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José Eduardo Jara



José Eduardo Jara Aravena (Villarrica el 23 de septiembre de 1951, Santiago, 2 de agosto de 1980) fue un estudiante de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que murió a causa de las torturas que le propinaron agentes de seguridad de la dictadura militar chilena.

José Eduardo con mucho esfuerzo logró ingresar a la Pontificia Universidad Católica de Chile, para estudiar Pedagogía, que luego cambió por Periodismo. Militaba en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.[1]

El 23 de julio de 1980 fue secuestrado junto a su compañera de universidad Cecilia Alzamora, cuando ambos se dirigían en un taxi colectivo al Campus Oriente de la Universidad Católica, para matricularse en el último semestre de Periodismo. Ocho días antes, un atentado realizado por el MIR hizo que la CNI buscara afanosamente pistas para llegar al MIR. A esta carrera contra el tiempo de la CNI, se había sumado Investigaciones organizando un grupo represivo llamado Comando Vengadores de Mártires, COVEMA, que fue el que secuestro a Eduardo Jara.[1]

Ana María Vásquez, la pareja de Jara, presentó un recurso de amparo el 28 de julio. "Temo que se encuentre detenido, ya que su amigo el estudiante de medicina Gonzalo Romero también se encuentra desaparecido, al parecer detenido. Otro antecedente importante es que una amiga de Cecilia Alzamora.[2]

Los secuestradores, hicieron hacer una declaración pública en la que afirmaron llamarse Covema: "Señores: ante la incapacidad de las fuerzas de seguridad y de policía, con esta fecha hemos formado el “Comando Vengadores de Mártires” COVEMA. Asumimos las responsabilidades que Uds. y la sociedad han eludido. Dios y Patria".[2]

Eduardo estuvo detenido en cuarteles de Investigaciones junto a otras personas, a quienes sus captores vinculaban con la muerte del Coronel Roger Vergara. Durante su cautiverio estuvo sometido a torturas que le produjeron evidentes y graves consecuencias físicas.[1]

El 2 de agosto fue liberado en un sitio eriazo junto con Cecilia Alzamora, solicitó ayuda a los vecinos del sector, quienes llamaron a un radiopatrullas que condujo a ambos estudiantes a la Posta N°4 de Ñuñoa. Eduardo Jara presentaba una hemorragia generalizada y un traumatismo encéfalo craneano. Le sobrevino un paro cardíaco. Murió cuando tenía 29 años.[1]

Un ministro en visita estudio en un principio el caso. Pero la Corte de Apelaciones sobreseyó, el 29 de enero de 1982, su causa iniciada por la familia de Jara.[2]

La periodista Cecilia Serrano fue compañera de Jara en la Universidad Católica el año 1980. Lo recuerda como un joven muy encantador, bueno de corazón, de esfuerzo y por sobre todo muy idealista. "Yo les prestaba los cuadernos", recordó la ahora concejal por Las Condes. "Cuando nos enteramos de su muerte, fue un cosa horrorosa, fue mi primer contacto fuerte con una persona víctima de la represión que hubo. Lo que le pasó a Eduardo me introdujo en el mundo real de esa época, fue muy terrible", señala la profesional. Agregó que "en el velorio hubo mucha impotencia y pena".[3]

