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Iglesia de San Salvador y Santo Domingo de Silos (Córdoba)



La Real Iglesia del Salvador y Santo Domingo de Silos y el Colegio de Santa Catalina de Córdoba (España) fueron concebidos como una sola entidad y constituyen un conjunto de edificaciones en torno al que se conforma la trama urbana de la ciudad. Fue construido por la Compañía de Jesús en el siglo XVI.

La Compañía de Jesús se funda en 1540 por el papa Paulo III, casi tres lustros después de su aprobación, la Compañía de Jesús establece en Córdoba su primera casa en Andalucía mediante la fundación del Colegio de Santa Catalina.

La fundación del colegio hay que situarla dentro del contexto de desarrollo demográfico, económico, social y cultural que experimenta la ciudad de Córdoba, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XVI.

En la fundación del colegio de los jesuítas es decisiva la ayuda prestada por Catalina Fernández de Córdoba, marquesa de Priego; su apoyo está motivado por el ingreso en 1552 de su hijo Antonio de Córdoba, hasta entonces canónigo de la catedral de Córdoba, en la Compañía de Jesús, dónde, en la etapa de noviciado en Oñate, coincide la idea de abrir en Córdoba la primera casa de la Compañía de Jesús en Andalucía.

Las obras de colegio comenzaron en 1555 y terminaron en 1604. El edificio del colegio se conservó íntegro hasta finales del siglo XVII, cuando debido a su estado ruinoso, se decide construir uno nuevo que comienza a levantarse en 1701. De esa fecha datan el patio y las habitaciones que lo rodean, así como la magnífica escalera barroca, de tipo imperial, realizada en mármoles polícromos y cubierta por una gran cúpula semiesférica de yeserías.

Las trazas se vincularon tradicionalmente en un principio a Bartolomé de Bustamante, encargado de realizar todas las obras de los padres jesuitas en España. Pero ahora se atribuye con más firmeza a Hernán Ruiz II,[1]​ dada su similitud con la iglesia de la Anunciación en la ciudad hispalense, así como con la correspondencia del diseño de los casetones y la planta de la iglesia con la de su tratado Manuscrito de la arquitectura.

Según señalan los padres Roa y Santibáñez, la iglesia comenzó a construirse en 1565. Igualmente en un escrito mandado por Juan de Córdoba a San Francisco de Borja, fechado en el mes de diciembre de ese año, se menciona el inicio de la iglesia y su posible terminación en el plazo de tres años.

También en 1565, el padre Zárate, futuro rector del colegio, propone a San Francisco de Borja la construcción de capillas funerarias en el templo para costear su edificación. Respecto a la iglesia indica que la obra avanza:

«La obra de la iglesia va muy adelante, cuios muros no se han visto tales en muchos años... que las gentes se admiran quan profundos van...»

Sin embargo, la edificación pasaría por períodos de inactividad debido a la falta de recursos económicos. En 1566 vuelve de Roma el padre Bustamante, siendo nombrado visitador de la provincia de Andalucía, y por lo tanto encargado de las obras de construcción de la Orden. Pero durante el lapso de tiempo que estuvo fuera de España, el padre Diego de Avellaneda cambió las trazas dadas por Bustamante, concibiendo la iglesia de una sola nave.

Entre 1568 y 1569 la construcción de la iglesia sufrió un paro por falta de recursos económicos. Para 1572 existe constancia de la actividad constructiva en el templo, según se desprende de la descripción del padre Juan Legaz ya que «casi están subidas las paredes todo lo que an de subir». Y el padre Polanco añade que «va la iglesia en tan buenos términos, que de ahí a tres meses se podrá comenzar la bóveda».

