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Golpe blando



Se denomina golpe de Estado blando, golpe suave, golpe encubierto o golpe no tradicional al uso de un conjunto de técnicas no frontales y principalmente no violentas de carácter conspirativo, con el fin de desestabilizar a un gobierno y causar su caída, sin que parezca que ha sido consecuencia de la acción de otro poder. La expresión ha sido atribuida al politólogo estadounidense Gene Sharp[1]​ quien, según Thierry Meyssan, «recibió el encargo de la CIA para conducir la aplicación práctica de su investigación teórica en China», en 1989,[2]​ y trabajó para Israel para «crear programas de entrenamiento para jóvenes activistas con el objetivo de organizar golpes».[3]​ En algunas ocasiones, el golpe de Estado blando se relaciona con el llamado lawfare (guerra jurídica o guerra judicial), cuando la desestabilización o derrocamiento del gobierno se realiza mediante mecanismos aparentemente legales.[4][5][6]

Carlos Ciappina señala que el golpe de Estado blando se utiliza como alternativa al golpe de Estado militar,[7]​ muy utilizado hasta la década de 1990, pero sustituido por otras técnicas desde esa década debido a que «ha perdido prestigio».[7]

De acuerdo con Sharp, la estrategia del «golpe suave» puede ejecutarse a través de cinco etapas jerarquizadas o realizadas de manera simultánea. Entre ellas, «el cabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento, promoción de factores de malestar (desabastecimiento, criminalidad, manipulación del dólar, lockout patronal y otros, denuncias de corrupción a través de medios, promoción de las mismas sin sustento real)».[8]​ Su principal característica radica en la apariencia de legalidad que, a partir del apoyo de sectores judiciales, mediáticos y de los servicios de inteligencia, busca convencer a una porción de la sociedad civil y la sociedad internacional de que el gobierno surgido de dicho golpe es legítimo. La operación resulta realizada cuando gobiernos extranjeros alineados al gobierno surgido del golpe apoyan la toma del poder político. A diferencia de los golpes militares clásicos, cuyos procesos de enjuiciamiento han detectado las responsabilidades de diversos sectores implicados en los mismos (eclesiásticos, civiles, mediáticos, empresariales, etcétera), la caracterización de golpe blando alude a la estrategia mediante la cual se lleva adelante la destitución de un presidente elegido por el voto popular.[9]

El autor del ensayo titulado «De la dictadura a la democracia», que describe 198 métodos para derrocar gobiernos mediante «golpes suaves», considera que la estrategia se puede ejecutar en cinco pasos:[10]

Las denuncias y análisis sobre golpes blandos en América Latina se ha multiplicado en los últimos años.[11][12][13]​ Ya en 1989, el diario argentino Ámbito Financiero anunció en tapa que el presidente Raúl Alfonsín había sido obligado a renunciar por un «golpe de mercado».[14]

El periodista argentino Luis Bruschtein dijo que el golpe suave «consiste en travestir a una minoría en mayoría, amplificar sus reclamos, crispar las controversias y enfrentamientos y desgastar a la verdadera mayoría que gobierna, hasta hacerla caer por medio de alguna farsa judicial, como fue en Honduras, o parlamentarista, como en Paraguay o forzando una intervención extranjera como se pretende hacer en Venezuela».[15]

El periodista argentino Alfredo Leuco, del Grupo Clarín, también sostuvo en 2017, que «la oposición intentaba un golpe de Estado blando contra el presidente Mauricio Macri».[16]

Thierry Meyssan ubica la aparición de las primeras estrategias de golpe blando durante el golpe de Estado en Irán de 1953, cuando la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) contrató personas manifestantes para que estas organizaran protestas callejeras en Teherán, hecho que llevó a la caída de presidente nacionalista de Irán Mohammed Mossadegh, en lo que se llamó Operación Ajax y sostiene que el método ha sido perfeccionado por la CIA desde las protestas de la Plaza de Tiananmén de 1989.[17]

Desde entonces, varios presidentes y expresidentes de América Latina han denunciado esta nueva modalidad de golpe de Estado[18]Lula, de Brasil,[19]Rafael Correa, de Ecuador,[20]Nicolás Maduro, de Venezuela,[21]​ y Daniel Ortega, de Nicaragua.[22][23]​ En América Latina, la estrategia del «golpe suave» se ha señalado en Honduras (2009), Paraguay (2012), Bolivia (2019, luego de fracasar en 2008 y 2012),[24]​ además de un intento en Ecuador (2010). El gobierno del FSLN denunció un golpe suave en Nicaragua (2018), donde fue un fracaso de haber existido, algo negado por otros países y organizaciones internacionales.[25][26][27][28]

Según algunos autores la estrategia golpista basada en la estrategia de Sharp se ejecutó con éxito en el derrocamiento del presidente georgiano Eduard Shevarnadze, en noviembre de 2003, y en las protestas y ascenso al poder de Viktor Yushchenko en Ucrania, en diciembre de 2004.

El escritor Ceferino Reato, autor del libro Doce noches, referido a la caída de Fernando de la Rúa, señaló que la existencia de golpes de Estado no tradicionales es difícil de determinar.[29]



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