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Gabriel de Vallseca



Gabriel Vallseca o Gabriel de Vallseca (Barcelona, antes de 1408 - Palma de Mallorca, después de 1467) fue maestro de cartas de navegar (cartógrafo), brújulas y mercader; era descendiente de judíoconversos. Al menos desde 1433 ya tenía taller en la ciudad de Mallorca, y antes había residido en Barcelona, donde habría nacido poco antes o poco después de los asalto al call de 1391, posiblemente sus ascendientes maternos eran mallorquines y familiares de su esposa.[1][2][3]

Residía en la parroquia de Santa Cruz, la barriada marinera y comercial de la ciudad; se casó con Floreta Miró y tuvo dos hijos, Francisco y Juan, el primero de los cuales fue Penitenciarias por la inquisición y un hijo del segundo se casó con una mujer condenada por el tribunal, ambos por judaizantes, circunstancias que hacen pensar que él mismo lo era. Hizo testamento en la ciudad de Mallorca en 1467.[4]

Se conservan tres obras firmadas por Gabriel Valleseco:[5]

También dos anónimas son atribuidas a su taller:

Desde el punto de vista cartográfico del ámbito geográfico máximo que abarca, contando los anónimos que le son atribuidos, va desde Islandia y Escandinavia, al norte, al Río de Oro y Somalia, al sur, y desde las Azores, al oeste, al Turquestán y la península arábiga, en el este. Salvo las Azores, redescubiertas en 1427 y que Vallseca cartografía por primera vez de manera completa y correctamente ubicadas, las zonas extremas no forman parte del área portulana, sino que son incorporadas con diseños convencionales.

Su diseño litoral y la toponimia son las propias de la cartografía portulana, pero incorporando las novedades provenientes de cualquiera de los talleres mediterráneos:

Desde el punto de vista decorativo, sus cartas decoradas conservan las principales características de la iconografía mallorquina anterior: representación de la rosa de los vientos, miniaturas humanas, animales y vegetales, representación de la cordillera del Atlas en forma de palmera, los Alpes en forma de pie de gallo, Bohemia en forma de herradura, el río Danubio en cadena, el Tajo en forma de cayado, el Mar Rojo de color rojo, leyendas explicativas y uso del catalán en los textos y toponimia.[6]

En definitiva, la originalidad de Vallseca radica en no estar sometido a las rigideces de un taller en concreto, tradicionalmente reacios a modificar el modelo tradicional, y por eso su obra se puede considerar la más actualizada del momento.

Se conserva un documento de reconocimiento de deuda por parte de Gabriel Vallseca, amortizado con cartas portulanas, de gran interés para conocer el funcionamiento de un taller cartográfico medieval. Por él sabemos que el margen de beneficio de la actividad en el siglo XV era más bien bajo y que el tiempo necesario para elaborar una carta de uso náutico (no decorada), era una semana, 24 en seis meses dice el documento, por lo tanto a este ritmo, el taller de Gabriel Vallseca pudo elaborar unas 2.000 cartas a lo largo de su periodo de actividad.

Estos datos nos indican que los talleres cartográficos eran centros artesanos de producción en serie, seguramente el más importante precedente medieval de la producción impresa, más que centros de captación de conocimiento científico como ha querido transmitir la historiografía romántica, y que se dedicaban especialmente a una producción utilitaria. La elaboración de las cartas más lujosas y rentables, que son las que se han conservado, debían ser encargos extraordinarios.[7]

Su obra más famosa es la carta de 1439 que se conserva en el Museo Marítimo de Barcelona. Sus vicisitudes se pueden seguir a lo largo de la historia: En su dorso contiene una nota según la cual la habría comprado Amerigo Vespucci por ochenta ducados de oro a finales del s. XV. Antes de 1785 fue propiedad del Cardenal Antonio Despuig y Dameto, que la adquirió en Florencia y la depositó en Raixa, donde la conservaron sus herederos los condes de Montenegro. En 1836 George Sand la observó, pero hubo un accidente con un tintero que la dejó manchada. A principios del siglo XX el conde de Montenegro se desprendió de la colección del Cardenal Despuig y, pese a las protestas de los círculos culturales, las instituciones insulares no la compraron. Finalmente la carta fue vendida en 1910 al catalán Pere Bosc y Oliver, el cual a su vez la vendió al Institut d'Estudis Catalans en 1917, que la entregó a la Biblioteca de Cataluña, institución que finalmente en 1960 la dejó en depósito en el Museo Marítimo de Barcelona donde se encuentra actualmente expuesta.[8]

En Palma hay una escuela pública y un calle que llevan su nombre. Al sureste de la isla de Mallorca una montaña sumergida lleva su nombre.



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