En 1574, los Jesuitas solicitan autorización al municipio para traer carretas de piedra. El arquitecto italiano José Valeriani llega a Córdoba para inspeccionar las obras y 1579 escribe sobre el estado de la construcción del templo:

« [...] la iglesia que hazen es de tres géneros de fábrica. Las paredes son de tierra, las rafas son de ladrillo, pilares y puertas de piedra, pero los pilares tienen poca ligación con la fábrica, particularmente los del crucero [...] en suma es la obra de poca firmeza... (me mostraron) algunos debuxos [...] que los avia hecho el hermano Villalpando [...]yo le mostré el servicio que se podía hacer [...] y la obra mejorada. Tiene esta iglesia dos otras cosas que remediar, la una en el choro y la otra es una portada con pedestales y columnas dobles, la qual costará mucho...»

El padre Juárez, visitador de los jesuitas, en una carta dirigida a San Francisco de Borja el 17 de mayo de 1580, también se refiere a la iglesia:

«Sólo el edificio de la iglesia, que se va habiendo es perpetuo y bien proporcionado; lo más de ello es de buen ladrillo...»

En este mismo año se comienza a construir la bóveda. Un año después se concluye la torre de campanas y el reloj. Para 1585 la iglesia se encuentra techada y tiene terminada la portada principal, diseñada por Francisco de Villalpando. Dos años después, el hermano Pedro Pérez trabaja como superintendente de la obra, en la que interviene también el hermano Juan de Carvajal.

El 12 de enero de 1589 tiene lugar la bendición del templo con una solemne ceremonia religiosa presidida por el prelado de la diócesis don Francisco Pacheco de Córdoba.

Sin embargo el 21 de septiembre de 1589 cae, tras una tormenta, la torre de campanas y del reloj, erigiéndose la actual espadaña. En 1594 se levanta el retablo mayor con pinturas de Pablo de Céspedes, sustituido posteriormente. En el siglo XVII se erigen dos retablos que han llegado hasta nuestros días: el de San Ignacio de Loyola, realizado en 1640 por Lope de Medina Chirinos, y el de San Francisco Javier, labrado en 1686 por Francisco Ruiz de Paniagua.

Ya en el siglo XVIII, la expulsión de los jesuitas a manos de Carlos III, supone la unificación en 1782 de la Parroquia de Santo Domingo de Silos y la del Salvador bajo una misma entidad en el edificio de la Compañía, con el nombre de Parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos.

Más tarde a mediados del siglo XIX se une la capilla de la Anunciación del colegio contiguo, a la iglesia, por medio del hueco del retablo de San Ignacio, la cual pasa a llamarse capilla del Sagrario.[2]

La Real Parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos, vulgo de la Compañía, es el fruto de la unificación de dos parroquias fernandinas datadas del siglo XIII. Estas parroquias iniciales eran la desaparecida Parroquia del Salvador (Salvatoris mundi), ubicada según fuentes en las proximidades de la confluencia de las actuales calles Alfonso XIII y Capitulares; y la Parroquia de Santo Domingo de Silos, sede del actual Archivo Histórico Provincial, y ubicado en la Plaza de la Compañía frente al colegio de las Reales Escuelas Pías.

Ya en 1767, con la Pragmática Sanción de Carlos III, se procede a la expulsión de los jesuitas de todos los territorios de la Corona Española. Ante este suceso el templo y el colegio de Santa Catalina se quedan sin uso, por ello el obispo de la diócesis D. Baltasar de Yusta y Navarro, temiendo que el edificio se demoliese o se dedicara a otros usos, decidió clausurar las fábricas de las parroquias del Salvador y Santo Domingo de Silos bajo el mismo edificio, con la ratificación de corona. Este hecho ocurrió el 16 de diciembre de 1782, con el traslado del Santísimo Sacramento en procesión hasta el actual templo, quedando constancia de la misma en los libros de cabildos de los beneficiados de dichas parroquias.

Durante el siglo XIX hay pocos hechos destacables, pues durante este siglo no se realizan obras de gran envergadura ni se realizan cambios o añadidos significativos.

