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Inmigración en España



La inmigración en España es desde finales de la década de 2000, un fenómeno de gran importancia demográfica, social y económica en España. La inmigración a España aumentó significativamente desde finales del siglo XX hasta llegar a formar el 12,2% de la población española en 2010. En 2017, este porcentaje bajó a 9,8% de la población nacional, no obstante, el porcentaje volvió a subir rápidamente del 2017 al 2020 hasta llegar al 11,4% de la población española en 2020.[1]

Según el INE, en 2017 la población extranjera en España era de 5.423.198 personas o el 11,4% de la población nacional. España recibe inmigrantes principalmente de Iberoamérica y otras partes de Europa. En 2017, los grupos que más aumentaron su población en el país procedían de Venezuela, Colombia, Italia, Ucrania, y Argentina.[2]

En unas pocas décadas, España ha pasado de ser un país generador de emigración a ser un receptor de flujo migratorio. A partir de 1973, con la crisis del petróleo, la emigración de españoles al extranjero empezó a dejar de ser significativa y se produjo el retorno de muchos emigrantes españoles que se mantiene hoy en día; hecho que se cree que ha sido forzado por el descenso del atractivo laboral de los países de acogida y otras relacionadas con asuntos de pensión de vejez.

El restablecimiento de la democracia coincidió con una fase de relativo equilibrio en los saldos migratorios netos, que se prolongó hasta mediados de los años 1990. En la actualidad se piensa también que las nuevas generaciones de españoles nacidos en el extranjero retornan debido principalmente a trabajo-valor que resulta más atractiva por el euro.[cita requerida]

El dinamismo que mostró la economía española desde entonces, puede explicar el fuerte crecimiento de la inmigración. Desde el año 2000, España ha presentado una de las mayores tasas de inmigración anual del mundo (de tres a cuatro veces mayor que la tasa media de Estados Unidos, ocho veces más que la francesa. En el año 2005 solo era superada en términos relativos en el continente europeo por Chipre y Andorra.)[5]​ En la actualidad, sin embargo, su tasa de inmigración neta anual llega solo al 0,99%, ocupando el puesto número 15 dentro de la Unión Europea.[6]​ Es además, el noveno país de la UE con mayor porcentaje de inmigrantes, por debajo de países como Luxemburgo, Irlanda, Austria o Alemania.[7]

España es, además, el décimo país del planeta que más inmigrantes tiene en números absolutos, por detrás de países como Estados Unidos, Rusia, Alemania, Ucrania, Francia, Canadá o el Reino Unido.[8]​ En los cinco años posteriores al año 2000, la población extranjera multiplicó por cuatro, asentándose en el país casi tres millones de nuevos habitantes. Según el censo de 2014, el 10,7% de los residentes en España era de nacionalidad extranjera. A causa de la crisis económica que atraviesa España, del 2010 al 2011, se produjo un descenso por primera vez en la historia de 37 056 personas en cifras absolutas.[9]

En 2014, la población de origen foráneo representaba el 10,7% de una población total registrada de 46,7 millones de personas. Esto contrasta con lo ocurrido a mediados de los años 1990, cuando su número era de cerca de un millón y su porcentaje rondaba el 2,5% de la población total.[10]

Porcentaje de inmigrantes respecto la población total[11][12]


Durante la última década el origen de los inmigrantes se ha diversificado. En enero de 1998, los inmigrantes provenientes de la UE-15 constituían el 41,3% del total de residentes no nacidos en España. En enero de 2011, su porcentaje suponía menos del 20%. Al mismo tiempo, el mayor aumento lo registraban los inmigrantes de países europeos no incluidos en la categoría UE-15, especialmente aquellos provenientes del este europeo.

El número de inmigrantes europeos de países fuera de la UE-15 entre 1998 y 2011, y su peso porcentual en el total de la inmigración pasó de 6,6% a 21%. Considerando los países de origen de la inmigración vemos que en 1998 las cinco nacionalidades dominantes eran marroquíes (190 497), franceses (143 023), alemanes (115 395), británicos (87 808) y argentinos (61 323). En 2011 esta lista era: rumanos (809 409), marroquíes (766 187), ecuatorianos (478 894), británicos (392 577) y colombianos (372 541).

