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George Eastman



George Eastman (Waterville, Nueva York; 12 de julio de 1854Rochester, Nueva York; 14 de marzo de 1932) fue el fundador de la Eastman Kodak Company e inventor del rollo de película, que sustituyó a la placa de cristal, con lo cual consiguió poner la fotografía a disposición de las masas.[1]​ El rollo de película es también un elemento fundamental para el desarrollo del cine.

El 4 de septiembre de 1888 Eastman registró la marca Kodak y recibió una patente para su cámara que usaba el rollo de película. Ese mismo año lanza al mercado la cámara Kodak 100 Vista, que utilizaba carretes de 100 fotos circulares y para cuya campaña de promoción acuñó la frase «Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto».[2]​ Lo más importante es que a partir de este momento ya no se requerían grandes conocimientos en fotografía o en la utilización de productos químicos.[3]

Esta cámara se vendía ya cargada y lista para realizar las fotos. Una vez usada, se devolvía a la casa que extraía el carrete, revelaba las fotos y las devolvía junto a la cámara otra vez cargada. La cámara cargada costaba 25 dólares (unos 1600 dólares de 2015), y el revelado del carrete y un carrete nuevo costaban 10$ (unos 640 dólares de 2015). La novedad se impuso y supuso que el uso de la fotografía se pudo extender a toda la población. Esta cámara marca el momento de la popularización de la fotografía.

En el año 1889 Eastman cambia el carrete de papel por uno de celuloide y unos años más tarde elimina la incomodidad de tener que devolver la cámara entera al comenzar la comercialización de un carrete protegido que permite su colocación y extracción a la luz del día. Es en estos años cuando surge la fotografía de aficionado tal y como la conocemos en la actualidad.[4]

Eastman, de carácter complejo, se hizo multimillonario gracias a sus innovaciones, invirtiendo grandes sumas de dinero en diferentes obras benéficas. Sin embargo, su inestabilidad psíquica le llevó a su suicidio por un arma de fuego en el corazón, tras padecer una enfermedad degenerativa en la médula espinal que le impedía caminar. Dejó una nota en la que ponía:

«A mis amigos: Mi trabajo está hecho, ¿por qué esperar?» (en inglés: «To my friends: My work is done. Why wait?»)

Hubo cierta controversia sobre el estado de su salud mental al momento de morir. Había donado 150.000 $ a la Cornell University poco antes de morir y la universidad llevó el caso ante la corte pues el certificado de defunción indicaba locura transitoria. A. K. Chapman y Marion Folson dieron su testimonio en contra de tal situación, y la donación quedó validada. Quien completó el certificado de defunción luego admitió que incluía tal nota en todos los casos de suicidio, para que el cadáver pudiese ser enterrado en tierra sagrada, en caso de haberse tratado de un católico.[5]



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