Humberto I de Saboya (en italiano, Umberto I di Savoia) (Turín, 14 de marzo de 1844 - Monza, 29 de julio de 1900) fue rey de Italia entre 1878 y 1900.
Nació en Turín, la capital del Reino de Piamonte-Cerdeña. Fue hijo del príncipe Víctor Manuel de Saboya, futuro monarca de Piamonte y que años después lograría convertirse en el primer rey de Italia, y de su prima María Adelaida de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria.
Su educación fue dejada en manos de Massimo Taparelli, marqués de Azeglio y de Pasquale Stanislao Mancini. En abril de 1868 el príncipe Humberto contrajo matrimonio con su prima hermana, la Princesa Margarita Teresa de Saboya. El matrimonio tuvo un hijo, Víctor Manuel (1869-1947).
Desde marzo de 1858 Humberto de Saboya siguió la carrera militar en el ejército sardo, comenzando con el rango de capitán. Estuvo presente en la batalla de Solferino en 1859, y en 1866 estuvo al mando de una división en la batalla de Custoza aunque sin intervenir directamente en ese combate.
El 9 de enero de 1878, tras la muerte de su padre Víctor Manuel II, Humberto de Saboya se convirtió en rey de Italia con el nombre de Humberto I.
Humberto I adoptó el título Humberto I de Italia y no siguió la tradición que le habría correspondido, de ser Humberto IV (de Saboya), a fin de reforzar su imagen como soberano efectivo de sus súbditos en todo el reino de Italia y no solo de los nativos de Piamonte-Cerdeña. Con esa misma finalidad, Humberto consintió que los restos de su padre fueran enterrados en Roma, en el Panteón de Roma, y no en el mausoleo real de la basílica de Superga, situado sobre una de las colinas que rodean Turín, donde desde mediados del siglo XVIII eran sepultados todos los miembros de la dinastía Saboya.
En noviembre de ese mismo año salió ileso de un atentado que sufrió en Nápoles por parte del anarquista Giovanni Passannante, pero que dejó gravemente herido al primer ministro, Benedetto Cairoli. El atacante fue detenido y condenado a muerte, pena que fue conmutada por Humberto I a cadena perpetua.
El 24 de octubre de 1896 el príncipe Víctor Manuel, heredero del trono italiano, contrajo matrimonio con la princesa montenegrina Jelena Petrović-Njegoš en Roma.
Durante su reinado, Italia se unió al Imperio alemán y al Imperio austrohúngaro formando parte de la Triple Alianza, decisión que no fue respaldada por la opinión pública, a causa del dominio que ejerció el Imperio austrohúngaro en el norte de Italia y que restó popularidad al monarca italiano. De hecho, esta clase de alianza era considerada hasta cierto punto «antinatural» por los políticos e intelectuales italianos, que si bien admiraban la potencia del Imperio alemán, no olvidaban que el irredentismo italiano aún estaba vigente y reclamaba la anexión del Trentino, de la Venecia Julia y del este del Friuli, regiones pobladas por italianos pero bajo soberanía del Imperio austrohúngaro. Sumado esto a las viejas tensiones históricas que sentían los intelectuales que apoyaron la unificación de Italia y que relacionaban a esta con el antiguo Imperio Romano, destruido por diversas tribus germanas.
La política exterior italiana bajo el reinado de Humberto I se caracterizó también por una insistencia en participar del imperialismo mostrado por otras potencias europeas en el Reparto de África. No obstante, Italia inició su colonialismo cuando otros países ya tenían imperios ultramarinos consolidados (como resultado de la tardía unificación italiana), mientras que la economía italiana era aún débil para afrontar los gastos de aventuras coloniales en comparación a otros países europeos más prósperos. Ello no impidió que bajo el reinado de Humberto I se formase el imperio colonial italiano basado en los territorios de Eritrea y Somalia, obtenidos bajo la inspiración del primer ministro Francesco Crispi, un imperialista convencido.
El reinado de Humberto I se caracterizó también por la orientación política fuertemente conservadora del monarca, muy hostil a los sindicatos obreros que surgían en las ciudades industriales del norte de Italia. El advenimiento del socialismo causaba que el rey, desde inicios de la década de 1890, se apoyase en los sectores más conservadores de los políticos y del ejército, desconfiando del liberalismo y del parlamentarismo heredado de su padre, aunque la industrialización italiana había entonces progresado con gran rapidez y era ya una realidad en las regiones septentrionales del país.
Una grave crisis surgió al respecto cuando en mayo de 1898 hubo masivas protestas populares en Milán relacionadas con una subida de precios del trigo y ciertos impuestos nuevos que gravaban al proletariado urbano. Las protestas fueron reprimidas de manera sangrienta en las calles milanesas por el ejército, inclusive empleando la artillería contra manifestantes desarmados, bajo las órdenes del general Fiorenzo Bava Beccaris.
La represión dejó un saldo cercano al centenar de muertos y pasó a la historia italiana como la «Masacre de Bava-Beccaris», pero la reacción del rey Humberto en Roma fue convocar al general represor y felicitarlo públicamente por su «valentía en defender la Casa Real», acusando a los obreros de «enemigos de la Corona». Estos acontecimientos deterioraron el respaldo popular hacia Humberto I en particular y el prestigio de la Casa de Saboya en general; de hecho la alineación del rey en favor de la represión violenta contra los obreros lo tornaron en un blanco de la propaganda socialista y anarquista.
Humberto I fue asesinado el 29 de julio de 1900 por el anarquista ítalo-estadounidense Gaetano Bresci en Monza. Bresci afirmó que quería vengar las personas que murieron durante la Masacre de Bava-Beccaris. Bresci fue condenado a cadena perpetua y murió menos de un año después, por suicidio o asesinado por los guardas.
Humberto fue enterrado en el Panteón de Roma, al lado de su padre Víctor Manuel II, el 9 de agosto de 1900. Fue el último soberano de la Casa de Saboya en ser enterrado allí, pues su hijo y sucesor Víctor Manuel III murió en la ciudad de Alejandría, Egipto, siendo sepultado en la catedral de Santa Catalina; pero el 17 de diciembre de 2017, tras 70 años de su fallecimiento, sus restos mortales fueron trasladados hasta el Santuario de Vicoforte en Italia. Su nieto Humberto II está enterrado en la abadía de Hautecombe, en la Saboya francesa.
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