La isla de Tamoe es el relato de una sociedad utópica escrito por el Marqués de Sade. El relato forma parte de la Historia de Sainville, que a su vez forma parte de su novela Aline y Valcour. La novela filosófica (1788).
En La isla de Tamoe Sade nos describe su modelo de sociedad ideal, una sociedad igualitaria y tolerante gobernada desde el paternalismo de un sabio y justo príncipe. El relato nos recuerda la Isla de Utopía de Tomás Moro; así como podemos apreciar en él la influencia de Rousseau y, especialmente, de Platón.
Aun cuando en Tamoe Sade nos describe una sociedad feliz, no abandona su pesimismo advirtiendo al lector que tal sociedad no pertenece a la realidad:
Sade sitúa a la isla en un punto indeterminado, desconocido, de la ruta que recorriera en sus viajes el capitán Cook. A ella arriban azarosamente por un golpe de mar. Ya a la vista es una isla “encantadora”, rodeada de acantilados a la que solo puede accederse por una bahía bien defendida. Arriban a ella obligados a reparar el navío, con varias vías de agua tras la tormenta. Son recibidos con hospitalidad y su gobernador, el sabio Zamé será el que haga de cicerone describiéndoles y mostrándoles sus modos de vida y de gobierno.
La ciudad que preside la isla nos la describe con un trazado simétrico destacando la igualdad de sus casas y una plaza donde entre sus edificios se encuentra el palacio del gobernador que únicamente se diferencia por ser algo mayor en tamaño que el reto de las casas.
Es una sociedad donde todos tienen garantizadas sus necesidades básicas, regida, no por el temor y la fuerza sino por el amor y la buena fe de sus ciudadanos y su príncipe. Un príncipe que es querido por sus súbditos por sus virtudes, que no necesita ni de la ostentación ni de la fuerza para hacerse respetar; y unos súbditos que se conducen con equidad, no por el temor al castigo sino porque han hecho suyas unas virtudes y unas leyes que consideran justas.
Zamé (el buen príncipe) narra a su invitado (Sainville, el protagonista de la historia) cómo se ha llegado a conformar tal sociedad ideal. Cómo su padre procedente de Francia inició la dinastía y cómo lo educó enseñándole historia, geografía, matemáticas, astronomía, dibujo y arte de la navegación. Que, haciéndole viajar por todo el mundo, le advirtió sobre los males, presentes en las sociedades occidentales, que debería evitar para llegar a ser un buen gobernante:
Sade aprovecha estos consejos para evidenciar los que él considera males de las sociedades occidentales, principalmente los que considera males de la sociedad francesa:
La tiranía de sus soberanos:
El sectarismo de las religiones:
El rigorismo de las leyes:
Y las diferencias:
Zamé continúa narrando cómo ha conseguido formar un pueblo libre de esas cargas. Advierte que le ha sido fácil ya que los vicios no estaban instaurados. Suprimiendo el lujo e instaurando la igualdad suprimió las envidias, la avaricia y la ambición. Instaurando el divorcio eliminó el libertinaje. Habiendo visto los patíbulos levantados por toda Europa producto de la lucha entre religiones decidió instaurar una sencilla con pocos dogmas a la que todos pudieran abrazar. De este modo el número de delitos se había reducido considerablemente y para la represión de los pocos delitos que se producían le bastaba la desaprobación moral para castigarlos. Se declara contrario a la pena de muerte:
Y contrario también a la pena de privación de libertad:
El virtuoso Zamé narra a su invitado cómo el estado natural del hombre es el salvaje. Civilicémoslo, pero agregándole todo aquello que lo engrandezca; moderemos su espíritu, pero no le carguemos de cadenas; dictemos las leyes que sean estrictamente necesarias, pero no le abrumemos con un cúmulo de ellas que se hagan imposibles de cumplir.
Tamoe es una isla pacífica que vive el paz con sus vecinos a los que ayuda cuando esta ayuda les es solicitada, así cuentan con muchos aliados. En su interior reina la paz porque sus habitantes tienen garantizadas sus necesidades producto de su trabajo y están regidos por leyes benévolas que les permiten vivir en libertad.
El matrimonio es una ceremonia en la que los cónyuges contraen la obligación de amarse y procrear hijos; donde se comprometen, el hombre a no repudiar a la mujer ni la mujer al hombre sino por motivos legítimos. Tampoco están encadenados el uno al otro de por vida. Las causas por las que pueden pedir el divorcio son tres: el hombre puede separarse de su mujer si es enfermiza, si no quiere o no puede darle hijos o si le niega al marido lo que legítimamente puede exigir de ella; y la mujer puede separarse del marido si es enfermizo, si no puede o no quiere darle hijos o si la maltrata de cualquier modo. En un lado de la ciudad existen casas más pequeñas que las destinadas a matrimonios para los solteros y los repudiados, con terrenos para que puedan subsistir sin necesidad de pedir ayuda a la familia. Los repudiados, si lo prefieren, pueden optar a contraer nuevas nupcias.
Estos matrimonios, al tener muchachos y muchachas la misma fortuna, están fundamentados en el amor. Esto, unido a la posibilidad del divorcio hace que el adulterio, "tan frecuente en occidente", en Tamoe resulte extremadamente raro.
En la Tamoe igualitaria el ciudadano no es propietario de nada, el estado cubre sus necesidades entregándole casa y terrenos para el cultivo y a su muerte todo revierte nuevamente en el estado; los hijos, también son educados por el estado.
Con la igualdad de bienes no existen los robos, solo se roba lo que no se tiene. Poseyendo todos los mismos bienes no pueden envidiarse los del vecino. Mediante la igualdad se acaba con la avaricia y con la ambición, causa de no pocos crímenes.
Todo está dispuesto en la isla para evitar el crimen y así evitar el castigo.
En todo caso los castigos son ligeros, en proporción a los delitos posibles en su nación: “humillan pero jamás marcan con el hierro candente” (costumbre de la época). Zamé narra varios ejemplos de castigo, uno es pasear al delincuente custodiado por dos pregoneros que van pregonando por toda la ciudad el delito cometido.
Zamé continua dando detalles sobre la vida en la isla invitándoles a varias ceremonias para que se hagan una mejor idea de la misma. Así llega el día de la partida. Cuando el barco está reparado y aprovisionado se despiden cordialmente. Sainville continúa su viaje en busca de su querida Leonore.
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