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Interruptor endocrino



Un interruptor endocrino, también llamado disruptor endocrino o disruptor hormonal (en inglés son llamados endocrine disruptor o EDC, Endocrine Disrupting Chemicals), es una sustancia química, ajena al cuerpo humano o a la especie animal a la que afecta, capaz de alterar el equilibrio hormonal de los organismos de una especie,[1]​ es decir, de generar la interrupción de algunos procesos fisiológicos controlados por hormonas, o de generar una respuesta de mayor o menor intensidad que lo habitual.

Son muy numerosos y poseen estructuras muy variadas. Tienen origen natural o artificial, y pueden actuar a dosis muy bajas sobre una gran diversidad de organismos.[2]​ No obstante, normalmente, al hablar de interruptores endocrinos nos referimos a sustancias contaminantes, que pueden provocar infertilidad o incluso cambios de sexo en peces e invertebrados. En los seres humanos no tienen un efecto tan radical, pero sí afectan a la fertilidad y pueden provocar pequeñas deformaciones como genitales ambiguos o criptorquidia.

La comunidad científica alerta de que los compuestos químicos de naturaleza artificial interfieren en los sistemas metabólicos humano y animal, alterando tanto el crecimiento como la reproducción y causando enfermedades como el cáncer.[3][4]

Desde la aparición del libro "Primavera silenciosa",[5]​ de Rachel Carson, se ha tomado conciencia de los efectos profundos y deletéreos que podrían ejercer ciertas sustancias sobre el medio ambiente, y que la salud humana está inextricablemente unida a la salud ambiental. El término "disruptor endocrino"[6]​ (anglicismo procedente de endocrine disruptor) fue acuñado en 1991 en una conferencia en Racine, Wisconsin impartida por Theo Colborn, entonces miembro del World Wildlife Fund y de la W. Alton Jones Foundation. Aparece por primera vez en la literatura científica en un artículo de 1993,[7]​ en el que se establece que algunas sustancias difundidas en el ambiente alteran o bloquean los mecanismos endocrinos y una exposición a largo plazo puede provocar efectos permanentes.

Entre las sustancias que alteran los equilibrios endocrinos encontramos: hormonas, algunos elementos constitutivos de las plantas(fitoestrógenos), pesticidas, compuestos usados en la fabricación de plásticos y artículos de consumo, así como subproductos y residuos industriales contaminantes. Su carácter persistente y su facilidad de difusión les hace estar distribuidos por todo el planeta, por encima de las divisiones geográficas y políticas.[8]

Algunos fenómenos ocurridos en la segunda mitad del siglo XX sirvieron de alerta sobre estos cambios: pérdida del instinto reproductor(águilas calvas de Florida), esterilidad elevada y pérdida de fertilidad en algunas especies (incluso en humanos desciende la calidad del semen), mortandades masivas (nutrias en los ríos ingleses, focas del mar del Norte, delfines del Mediterráneo), deformaciones y muerte temprana de ejemplares jóvenes (polluelos de gaviotas en Norteamérica y de aves de laboratorio, caimanes de Florida), comportamientos sexuales anormales (uniones entre hembras en visones de Míchigan o gaviotas de California) y disminución del sistema inmunitario de especies afectadas por sustancias químicas muy variadas,[1]​ que aparecían en los alimentos o el entorno de los individuos afectados (dioxinas, PCB, DDT,etc)

Han sido difíciles de estudiar pero se pueden señalar los mecanismos de suplantación, bloqueo o alteración de niveles:[1][9]

La teoría de la disrupción endocrina es el marco explicativo en el que tratar de explicar estos mecanismos. Esta teoría expone que la exposición a baja dosis de sustancias que interactúan con los receptores hormonales pueden interferir con la reproducción, el desarrollo y otros procesos regulados hormonalmente. Puesto que las hormonas endógenas tienen niveles muy reducidos, es posible explicar que estas sustancias exógenas produzcan efectos adversos sobre el sistema endocrino incluso si las dosis son tan bajas que no muestran el posible efecto tóxico de algunas de estas sustancias. En estos casos el mecanismo de acción es distinto del que les confiere su toxicidad.

Las dosis pueden ser extremadamente bajas, del orden de algunas partes por billón y su relación con la respuesta (efectos sobre la salud) es compleja. La respuesta no guarda una relación lineal con la dosis. Hay diferentes modelos de relación dosis-respuesta.

Si tenemos en cuenta la latencia o retraso de los efectos respecto de la exposición, y los efectos de bioacumulación en el medio o en los propios organismos, se deduce la dificultad de establecer un modelo único de acción y de establecer los valores límite .

Dentro de la relación entre la exposición y los efectos, los disruptores endocrinos tienen características peculiares en su toxicidad. Dichas características son:

1) El momento de la exposición es decisivo para poder diagnosticar la gravedad del efecto y la evolución posterior. Hay efectos distintos dependiendo de la fase del desarrollo (embrión, feto, organismo perinatal o adulto). Las lesiones pueden llegar a ser irreversibles si la exposición se da en períodos con una elevada diferenciación celular u organogénesis.

2) Los efectos no aparecen en el momento en que se da la exposición. En la mayoría de los casos, dichos efectos son observables en la progenie. Si la exposición ha sido de tipo embrionaria, las consecuencias no son evidentes hasta que se alcanza el estadio adulto del individuo.

3) No hay una dosis de exposición umbral que muestre un efecto tóxico del compuesto. En el caso de que lo hubiera, se trata de un nivel inferior al reconocido como límite de seguridad para otros aspectos toxicológicos.

4) Actualmente se sabe de la existencia de casos en que se produce una acción conjunta de varios disruptores endocrinos. Es decir, se pueden experimentar efectos sinérgicos, aditivos o antagónicos. Olmos Ruíz, Begoña T. (2005). Exposición medioambiental a xenoestrógenos y riesgo de criptorquídia e hipospadias. Editorial de la Universidad de Granada. 

Después del estudio de muchos episodios naturales atribuibles a sustancias con efectos sobre el sistema endocrino, se han realizado investigaciones con diversas especies animales de vertebrados (peces, aves, mamíferos) y cultivos celulares. Tras exponer embriones en desarrollo a estos contaminantes se observaron algunos efectos permanentes sobre la salud de esos animales al llegar al estado adulto.

Los efectos de estas sustancias varían de una especie a otra pero se observan algunos puntos en común:


No están tan completamente establecidos por la dificultad de los estudios experimentales pero hay abundantes datos para tomar conciencia de la gravedad del problema a largo plazo.

Se han establecido varias enfermedades posiblemente causadas por la presencia en el ambiente de sustancias con capacidad de alterar los equilibrios hormonales, pero falta establecer el mecanismo concreto que explica estos cambios.

Algunos organismos mantienen listas actualizadas de interruptores o disruptores endocrinos, indicando sus efectos y la referencia científica en la que se sustentan para su inclusión.[33]





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