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Guadalupe Dueñas



Guadalupe Dueñas (Guadalajara, Jalisco, 19 de octubre de 1910 - México, DF, 13 de enero de 2002) fue una destacada cuentista y ensayista mexicana del siglo XX.

Fue la hija primogénita del matrimonio de Miguel Dueñas Padilla, de ascendencia española, y Guadalupe de la Madrid García, prima hermana del expresidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado, y nieta de Enrique O. De la Madrid.

Su padre fue estudiante del Seminario Católico. En un viaje a Colima conoció a la adolescente de catorce años y origen libanés, Guadalupe de la Madrid, y dejó los hábitos. La metió en un colegio pues aún era muy chica para casarse y cuando tuvo edad suficiente, contrajeron matrimonio y se mudaron juntos a Guadalajara.

La pareja formó familia grande: catorce hijos, de los cuales ocho llegaron a la edad adulta: Guadalupe, Miguel (quien murió en un accidente a los veintitrés años), Carmelita, Gloria, Lourdes, Luz María, Manuel y María de los Ángeles.[1]

Fuera de estas pequeñas señas familiares, de los primeros años de la vida de Guadalupe se conoce poco salvo lo que varias fuentes repiten: cursó su educación básica en los Colegios Teresianos de la Ciudad de México y Morelia; tomó clases particulares de literatura con Emma Godoy y llevó cursos en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Si bien de los segundos años de la vida de Dueñas no existe suficiente bibliografía, en el archivo de la Coordinación Nacional de Literatura se conserva la fotocopia de una entrevista publicada justo después de la muerte de la autora pero que tuvo lugar un día de 1993 en la casa que Dueñas tenía en la avenida Universidad, frente a los Viveros de Coyoacán.

Leonardo Martínez Carrizales, el autor de este documento, tenía el propósito de obtener el material suficiente para elaborar una biografía a la manera en que Víctor Díaz Arciniega había hecho la suya sobre el director de la huelga por la autonomía universitaria, Alejandro Gómez Arias.

Los deseos de Carrizales se vieron frustrados: después de Semana Santa, la escritora no lo admitió de nuevo pues debía prepararse, dijo, en silencio para la muerte.

Sin embargo, antes del silencio, las palabras recogidas en esa entrevista logran dar con un perfil íntimo de la escritora. Sale a escena, por ejemplo, un padre que

De un encierro al siguiente entre las identidades con las que no se sentía identificada (“ni de un lado ni de otro"), es que Guadalupe Dueñas empezó a escribir:

El primer lector de este cuaderno, y los poemas que adentro había, fue su tío, el sacerdote y humanista Alfonso Méndez Plancarte, primo de su padre por la línea materna del apellido Padilla. La importancia de este primer crítico es crucial, pues su consejo definió en gran parte la prosa de Dueñas: “te va a servir ¡cantidad! [dijo Alfonso Méndez al leer sus poemas] de base para que tú escribas. Pero nunca vayas a publicar un verso. Tú no eres para la poesía, eres para la prosa que ya bastante poética te sale"[2]

Dueñas nunca publicó un poema ni hay verso alguno de su autoría, pero siguió escribiendo siempre, donde quiera; "cuadernos y cuadernos de burradas".[2]​ Y no es sino hasta su regreso de Estados Unidos, al Distrito Federal, "con un corazón diferente, con una mente totalmente diversa"[2]​ que escribió sus primeros cuentos.

Sin embargo, la historia del comienzo literario de Dueñas es todo menos glamurosa y sí, llena de humor, como sus historias mismas. En una feria del libro, el encargado del estante del Fondo de Cultura Económica le permitió poner su auto-publicación a la venta, es decir, unos "cuentitos" forrados "con muy bonitas pinturas, todas chuecas, las vacas deteniéndose en la cola, un éxito, pero no de lo que escribía, sino de lo que pintaba, eso era lo más chistoso".[2]

La jalisciense recuerda ese evento-hito de su vida literaria con estas palabras:

Probablemente este hecho no habría tenido mayor trascendencia si no fuera porque, entre los asistentes a la feria se encontraban los nada desdeñables compradores: Alfonso Reyes, Octavio Paz, Julio Torri. El tal libro-cuento se les hizo tan chistoso, tan caro (10 pesos), que lo compraron. Les dio ternura, rememora Dueñas, "pensaron que probablemente era la obra de una viejita con la suficiente autoestima para poner a la venta sus historias". Sin embargo, Emmanuel Carballo quien por aquel entonces colaboraba en el suplemento México en la cultura, vio en el cuento de ‘Mariquita’, algo más que sólo un evento curioso y le habló por teléfono a la escritora para discutir la posibilidad de publicar sus historias:

En realidad, la primera vez que los cuentos de Dueñas tuvieron tinta de imprenta fue en la publicación que dirigían los hermanos Plancarte (Alfonso y Gabriel), Ábside, revista de cultura mexicana. En el número de julio-septiembre de 1954 aparecieron “Las ratas”, “El correo”, “Los piojos” y “Mi chimpancé”, más tarde distribuidos como una plaquette independiente. Y éste fue el inicio de muchas colaboraciones que continuarían durante los siguientes tres años.



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Comentarios
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Carmen :
Magnífica escritora me remontó a mi infancia con sus cuentos.
2022-07-22 19:46:20
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