Joaquín Belda Carreras (Cartagena, 5 de octubre de 1883-Madrid, 1935) fue un periodista, novelista y humorista español.
Novelista muy hábil y poseedor de una gran vis cómica, se dedicó, al margen de sus estudios de filosofía, casi en exclusiva al género de la novela erótica popular. Por eso los críticos de su obra -Julio Cejador, Eugenio G. de Nora- lamentaron siempre que dedicase su notable talento a un género que no daba más de sí; él mismo declaró que no se tomaba en serio el género erótico, como por el contrario sí hacía Felipe Trigo, que intentaba explicar de forma naturalista los hechos y denunciar socialmente los mismos. Sin embargo, con su despreocupado humorismo, Joaquín Belda fue muy popular y entre 1909 y 1930 pocos escritores españoles vendieron más ejemplares de sus novelas que él; la obra de Joaquín Belda fue muy extensa: novelas, relatos cortos, artículos y pequeñas piezas teatrales (casi siempre escritas en colaboración), sobre todo. Tradujo las Memorias de La Bella Otero escritas por Madame Valmont al dictado de la propia Carolina Otero y algunas novelas policíacas: ¿Quién disparó? o El cadáver en la cocina, pero siempre con el mismo tono jocoso, cercano a la parodia.
Alcanzó la popularidad directamente con su primera novela, titulada La suegra de Tarquino; de ella dijo el número 712 de Gedeón (18-7-1909):
Y en la revista Por esos Mundos, número 201 de octubre de 1911, el crítico y novelista José Francés escribe: "Hace dos años J. Belda era totalmente desconocido... Hoy día figura entre los primeros humoristas españoles... ¿En virtud de qué medios ha conseguido tan rápidamente la popularidad?. Bastó su primer libro La suegra de Tarquino". Además, para alguien tan autorizado como Álvaro Retana, era el mejor novelista erótico español.
Como periodista colaboró en revistas como Bromas y Veras. Semanario agridulce, órgano del «Trust de la Sinceridad Española» (1932-1933), donde tuvo reservada la sección titulada «Incongruencias». Se dedicó en especial a la novela corta, que publicó en las popularísimas revistas de anteguerra: Los Contemporáneos, El Cuento Galante, El Libro Popular, La Novela de Bolsillo, La Novela de Hoy o La Novela Corta. Tuvo en Blanco y Negro una sección propia llamada "Filosofía barata" y escribió muchas narraciones cortas para el suplemento literario Los Lunes de El Imparcial. También publicó en la revista Prometeo, en la quincenal de arte y crítica Ideas y Figuras, en Nuevo Mundo, en El Cuento Semanal, en La Novela Semanal, en Madrid Cómico o en el periódico Los Hombres Libres, que tenía como gerente a Artemio Precioso, para quien trabajó como escritor exclusivo en La Novela de Hoy. Por ejemplo, en El sultán de Recoletos, novela corta publicada en 1923, cuenta la triste vida de una joven vasca, Chichita Aranguren, que abandona a los catorce años su ciudad natal de Bilbao para ir a prostituirse a Madrid. Allí se encuentra un día con un hombre, Paco Zambrana, que decide retirarla del oficio y encerrarla en una torre de marfil para evitar que reemprenda sus actividades profesionales; pero eso disgusta a la chica, que se ha aficionado al libertinaje. La historia es dramática, pero Belda la narra en tono ligero y humorístico, en deliberado contraste con el trasfondo de la historia, con la que, por ejemplo, Felipe Trigo habría hecho algo más dramático.
La ideología de Belda es, sin embargo, liberal y moderadamente anticlerical, como en su obra Los nietos de San Ignacio:
Por eso y por su vinculación al republicano Artemio Precioso, el dictador Miguel Primo de Rivera mandó perseguir y procesar a éste y a los escritores que trabajaban para él, incluido Belda. Eugenio G. de Nora escribe sobre él lo siguiente:
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