Cohen considera que esta matriz forma parte de cualquier concepción de la justicia digna de tal nombre.



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