La guerra de Independencia, al contrario de lo que sucedió con otras de la ciudad, no significó pérdidas o destrozos para la fábrica parroquial, sino que ayudó a aumentar el grueso de bienes de esta, pues como se conserva en los libros de fábrica del archivo histórico parroquial, en el año 1813, y a raíz de la reducción de órdenes religiosas por los Decretos de Chamartín, el cura obrero de la iglesia compra el órgano de las iglesias conventuales de San Agustín y los Padres de Gracia (Trinitarios) y la sillería del coro de la primera para acoger al clero parroquial (bienes no conservados y del que se desconoce su paradero o destino). En el libro de fábrica se recoge textualmente:

" Declara el presente obrero con juramento en forma según su estado y se acredita desu libro de asiento y delos quatro folios que acompañan señalados con el nº de esta partida, que habiéndose trasladado a la dicha Ygª Parroql para su uso y propiedad en ella, el órgano que había enel Convento de Trinitarios Descalzos desta Ciudad, y parte del uno de los dos que había enel Convento de Sn Agustín, con losque, y el que había en la dicha Ygª Parroql que era malísimo, se arreglaron los órganos, habiendo gastado en su traslación, arreglo y reconocimieto de peritos, y demas que expresaron los dichos folios con interbencion del Rector dela citada Ygª Parroql, tres mil trescientos ochenta y dos rs. de vellón, que se abonan por aora, y sin perjuicio delo quese determine en la aprobación."

De la sillería se cita:

"Asi mismo consta del libro del citado Obrero y de la relación que acompaña señalada con el nº de esta partida que habiéndose trasladado desde el Convento de Sn Agustín ala dicha Ygª Parroql la sillería de coro de aquel para su colocación en esta, (...) tubo de costo quinientos diez y ocho rs. quince mrs de vn, losque pagó el presente Obrero, de cuia cantidad se hace abobo por aora, y sin perjuicio deloque se determine enla aprobación."

A mediados de este siglo se traslada a esta iglesia la Hermandad del Santo Sepulcro desde la iglesia conventual del Carmen de Puerta Nueva, debido a la exclaustración de esta orden el año 1835.

En el año 1853 se lleva a cabo una importante actuación sobre la fábrica parroquial, se suprime el hueco interior del retablo de San Ignacio para abrir la portada de la capilla de Sagrario y se eliminan las pinturas murales al oro que decoraban el interior, al igual que se enlosa el suelo con losas de cerámica hidráulica.

En el año 1865 se realizan obras de ampliación del presbiterio de la iglesia y se le coloca la verja de bronce. Encargó la obra el rector de la iglesia el Rvdo. Don Antonio Charguero y Román al maestro de obras Rafael de Luque y Fuentes, remodelación que costó 33.228 reales con 69 céntimos. La realización de la verja corrió a manos de José del Castillo, trabajo por el que percibió la cantidad de 19.712 reales.

En el año 1936, siendo párroco D. José Torres, se llevan a cabo obras de reforma y restauración en el templo y edificios anexos tras los daños sufridos por los bombardeos del bando republicano durante la Guerra Civil Española sobre la ciudad de Córdoba en el mes de agosto, tal y como se recoge en el libro de cuentas de fábrica del mismo año. En esta intervención se remozan las bóvedas, se reconstruyen los tejados de la capilla del Sagrario, la torre y las cubiertas de la casa rectoral. Las obras las dirige D. Ángel Arranz Gallego, y se traen de Sevilla las ventanas de cristal emplomado que perviven en la actualidad y que venían a sustituir las perdidas en esos días.

Tras la celebración del Concilio Vaticano II, a finales de los años 60 se procedió a reformar el interior de la iglesia de acuerdo con las nuevas corrientes conciliares. Esto supuso una irrecuperable pérdida de gran parte del patrimonio artístico, pues se procedió a retirar el colosal manifestador (que ha perdurado hasta nuestros días como retablo de Nuestra Señora del Desconsuelo) que presidía el centro del retablo mayor, así como gran parte de los utensilios litúrgicos usados por el vetus ordo.