En 2011 se registra la entrada de 457 650 nuevos inmigrantes extranjeros según los datos de INE.[13]

La aparente disminución del número de ciudadanos de origen extracomunitario en España también se debe también al número de nacionalizaciones realizadas en 2011, los cuales desaparecen de las tablas de extranjeros del INE[14]​ y a otros factores como las nacionalizaciones en origen acorde con la ley de la memoria histórica, unas 300 000 en Hispanoamérica.[15]

La población extranjera se suele concentrar en las zonas de mayor dinamismo económico del país, y por tanto con mayor necesidad de mano de obra. Así, las zonas de España con mayor proporción de inmigrantes son Madrid y su área de influencia, el arco mediterráneo y las islas. En el caso de los inmigrantes comunitarios, muchos buscan el poder disfrutar de un clima más suave que el de sus países de origen; de esta manera, los residentes de la Unión Europea se suelen concentrar en las costas de Levante, Andalucía, Cataluña, Baleares y Canarias. Por el contrario, las regiones con menor proporción de inmigrantes en el 2005 son Extremadura (2,3 % frente al 8,46 % nacional), Asturias (2,5 %), Galicia (2,5 %), País Vasco (3,4 %), Castilla y León (3,6 %) y Cantabria (3,7 %). Hay que señalar que el 44,81 % de todos los inmigrantes censados en España se reparten entre tan solo tres provincias (Madrid, Barcelona y Alicante).

Según el censo de 2009, la localidad española con mayor proporción de extranjeros es San Fulgencio (Alicante), donde el 77,58 % de sus 12 030 habitantes son no españoles. Los únicos municipios de más de 10 000 habitantes donde los extranjeros superan a los nacionales son Rojales (65,25 % de extranjeros), Teulada (60,37 %), Calpe (58,61 %), Jávea (51,22 %) y Alfaz del Pi (50,89 %), todos ellos en la provincia de Alicante, que es la provincia con mayor porcentaje de inmigrantes del país. La ciudad de más de 50 000 habitantes con mayor proporción de extranjeros es Torrevieja (con un 47,65 % de foráneos sobre 84 348 habitantes), también en Alicante, y la capital de provincia con mayor porcentaje es Castellón de la Plana (15,23 % sobre 167 455 habitantes).[cita requerida]

Por otro lado, la distribución geográfica de los inmigrantes depende también en gran medida de su nacionalidad. En Madrid y Cataluña, la suma de iberoamericanos y africanos (contando magrebíes) representa en ambas comunidades dos tercios de los inmigrantes, si bien en Cataluña hay el doble de africanos que de iberoamericanos y en Madrid sucede lo contrario. Los marroquíes son la colonia más numerosa en Cataluña y Andalucía, y el 75,51 % de todos los pakistaníes del país se encuentran en Cataluña. La mayor parte de los ecuatorianos se encuentran entre Madrid (un 34 % de ellos en 2005), Barcelona y Murcia. Los británicos son mayoritarios en Alicante y Málaga; los alemanes, en Baleares y Canarias. Por su parte, casi la mitad de los rumanos de España residen entre Madrid y Castellón.

Anexo:Datos de inmigración en España

La inmigración en España es muy variada y está dominada por la procedente de áreas culturalmente cercanas. En España, la mayoría de los inmigrantes provienen de Iberoamérica (el 36,21% del total de extranjeros afincados en España, según el censo INE 2006); les siguen después los procedentes de la Unión Europea (34,45%) y del norte de África (14,83%). A gran distancia se encuentran los extranjeros provenientes de la Europa no comunitaria (4,40%), el África subsahariana (4,12%), el Extremo Oriente (2,72%), el Subcontinente indio (1,67%), América del Norte (0,66%) y Filipinas (0,48%). Del resto de Asia y de Oceanía solo son originarios el 0,50% restante, mientras que están registrados un 0,02% de apátridas.


Por nacionalidades, las más presentes son la marroquí (que ha experimentado un retroceso en los últimos años debido a la concesión de nacionalidad española a decenas de miles de ciudadanos marroquíes),[17]​ la rumana, la británica, la italiana y la ecuatoriana. En la tabla siguiente se describe el crecimiento registrado por las comunidades de inmigrantes más grandes de España en 2007, y entre los censos de 2001 y 2006. Las que más crecieron en este periodo fueron la paraguaya (+2980%, aunque partiendo desde niveles muy bajos), la boliviana (+2012%) y la rumana (+1187%). Existe también una importante comunidad procedente de Guinea Ecuatorial, pero muchos de los inmigrantes que llegaron de ese país (en la mayoría de los casos por motivos políticos) son ciudadanos españoles de pleno derecho al haber nacido durante la colonización española del mismo.

