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Hotei



Según las mitologías china y japonesa, Hotei (chino simplificado: 布袋; pinyin: Bùdài; literalmente, «fardo de tela» o «… ropa vieja»), Budai, Butai, Putai o Miluo Fo (chino simplificado: 彌勒佛; pinyin: Mílè fú; literalmente, «Maitreya») fue un semilegendario monje zen de la dinastía Liang (907-923), muy popular en China y el Sudeste Asiático, sin que se disponga prácticamente de datos sobre su existencia (un texto zen del 988 habla de un excéntrico monje que «vagaba por ahí con un saco de tela», sin aportar más detalles),[2]​ rodeada con el paso del tiempo de incontables anécdotas y mitos.

Con arreglo a otras versiones, se trataría de una cierta recreación de un sacerdote itinerante de la dinastía Song (960-1279), llamado Ch'i-t'zu, Qici (chino simplificado: 契此; pinyin: Qì cǐ; literalmente, «este hecho») o Keishi (japonés: 契此), que vivió a caballo entre los siglos IX y X.[3]

Especialmente en Japón, donde forma parte de los denominados «siete dioses de la fortuna»,[4]​ se le considera el dios de la felicidad y la abundancia, los adivinos y los taberneros, «caracterizado por un temperamento alegre, benévolo y amable, dispuesto a transportar sobre su espalda a las mujeres y a los niños a través de los ríos; se le representa con un saco a sus espaldas».[5]

Pese a que ni histórica ni filosóficamente tuvo nada que ver con el Buda Gautama (c. siglos VI-V a. n. e.), parece que, con el tiempo, se fue creando entre ambos una cierta confusión proveniente –entre otros factores– de la homofonía Buddha/Bùdài, lo que hará del «Buda gordo» (chino simplificado: 胖佛; pinyin: Pàng fú) o «Buda sonriente» (chino simplificado: 笑佛; pinyin: Xiào fú) la imagen por excelencia del Buda Maitreya o futuro Buda histórico.

El progresivo acercamiento de los grandes sistemas filosóficos orientales (sobre todo budismo y taoísmo) a las sociedades de Occidente ha popularizado el uso de estas pequeñas representaciones en viviendas y establecimientos públicos, bien como meros objetos decorativos o con el fin –ya dentro de un contexto esotérico– de atraer la «buena suerte», mixtificando en gran parte su papel en el entorno del pensamiento chino.

Hotei pasó la mayor parte de su vida en el monte Siming (chino simplificado: 四 明), no lejos de Fenghua (Zhejiang), adonde bajaba con frecuencia provisto de su saco.[6]

Las mismas fuentes legendarias afirman que alcanzó el estado de «iluminación» (o al menos un cierto aire de «inocencia iluminada»)[6]​ un día de tormenta, mientras escuchaba el bramido de los truenos cobijado bajo un puente. Se asegura también que nunca sintió la necesidad de ganar discípulos ni de ser admirado como un «gran maestro»; que en vez de predicar en los templos –como era costumbre– recorría la zona con un enorme fardo de lino a la espalda (una especie de cornucopia que nunca se vaciaba), colgado del extremo de una vara o bastón, y un yapa mala de madera, siempre rodeado de niños. Si alguien sentía curiosidad por saber qué llevaba en el saco, respondía: «El mundo entero» (aunque originariamente se decía que lo iba llenando con todo lo que encontraba al paso, versiones zen posteriores hablan de la «bolsa vacía» de Budai).[6]

Según Stephen Addiss,[7]​ se cuenta que se le vio vagando por la zona después de muerto, adivinaba el tiempo, dormía sobre la nieve, nunca permitió que el agua rozase su cuerpo, comía carne y bebía vino, «más del que era bueno para él» (William Elliot Griffis).[8]

Parece, además, que sus predicciones meteorológicas –consideradas infalibles por sus contemporáneos– contribuyeron a acrecentar su fama. Así, cuando se ponía «sandalias de agua», se esperaban lluvias. Por el contrario, cuando se le veía con «calzado de madera», todos sabían que llegaba el buen tiempo.[9]

Tōkei Dōjin lo describe así:

Su peculiar estilo de enseñar era la risa: si le preguntaban por Buda, reía; si alguien trataba de saber algo de las grandes cuestiones existenciales, reía…; de una manera contagiosa y mágica que hacía estremecer su abultada barriga hasta caer rodando por el suelo.