A partir de los años 80 la parroquia comienza un período de letargo, que la lleva a un estado de conservación deplorable, como la pérdida del enlucido de paramentos y bóvedas, y el desplome del ático del retablo mayor el 18 de julio de 1996, que sucedió sin causar grandes destrozos.

El 17 de diciembre de 2002 se firma el convenio de colaboración entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el obispado de Córdoba y Cajasur para la restauración de la iglesia por un importe de 884.965,46 euros. En el mes de febrero de 2003 comienzan las obras de restauración de la iglesia por la empresa Construcciones Ros Zapata S.A., siguiendo el proyecto elaborado por los arquitectos Marian Martínez Celma y Fernando Osorio García. Las obras finalizan en el mes de junio del siguiente año.

El día 28 de junio de 2004 se celebra la inauguración civil del edificio en un acto en el que participan el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan José Asenjo Pelegrina, Obispo de Córdoba, la Excma, Sra. Dª. Rosario Torres Ruiz, Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, el Excmo. Sr. D. Miguel Castillejo Gorraiz, Presidente de Cajasur, y el Rvdo. Sr. D. Juan Moreno Gutiérrez, párroco del Salvador y Santo Domingo de Silos.

El día 2 de julio el templo se reanuda el culto en la iglesia con la celebración de una Eucaristía, presidida por D. Juan José Asenjo Pelegrina.

La iglesia, de estilo netamente manierista, o en palabras de Ramírez de Arellano, grecorromana, tiene planta de cruz latina, con tres tramos de bóvedas y crucero poco desarrollado. Los muros están levantados siguiendo la técnica del aparejo toledano, con hileras de ladrillos alternados con mampostería, y desde 2004 revocados. La techumbre se cubre con bóvedas vaídas de casetones, separados por arcos fajones de medio punto en piedra y sustentados sobre pilastras semicirculares de orden toscano. Durante una intervención menor de mantenimiento realizada en marzo de 2017, se descubrió que las pilastras se encuentran decoradas con acanaladuras o estrías talladas en la misma piedra, lo que no hace sino corroborar más aún la autoría de Hernán Ruiz II sobre la fábrica y asemejarla a su homóloga sevillana: la iglesia de la Anunciación. El crucero se cierra con una bóveda de ladrillo semiesférica decorada con casetones y terminada en una artística linterna. La cúpula se asienta sobre pechinas (en las que se encuentran los cuatro evangelistas realizados en madera a imitando bronce dorado) y sobre cuatro fuertes arcos torales de piedra. Por último, el coro, situado sobre el primer tramo de la nave del templo, avanza desde los pies a la nave, con dos brazos en voladizo.

Los vanos de las ventanas se solucionan con arcos abocinados, también destacamos la bóveda de arista del bajo coro.

La capilla del Sagrario, situada en la cabecera del brazo del evangelio, presenta tres tramos de bóvedas, separadas por arcos fajones que descansan sobre ménsulas planas, el tramo central es una cúpula encamonada semicircular gallonada sobre pechinas y decorada con yeserías, mientras que los dos restantes se cubren con bóvedas de aristas.

El ingreso principal se sitúa a los pies de la iglesia por medio de una portada manierista adintelada en mármol y piedra, se decora con sendas pilastras acanaladas jónicas en las que se apoya un entablamento, se culmina la portada con dos volutas que enmarcan el escudo de los Borbones, obra de Francisco de Villalpando.

Sobre el muro lateral izquierdo de la nave se encuentra una espadaña, de fines del siglo XVI, de dos cuerpos; en el inferior se abren tres arcos de medio punto, en el superior, de forma cúbida y coronado con frontón, otro vano circular.