El conductor policial del Servicio de Investigaciones, Celso Quinteros Martínez, fue quien desde Buenos Aires, Argentina, en declaración jurada confiesa y entrega información que vincula a la institución en el secuestro, torturas y apremios ilegítimos a los estudiantes de periodismo Cecilia Alzamora, con resultado de muerte para José Eduardo Jara. El director de Investigaciones, 1980, Ernesto Baeza, dio la orden de conformar un comando con los mejores policías de la institución para investigar el asesinato del coronel Roger Vergara. Para tales efectos reclutó al comisario de la Brigada de Homicidios, José Opazo. Esa noche, José Opazo armó su equipo. Allí estaban Vidal, Silva, González, Brusset, Maturana, Salazar, Valenzuela, Rojo, Céspedes, Castro, González. Cuando Opazo volvió al cuartel central, el director de la policía civil, el general ® Ernesto Baeza, lo llamó a su despacho para comunicarle que también se sumaría al trabajo un equipo de la Brigada Investigadora de Asaltos, “la BIA”, al mando de Nelson Lillo Merodio, tan talquino como Opazo. Entre los convocados figuraban también: Rodríguez, Moscoso, Ramírez, Vega, Navarro, Díaz, Figueroa, Riveros…, casi todos con experiencias obtenidas al investigar los asaltos bancarios perpetrados por el MIR. El viernes 1° de agosto una mano anónima depositó en el correo una carta que llegaría cuatro días después al vespertino “La Segunda”: "Señores, ante la incapacidad de las fuerzas de seguridad y de policía, con esta fecha hemos formado el Comando de Vengadores de Mártires (COVEMA). Asumimos las responsabilidades que ustedes y la sociedad han eludido. Dios y Patria", decía la nota. Estaba escrita en un papel pequeño, con la tipografía de una máquina ubicada posteriormente en los subterráneos del cuartel central de General Mackenna. Tiempo después, señala en su declaración, Celso Quinteros: “Julio Rada (subdirector de Investigaciones), junto al abogado Marcelo Cibie, me instruyen como debía de dar mi declaración ente el tribunal, que se encontraba investigando los secuestros y la muerte del señor Jara. A la reunión con el señor Rada, que debía acudir, me la notifico el señor Nelson Lillo, fue la única vez que Lillo me trato con respeto”. José Opazo fue procesado y condenado junto al señor Rodríguez. Nelson Lillo fue trasladado a la Comisaría de La Florida. El subdirector Julio Rada había venido trabajando con Nelson Lillo (hombre de confianza de Rada) desde la Brigada Móvil, Asuntos Especiales, desde mayo de 1968 y hasta el año 1982, tiempo en que Lillo es dado de baja por el nuevo Director de Investigaciones, General ® Fernando Paredes, debido a los resultados en la investigación del denominado caso “Sicópatas de Viña”. Crímenes ocurridos entre 1980 y 1981 en Viña del Mar. También existen otras dununcias en contra de Nelson Lillo Merodio, Jefe COVEMA, una de estas es de 1970. En esta, se acusa a Lillo Merodio de haber participado en el asesinato del detective Luis Emilio Colombo Morales, para después realizar un montaje en el sitio de suceso, para luego, hacer aparecer el hecho como un suicidio.

Carta abierta a José Eduardo Jara

Encerando, haciendo pequeñas clases, fotografíando, mantuviste a tu mujer y a tu hijo con la ilusión de un título que te alejaría de los vidrios y cera. Y nos duele a los que te quisimos, Eduardo, que te traten de "mujeriego" ya sabemos que le duele a tu esposa y algún día le dolerá a tu hijo. Y tú que vivías y estudiabas para ellos. Nos duele que digan que siempre llegabas tarde. ¿Cómo no hacerlo cuando se anda a pie y no quedan todos los vidrios limpios? A tu muerte llegaste tan temprano. Nos duele que se te trate de extremista porque jamás hubo en tu boca palabras de odio. No fue fácil tu vida, Eduardo; y a un semestre de terminar, un monstruoso equívoco, uno más de la violencia, la segó para siempre. Tu muerte, Eduardo, que no sea en vano, que nos aclare la conciencia, que el mensaje escrito con ella sea el editorial más profundo que nos despierte a la paz. Porque no puede ser, porque el silencio y la palabra que se quiebra nos invita este oscuro amanecer de invierno a gritar por la vida, simplemente por la vida, la misma que te quitaron.

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Andrea Vial Cecilia Serrano Juan Domingo Marinello Liliana Martínez.[4]

El Informe Rettig, declaró en el caso de Eduardo Jara:



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