Una vez, mientras se divertía acompañado de un grupo de chiquillos, un joven le preguntó qué significaba el zen. Como única respuesta, Hotei dejó a un lado su saco. Cuando, pasado un rato, el muchacho volvió a preguntarle, el monje cargó de nuevo con él y siguió jugando con los niños. En otra ocasión, de paso por un pueblo, Hotei se sentó debajo de un árbol, con los ojos cerrados, sumamente tranquilo. Un aldeano que lo vio le preguntó extrañado: «¿No te ríes ahora?» Abrió entonces los ojos y le dijo: «Me estoy preparando». El campesino no entendió nada. «¿Qué significa que te estás preparando?» Hotei le respondió: «Tengo que prepararme para reír de nuevo. Por eso necesito descansar, tengo que viajar adentro de mi mundo, he de olvidarme de todo para volver a reír».[11]

Uno de sus oscuros aforismos plantea lo siguiente:

Otro describe su personal vida errante:

Pero quien, sin duda, supo resolver las «incoherencias» entre su aspecto grotesco y sus ideas típicamente taoístas fue el pintor y calígrafo zen Fūgai Ekun (chino simplificado: 風外慧薰; 1568-1654).

De eso tratan estos cuatro poemas que aparecen en otros tantos retratos del maestro:

Generalmente, se representa calvo, vestido con una amplia túnica de monje abierta hasta la cintura –lo que deja a la vista su exuberante panza, símbolo de dicha y felicidad a la vez que, según los patrones orientales, «ridícula manera de vestir rayana en lo indecente»–,[8]​ sentado o dormitando sobre su inseparable saco de lona repleto de regalos para los más menesterosos (en obras posteriores, aparece bailando, caminando o señalando al cielo), portando –entre otros objetos– lingotes de oro con forma de barquito de papel,[13]​ flores, monedas, vasijas o, en ocasiones, un tipo de abanico propio de Extremo Oriente, el denominado uchiwa (japonés: 団扇), que, según la tradición, era utilizado por los nobles para mostrar a sus súbditos que sus peticiones iban a ser aprobadas. Lleva también a veces el llamado ruyi o cetro ceremonial chino, considerado asimismo como un talismán que da a la persona que lo tiene poder y «buena fortuna». Ya en pinturas del periodo Edo (siglos XVII-XIX), aparece jugando con grupos de niños.

Según el poeta y ensayista Yves Bonnefoy, se conservan en el Museo Nacional de Nueva Delhi figuras de adultos con las panzas abultadas, desnudos, risueños, descansando sobre un saco…, datadas entre los siglos V y X, es decir, anteriores o muy anteriores en gran parte a la clásica imagen del «Buda gordo» o «Buda sonriente», identificada normalmente como del propio Hotei.[14]

Existe incluso un «Buda» de aspecto siniestro y misterioso, que en nada se parece a sus otros retratos.

En un artículo de 1910, se cuenta que el shōgun Tokugawa Ieyasu (1543-1616) le preguntó una vez al monje budista Tenkai cuál era la mejor manera de fomentar el bienestar nacional y personal (la disertación silenciaría las «siete calamidades» y hablaría de los «siete tesoros»). Cuando quisieron saber cuáles eran estos, respondió: longevidad, riqueza, fama, pureza de corazón, amor reverencial, dignidad y magnanimidad. El sacerdote, además, completó la plática con cuadros en los que, entre otros, aparecía Putai como «dios de la magnanimidad». Muy complacido por tan sugestiva exposición, Ieyasu encargó a un artista de la escuela Kanō que pintase los «siete tesoros», lo que, pese a su apariencia intimidatoria, acrecentó enormemente el número de seguidores de Hotei entre el pueblo (desconcierta a los expertos que una imagen tan amenazadora del «Buda sonriente» animara a venerarlo aún más que antes).[14]