Aunque existieron dos órganos colocados en 1813 y hubo otro anterior que se desmanteló,y aún habiendo constancia de sus traslados a la parroquia, también es cierto que no se sabe con certeza en que año se desmontan ni el paradero de ambos.

El actual, construido en el año 1830 por Antonio Otín Calvete, está ubicado al lado de la epístola en el coro alto, se presume que procede del Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso de Córdoba. De estilo neoclásico sigue el diseño de otros instrumentos de Otín Calvete conservados en las provincias de Sevilla y Cádiz. Tiene tres castillos siendo mayor el central, con una lenguetería en W en tres filas. Se decora con pilastras estriadas con capiteles corintios dorados, pintado todo en un tono verdoso, y se remata con el escudo de la orden de San Jerónimo.

Posee un solo teclado con una consola tipo ventana con atril. Consta de 51 puntos (C1-d5) con decoración de hueso y ébano, con rombos en los frentes. Los contras tienen la forma de pisas a la francesa, no originales y 12 puntos (C1-H1), enganchadas al manual. Tiene rodillera para el eco, y la disposición de los registros (15 en total) se dispone verticalmente a ambos lados de la ventana del teclado con etiquetas originales.

Su estado general es bueno. Se conserva todo casi íntegro y en su estado original. Además, parece ser el único instrumento de Otín Calvete que haya conservado todos los elementos de la fuellería original, aunque reformada. Aun así, el instrumento no está apto para el uso.

La parroquia del Salvador, como las demás de la ciudad, a partir del silo XVI, vio como su feligresía se iba aglutinando alrededor de imágenes devocionales, llegando con el tiempo a la necesidad de conformar Cofradías que pudieran costear los cultos a esas imágenes, el decente entierro de los feligreses o el alivio de las Almas del Purgatorio. Después de buscar información referente a la Parroquia del Salvador, solo he podido constatar la existencia de tres Cofradías, una Sacramental, una de Ánimas y otra a Ntra. Sra. de los Ángeles; aunque de esta última no se conserva ningún libro, si es cierto que aparece constatada en un libro de la Cofradía de Ánimas, pues la Cofradía mariana cede a la de Ánimas su altar para poder decir allí las misas en sufragio de las Benditas Ánimas.

De la Cofradía del Stmo. Sacramento no se conserva libro acerca de su fundación, sin embargo, el dato más antiguo encontrado en los archivos parroquiales es un libro de la refundación de la misma, fechado en el año 1608, exponiendo que, al llevar extrañada la antigua hermandad 14 años, y por haber en todas las demás parroquias Cofradía Sacramental, se pide al Rector de fábrica que se les permita volver a reunirse para dar culto y honra a Dios sacramentado. Hecho que se consuma con la licencia del Sr. Obispo Don Cristóbal de Lobera y Torres en el año 1628. Estos datos nos revelan que ya existía una cofradía sacramental en el siglo XVI, probablemente fundada en su primer o segundo tercio, y que esta se extinguió en el año 1594.

De la Cofradía de Ánimas, por el contrario, si se conserva el libro de su fundación, incluyendo este las reglas de la misma. Al igual que la Cofradía de Ánimas de la parroquial de Santo Domingo de Silos, la cofradía de Ánimas del Salvador la funda un sacerdote, siendo en este caso el licenciado Juan Agustín Castellanos y Sandoval, presbítero y beneficiado de la parroquia, erigiéndose como hermandad con licencia del Ordinario de la diócesis Don Pedro de Salazar y Gutiérrez de Toledo, el 17 de diciembre del año de 1690.

Ambas cofradías continúan con sus respectivas labores y cultos hasta el 1782, año en que el obispo Yusta y Navarro clausura la parroquia y la reúne junto con la de Santo Domingo en el antiguo templo de Santa Catalina de los jesuitas. Prevaleciendo la Sacramental de Santo Domingo por ser más antigua, absorbiendo por lo tanto a la del Salvador, y ocurriendo el caso contrario con la Cofradía de Ánimas, pues la del Salvador era la de mayor antigüedad.