La inmigración subsahariana en España es de vieja data, pero siempre fue cuantitativamente muy limitada. Esta situación comienza a cambiar en los años 1990, cuando empieza a llegar a Melilla un flujo mayor de africanos procedentes del sur del Sáhara. En enero de 1998 vivían en España unas 36 000 personas nacidas en África subsahariana, pero no sería hasta los años posteriores a la regularización de 1996 cuando se produce el primer “boom” de la inmigración subsahariana y de su acceso al mercado de trabajo español el cual se orientará, fundamentalmente, hacia sectores como la agricultura, la construcción, los servicios y el comercio ambulante, sectores caracterizados por los bajos salarios y las condiciones precarias de empleo. Entre enero de 1998 y enero de 2003 se triplica la llegada de inmigrantes subsaharianos, llegando a la cifra de 110 000 personas. En 2010 la cifra es de 237 309 y todas las variables indican una tendencia a la diversificación de los países de procedencia. La irregularidad y la reagrupación familiar han sido las formas acceso a España más utilizadas. Para muchos subsaharianos se trata, sin embargo, de una forma de exclusión o irregularidad extrema dada la imposibilidad de muchos, debido a su falta de documentación y a la negación sistemática de visados cuando sí los tienen en sus países de origen, de empadronarse y obtener por ello la regularización vía arraigo. Esto hace de los inmigrantes subsaharianos una categoría especialmente vulnerable dentro de las migraciones provenientes de países no comunitarios. Las comunidades autónomas con mayor porcentaje de inmigrantes empadronados de origen subsahariano eran en 2010: Cataluña (27,6%); Madrid (16,9%); Andalucía (12,9%); y la Comunidad Valenciana (10,4%).[22]

Se trata de los extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor, ambas estadísticas proceden de ficheros cedidos por la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil y explotados por el Observatorio Permanente de la Inmigración. Estas cifras no tienen en cuenta los trabajadores transfronterizos, los solicitantes de asilo, los apátridas, los que se encuentran en España en situación de estancia, y los que tenían caducada su documentación y estaban en trámites de renovarla.

A 1 de enero de 2018, y teniendo en cuenta estas consideraciones, la cifra de inmigrantes regulares en España era de 4.572.807, un 20,5% menos que en 2011.[23]

Según régimen de residencia, 2 562 032 extranjeros (el 53,47% del total) están incluidos en el Régimen General y 2 229 200 (el 46,53%) al Régimen Comunitario, del que forman parte los nacionales de países de la Unión Europea, así como sus familiares y los familiares de españoles carentes de nacionalidad española.

Del total de certificados de registro o tarjetas de residencia en vigor a 31 de marzo de 2008, el 21,6% corresponde a autorizaciones de trabajo por cuenta ajena, el 0,3% a autorizaciones de trabajo por cuenta propia, el 10,8% es de residencia no lucrativa (no da derecho a trabajar), el 20,4% es de tipo permanente, permitiendo residir y trabajar en las mismas condiciones que los españoles, y el 46,8% restante es un certificado de registro o tarjeta de residencia perteneciente a un ciudadano comunitario o familiar (Régimen Comunitario).

Dentro de los países que tienen los mayores porcentajes de Inmigrantes regulares en España (2009), destacan Portugal (97,6%) y Reino Unido (96,9%).[cita requerida]

La gran variedad de la inmigración en España hace difícil realizar una caracterización común.

El 53,40% de los extranjeros censados en 2005 eran varones, frente a un 46,60% de mujeres. Sin embargo, se encuentran diferencias importantes dependiendo del origen de los inmigrantes:

La mayoría de la población inmigrante viene a España buscando un puesto de trabajo, de ahí que el 51,91% de los extranjeros residentes en España (frente a un 32,66% del conjunto de la población) tengan entre 20 y 39 años y que el 30,19% de los extranjeros tengan entre 25 y 34 años (frente a un 17,44% del conjunto de la población).[27]

Puesto que la mayoría de los extranjeros vienen a España en búsqueda de empleo, la proporción de mayores de 65 años es escasa, e incluso anecdótica en algunos países, mientras que el bloque más importante corresponde a la población en edad de trabajar (entre 16 y 65 años). El 17,71% de los ciudadanos de nacionalidad española tenía más de 65 años según el censo INE 2005; esta cifra era de tan solo 4,81% para el total de extranjeros. Sin embargo, esto no es uniforme para todos los países:

La pirámide de edad de la población extranjera residente en España presenta pues una base un poco más estrecha, un centro mucho más amplio y un pico despreciable en comparación con los del conjunto de la población española.

La inmigración en España presenta un carácter multifactorial. Entre sus principales causas se encuentran:

La consecuencia más llamativa de la inmigración en España ha sido el aumento de la población: así, entre 1998 y 2005 España había crecido en 4 255 880 habitantes, lo que representa un crecimiento del 10,68% de la población en 7 años. La mayor parte de esta cifra se debe a la llegada masiva de inmigrantes durante este período.