En cuanto a sus autores, destacan los chinos Liang Kai (siglos XII-XIII) o Mugi Fuchang (c. 1210-1269) o los japoneses Mokuan Reien (m. 1345) u Ōgata Kōrin (c. 1657-1716).[6]

Se suelen encontrar con relativa frecuencia estatuas de Hotei en las entradas (a modo de centinelas) de los templos budistas de China y el Sudeste Asiático, especialmente Tailandia, donde se le confunde a veces con Phra Sangkadchai o Sangkachai (tailandés: พระสังกัจจายน์), un monje de la época de Buda a quien este elogiaba por su manera sencilla de explicar a la gente los intrincados caminos del dharma.[15]

Cabe destacar en este aspecto que la costumbre de frotar el vientre de Hotei para atraer la «buena suerte» –si bien constituye una práctica popular muy arraigada– no forma estrictamente parte de los cánones budistas.

Se identifica también con la última de las denominadas «diez imágenes del pastoreo del buey», en la que aparece como un viejo maestro dedicado a viajar por los mercados a fin de que todos encuentren la «iluminación».

Para el feng shui, Hotei representa la abundancia, la longevidad y la riqueza, relacionado muy estrechamente con el amor a los niños, así como a los pobres e indefensos. Según sus particulares posturas (sentado: equilibrio y tranquilidad; de pie: riqueza y felicidad…) y atributos, simboliza –entre otros muchos– los siguientes conceptos:

Existen numerosas variantes.

Como ya se ha mencionado, tal vez uno de los factores que más decididamente pudieron contribuir a identificar a Hotei (Budai) con el sucesor de Buda fuese la simple coincidencia en la pronunciación de ambos vocablos.

Pero había más. Para un budista chino de la dinastía Liang, el Buda Maitreya tenía que ser, sobre todo, «benevolente» (sánscrito: मैत्री; maitrī). Huelga decir que la enorme panza del monje era la representación más inmediata de su «gran corazón», es decir, de su benevolencia,[18]​ lo que, además, lo hacía inofensivo para el clero y el Estado de la época.[17]

Asimismo, parece que en el justo momento de su muerte, dejó escrito este extraño proverbio:

Evidentemente, muchos quisieron inferir de estas palabras la confirmación definitiva de que, efectivamente, Hotei había sido el sucesor de Sidarta Gautama, por lo que, pese a las severas prohibiciones estatales al respecto (ya en el 732, Xuanzong condenó a los que afirmaban que Maitreya había «nacido» en China), era innecesario seguir esperando.

Otros, como Xiyan Liaohui (1198-1262), se preguntaban:

O el también poeta Gesshū Sōko (1618-1696):

Sea como fuese, cabe destacar que aun antes de Hotei (coincidiendo con periodos de división y debilitamiento del Estado) no pocos creyentes vieron, primero en la emperatriz Wu Zetian (de acuerdo con un catálogo chino del siglo VIII, apareció ya en el I cierta traducción de un sutra titulado La transformación de Miluo en cuerpo de mujer) y el maestro Yunmen Wenyan (c. 864-949), más tarde, otras tantas «encarnaciones» del próximo Buda[17]​ (otros investigadores subrayan que todos los monjes eran «maitreya[s]» en el sentido de «iluminados»).[21]

De entre los matorrales de la otra orilla, cuatro hombres desnudos avanzaron a grandes zancadas llevando sobre sus hombros una camilla de madera. Iba sentado en ella, según la moda oriental, un hombre monstruosamente gordo.

¿Qué tan gordo era yo? Tan gordo, decía mamá, que "yo solía tener que separarle la piel para limpiarlo entre los gorditos rollizos".

Otros miembros de la familia no tardaban en hacer comentarios, en reír y menear sus cabezas, como si todavía no pudieran creer lo gordo que era yo. Lo siguiente que supe era que alguien sacaba mis fotos de bebé para demostrarlo.

Diferentes autores han descrito algunas semejanzas entre el «Buda gordo» o «Buda sonriente» y, al menos, los siguientes personajes:



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