La cofradía del Santísimo Sacramento y San Bartolomé de la antigua parroquia de Santo Domingo era, en palabras de Ramírez de Arellano de fundación anterior a la del Salvador, sin embargo, dudamos de dicha información, puesto que se basaba en un hecho del que sólo pudo saber por tradición oral. Esto se corrobora en la razón que alega en su libro Paseos por Córdoba, en el que cita que la Cofradía del Salvador es absorbida por la de Santo Domingo por ser esta última de mayor antigüedad, hecho que difiere de la información conservada, en el archivo parroquial, de un legajo de cabildos dirigido al rector de la fábrica de la actual parroquia en el que se explica que dicho hecho se originó por falta de hermanos en la del Salvador, sin dar motivo alguno de antigüedad.

Aparte de lo expuesto por Ramírez de Arellano, es cierto que el libro más antiguo que se conserva de la Sacramental de Santo Domingo data del 30 de agosto de 1573, siendo este libro de Actas y Cabildos. Si tenemos en cuenta esta fecha, y que en el inventario de septiembre del mismo año viene reseñado la existencia de cuatro libros de cuentas y uno de reglas, no es descabellado decir que la cofradía se podría haber fundado alrededor de finales del siglo XV y principios del XVI, puesto que fue la Cofradía la que fundó el Hospital de San Bartolomé y Santísimo Sacramento, siendo este su sede, y que se ubicaba en la actual calle Conde de Cárdenas (la fecha de la fundación de la cofradía debe ser la misma o anterior de la del Hospital de su mismo nombre).

Se sabe que la Cofradía pierde el Hospital a mediados del siglo XVII, puesto que ya en 1657 se celebraban los cabildos en la Parroquia de Santo Domingo. Por el contrario, este hecho no significó que a finales del mismo siglo pasase la Cofradía por una época de auge y bonanza que propició que la Cofradía pidiera numerosas indulgencias a Roma. Recibiendo a manos del cardenal de Albano y pro-datario de su Santidad César d'Estrées, la primera de carácter plenario, dándola en la basílica de Santa María la Mayor de Roma el 21 de agosto de 1698, con el Anillo del Pescador y firma de Inocencio XII.

De la cofradía de Ánimas Benditas, al igual que lo que ocurre con la de la misma advocación de la Parroquial de Salvador, sí se conserva el libro de fundación, siendo la fecha de su erección canónica el 27 de agosto de 1690 y no encontrándose en los libros información alguna de relevancia en los siglos siguientes.

Desde sus orígenes en el último tercio del siglo XVI hasta la exclaustración de 1835 la cofradía del Santo Sepulcro se encuentra ligada a los carmelitas de la antigua observancia. Los carmelitas calzados manifiestan un vivo interés en la fundación de hermandades y en el fomento de devociones populares, ya que suponen la incorporación de miles de personas a la actividad de la iglesia conventual y una importante fuente de recursos. Así durante la estancia del convento del Carmen en la ermita de la Vera Cruz se produce el nacimiento de la cofradía penitencial del Santo Sepulcro. Las primitivas reglas son aprobadas el 5 de marzo de 1573, aunque la cofradía ya se encontraba erigida con anterioridad.

La hermandad del Santo Sepulcro cobra un fuerte impulso a lo largo del último cuarto del siglo XVI. La elección de hermano mayor se realiza mediante votación secreta el segundo día de Pascua de Resurrección y suele durar un año aunque con bastante frecuencia se prolonga a través de sucesivas reelecciones. La procesión de disciplinantes en la noche del Viernes Santo es el acto principal. Aunque la imagen titular es la de Cristo Yacente, despierta también bastante fervor Nuestra Señora de las Angustias o de la Quinta Angustia que también es procesionada por la hermandad.