Además, la mayor tasa de natalidad de la población inmigrante es la principal causa del repunte de la fecundidad que se ha producido en el país, pasando de una tasa bruta de natalidad del 9,19‰ al 10,73‰ entre 1998 y 2005. En 2005, el 15,02% de los nacimientos registrados en España fueron obra de mujeres de nacionalidad extranjera,[28]​ aunque solo fue extranjera el 8,46% de la población española y el 10,64% de las mujeres en edad fértil residentes en España.

Por otro lado, como la mayor parte de la población que inmigra suele tener entre 25 y 35 años, el crecimiento es mayor en este grupo de edades y en consecuencia se rejuvenece la población española. Así, el 51,91% de los extranjeros residentes en España tiene entre 20 y 39 años, frente a un 32,66% del total de habitantes de España que se encuentran en esta franja de edad

Una de las consecuencias de la Crisis económica de 2008-2010, la Crisis inmobiliaria española de 2008 y el alto Desempleo en España ha sido la reducción de la natalidad en la población inmigrante tanto por la falta de recursos como por la asunción de pautas de natalidad de la población autóctona -pocos hijos-.[29]​ De hecho, se ha invertido la situación, teniendo más emigrantes que inmigrantes y volviendo al flujo negativo migratorio.[30]


La importante llegada de población inmigrante en edad de trabajar ha repercutido favorablemente en el total de afiliaciones a la Seguridad Social, hasta el punto que cerca de un 45% de las altas registradas entre 2001 y 2005 correspondieron a trabajadores foráneos.

Puesto que casi la mitad del trabajo creado en estos años se ha nutrido de trabajadores extranjeros, su contribución al crecimiento del PIB en este quinquenio (un 3,1% medio anual, en términos reales) habrá sido muy significativa.

Además, el aumento de la población laboral ha comportado un incremento de la recaudación asociada a la imposición del trabajo (principalmente por la vía de las cotizaciones sociales) y a los impuestos indirectos (como consecuencia del incremento del consumo).

Por otra parte, dado que el empleo extranjero se ha concentrado principalmente en sectores donde la oferta de mano de obra nacional resulta escasa (construcción, empleados de hogar, hostelería, agricultura, etc.), la inmigración ha contribuido a suavizar la rigidez de esta oferta, limitando la aparición de tensiones inflacionistas y haciendo que pequeñas empresas españolas continúen con su actividad.

Se han alzado, también, opiniones que sostienen que la inmigración ha comportado distorsiones en el mercado laboral español. Así, aunque el PIB español ha crecido entre el 3% y el 4% entre los años 1997 y 2007, los salarios reales de la población española no solo no han aumentado, sino que han disminuido ligeramente.[31][32][33]​ Señalándose que la llegada de trabajadores, presuntamente no cualificados ha tirado a la baja de los salarios en diversos sectores de la economía española como por ejemplo la construcción, la hostelería e incluso el servicio doméstico.

Por otro lado, buena parte de los trabajos asumidos por los inmigrantes han sido creados al calor de la llamada burbuja inmobiliaria: alrededor del 30% de los trabajadores de la construcción son extranjeros.

Así, lo que la inmigración habría permitido sería el abaratamiento del ciclo productivo en la economía tradicional española, al hacer innecesario acometer proyectos de modernización e I+D, debido a que la inversión no sería necesaria ya que se consigue mantener beneficios mediante la reducción de salarios. Las principales presunciones negativas asumen que:

La llegada de inmigrantes en los últimos años ha generado una mayor diversidad cultural, religiosa y lingüística.

Aunque la evaluación a largo plazo de la inmigración en España es complicada debido a su carácter reciente, la llegada mayoritaria de inmigrantes procedentes de ámbitos culturales o lingüísticos cercanos (el 75,02% proceden o bien de Iberoamérica o bien de otros países del continente europeo), unido a que la inmigración es de origen variado, puede dejar entrever una integración menos problemática que la surgida en otros países de la Unión Europea.

Con todo, un estudio procedente del Ministerio de Trabajo e Inmigración de España señala que en los últimos años ha aumentado la tendencia general al rechazo de la población nacida en el extranjero, es decir, al aumento de la xenofobia.[34]​ Aunado a esto las nuevas generaciones de extranjeros nacidos en el país siguen compartiendo los ideales identitario de sus padres, generándose grupos interétnicos en la población nacida en España.[35]

La percepción respecto a la seguridad ciudadana corresponde a los datos oficiales. En 2010, la población extranjera en las prisiones españolas (41 945 reclusos extranjeros[36]​) representaba aproximadamente 1/3 de la población reclusa en España, pese a ser únicamente el 10% de la población total, un número que apenas ha decrecido desde un máximo de 43 043 en 2008.[36]

Debido a la fuerte inmigración que ha recibido España desde los años 1990, han aparecido comunidades bilingües relativamente importantes. Las lenguas alóctonas más habladas en España son las siguientes:[37]



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