A raíz del traslado de los carmelitas a Puerta Nueva se hace necesario la construcción de una nueva iglesia cuyas obras se realizan a finales del siglo XVI. Con este motivo los hermanos deciden sustituir la primitiva imagen de la Virgen. La nueva Dolorosa cambia su advocación por la de Nuestra Señora de las Penas y con este título se la conocerá hasta el siglo XIX.

A lo largo del primer tercio del siglo XVII las hermandades de Nuestra Señora del Carmen y San Gregorio, establecidas en el templo conventual de Puerta Nueva están unidas a la del Sepulcro. El fenómeno constituye un exponente de la pujanza de la cofradía pasionista que incrementa de manera ostensible sus efectivos humanos e incorpora elementos barrocos a la estación de penitencia que ofrece un lujo y boato que se contrapone a la sobriedad del último cuarto del siglo anterior.

La única capilla existente en la iglesia del Carmen, además de la mayor es la de la cofradía del Santo Sepulcro, cuyos hermanos la remodelan totalmente en el año 1737.

La hermandad del Santo Sepulcro cierra los desfiles procesionales del Viernes Santo con los pasos de la Santa Cruz, Cristo yacente y Nuestra Señora de las Penas. El paso de la comitiva por el convento de Santa Inés congrega a gran cantidad de cordobeses que acuden a escuchar el canto del Miserere por las religiosas. Tanto el paso del Sepulcro como el de Nuestra Señora de las Penas llevan en cada una de las cuatro esquinas sendas hachas de cera “rizadas, plateadas y pintadas de color negro”. El nutrido acompañamiento de autoridades y religiosos contribuye a dar prestancia y boato a la procesión. Entre las formas barrocas que incorpora la cofradía del Santo Sepulcro en esta etapa cabe mencionar la escenificación del sermón del Descendimiento que se lleva a cabo en un tablado cubierto con un paño antes de la estación de penitencia.

En el año 1659 la cofradía del Santo Entierro protagoniza un incidente con la de San Diego a causa de los horarios de paso. Tras la intervención de la autoridad eclesiástica ambas hermandades firman el 20 de marzo de 1660 una concordia por la que los hermanos de San Diego siguen saliendo el Viernes Santo a condición de que no interfieran los horarios de las demás cofradías.

La incorporación del colegio de escribanos públicos a mediados del siglo XVIII resulta beneficiosa para la cofradía del Santo Sepulcro ya que contribuye a solucionar la precaria situación económica. La vinculación de este influyente colectivo tiene lugar después de su expulsión de la hermandad de Jesús Nazareno en 1755. Así, a lo largo de la segunda mitad de la centuria del setecientos el sostenimiento de la hermandad corre a cargo de los escribanos que se ven obligados a reducir gastos. La estación de penitencia del Viernes Santo será el único acto religioso que celebrará la cofradía. La procesión se mantendrá a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XIX, salvo en los años de la exclaustración de los carmelitas calzados por orden del gobierno de José I en 1810. Con el regreso de los frailes la situación se volverá a normalizar.

A pesar de que el reglamento de 1820 favorece a la cofradía del Sepulcro al establecer como única procesión la del Santo Entierro, la supresión de las estaciones de penitencia de Semana Santa en nuestra ciudad provoca el aletargamiento de la hermandad. Esta crítica situación se agravará en agosto de 1835 con la exclaustración de los carmelitas calzados.

Las imágenes de la Cofradía del Santo Sepulcro, a raíz de la recuperación de la procesión del Santo Entierro por el ayuntamiento a mediados del siglo XIX, son trasladadas a la parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos, donde los escribanos públicos dan culto a la titular de la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción fundada en 1937.

El colegio de escribanos acompaña corporativamente el paso del Sepulcro en la procesión oficial del Santo Entierro hasta 1862, año en el que surgen un conflicto con el clero por cuestiones de protocolo. A partir de 1864 el Santo Sepulcro irá acompañado de su ilustre hermandad en la procesión oficial del Viernes Santo. Sin embargo, a finales de este siglo se deja de mencionar la presencia de los miembros de la cofradía en las fuentes documentales, lo que hace pensar en que la cofradía hubiese desaparecido.

A comienzos del siglo XX tiene lugar la reorganización de la hermandad del Santo Sepulcro, cuyos miembros acompañan al paso del titular en la Semana Santa de 1910. La iniciativa partió del conde de Torres Cabrera, quien a través de las páginas del Diario Córdoba hizo un llamamiento a la nobleza para restaurar esta centenaria cofradía. Esta convocatoria coincide con el tiempo con la postración y extinción de la aristocrática hermandad de Jesús Nazareno y tiene una buena acogida. Así la hermandad acompañará a su titular hasta la Semana Santa de 1919, ya que en la década de los años veinte desaparece.

Durante la II República hay intentos por parte de Juan Serrano Rosas de reorganizar la cofradía. El trabajo dará sus frutos en 1935, año en el que los miembros de la hermandad participan en la procesión del Santo Entierro. A partir de 1937 la cofradía adquiere una gran vitalidad y sus miembros lucen en la procesión del Santo Entierro gola y vistosos y amplios mantos de raso negro, ostentando las insignias de la orden del Santo Sepulcro.

A finales de los cuarenta aparecen síntomas de crisis, pero la cofradía resurge en los años inmediatos durante la etapa de gobierno de José Montero Tirado. Sin embargo, en la década siguiente entra en una fase de postración, al igual que un buen número de hermandades penitenciales, que culmina en enero de 1973 con su disolución.

La iniciativa de un grupo de jóvenes estudiantes posibilita la reorganización de la cofradía en marzo de 1973, siendo aprobados sus estatutos en ese mismo año por monseñor Cirarda Lachiondo.

A poco de la refundación, en el año 1976, la hermandad encarga al imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte una imagen de la Soledad, que sería advocada del Desconsuelo en el acto de su bendición por don Antonio Gómez Aguilar, el día de la Inmaculada de 1977.

En el año 1985 se aprueba en cabildo general extraordinario la incorporación de la advocación de la inmaculada Concepción al título de la cofradía, reanudando el tradicional culto a dicha imagen que habían tributado en los siglos anteriores el colegio de escribanos públicos. Tres años después se acuerda suspender la salida procesional en señal de protesta por la decisión del gobierno de suprimir el carácter festivo del día de la Inmaculada, patrona de España.

En el año 1987, la hermandad logra la agregación a la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén de Roma y a la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo; asimismo, el rey Juan Carlos I acepta el nombramiento de hermano mayor honorario.

En el año 1995, Nuestra Señora del Desconsuelo en su Soledad realiza su primera salida procesional, presentándose en un paso hasta entonces inédito en nuestra ciudad, con dos figuras más, San Juan y María Magdalena, talladas por Miguel Ángel González Jurado y que completaban una escena de duelo que pese a su rigurosa innovación dio al conjunto tintes decimonónicos, y lo colocó bajo un palio de estudiado diseño en el que destacaba la novedad de sustituir los clásicos bordados por aplicaciones de alpaca cincelada. El paso se acompañaba por una reducida coral polifónica que no interpretaba motetes gregorianos, sino piezas musicales de los siglos XVI y XVII. La estética actual del Santo Sepulcro, con sus numerosos ciriales ante los pasos y otros ingredientes que la personalizan, dio en 1995 un paso muy importante para su consolidación.

En el año 2007, la hermandad acomete el proyecto de un nuevo paso para Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro. Este nuevo paso, de estilo neomanierista dorado y policromado en color negro con aplicaciones de plata de ley e iluminado con cuatro grandes faroles octogonales en las esquinas, fue realizado sobre una idea y proyecto de Jorge Mellado Lucena y se estrenó en la tarde del Viernes Santo de ese mismo año causando una gran impresión entre los cofrades cordobeses.



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