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José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva



¿Qué día cumple años José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva?

José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva cumple los años el 14 de agosto.


¿Qué día nació José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva?

José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva nació el día 14 de agosto de 1826.


¿Cuántos años tiene José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva?

La edad actual es 198 años. José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva cumplió 198 años el 14 de agosto de este año.


¿De qué signo es José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva?

José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva es del signo de Leo.


¿Dónde nació José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva?

José Joaquín Álvarez de Toledo y Silva nació en Madrid.


José Álvarez de Toledo y Silva (Madrid; 14 de agosto de 1826 - 15 de febrero de 1900), XVIII duque de Medina Sidonia y grande de España, también conocido por el título de duque de Fernandina que llevó en vida de su padre y familiarmente como «Pepe Fernandina» o «Pepe Medina Sidonia»,[1][2]​ fue un aristócrata español, senador en las Cortes de la Restauración, que desempeñó los importantes cargos cortesanos de jefe superior de Palacio y caballerizo mayor durante la regencia de María Cristina.

Primogénito de una de las principales familias de la Grandeza española, fue hijo de Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y de los Vélez, duque de Medina Sidonia, y su esposa Joaquina de Silva y Téllez-Girón. Nació en el palacio familiar de Madrid el 14 de agosto de 1826, y el propio día le bautizaron en la vecina iglesia de San Andrés con los nombres de José y Joaquín, éste en honor de su abuela materna la marquesa de Santa Cruz, que fue la madrina.[3]​ Como heredero de la Casa, ostentaba los títulos de duque de Fernandina y conde de Niebla.

Instalada la familia en Nápoles desde el estallido de la guerra carlista, su padre se acercó progresivamente a la causa de don Carlos: primero la financió en secreto y en 1836 la abrazó abiertamente, pues se unió al cuartel general del pretendiente en los prolegómenos de la Expedición Real. En consecuencia, el gobierno cristino decretó el secuestro de todos sus bienes en España, lo que colocó a los Villafranca en una delicada posición económica, salvada sólo por sus numerosas posesiones en el reino de las Dos Sicilias, libres del embargo.

El marqués de Villafranca desempeñó importantes misiones diplomáticas para el pretendiente en las cortes de San Petersburgo y Viena. A esta última le siguieron la marquesa y sus hijos, por lo que el duque de Fernandina se educó en la Academia militar teresiana y tras graduarse formó parte del regimiento de dragones del príncipe de Windisch-Graetz, de 1844 a 1845.[4][5]

Nápoles, no obstante, continuó siendo la base familiar y allí vivían sus tíos gemelos el duque de Bivona y el conde de Scláfani -marido además de su hermana Teresa-, y sus otras hermanas adultas la princesa Colonna y la condesa de Collesano, esposas de dos destacados nobles napolitanos. En esa ciudad vemos al duque de Fernandina en 1847, ya casado con su prima Rosalía Caro, hija del también carlista marqués de la Romana y de su tía Tomasa, hermana de su padre. Así lo reseña en su correspondencia Juan Valera, entonces agregado en la embajada española y amigo del duque.[6]

La guerra había terminado en 1840, y conforme al convenio de Vergara los partidarios carlistas que reconociesen a Isabel II podían mantener sus cargos y empleos, así como recuperar lo requisado durante la contienda. El marqués no quiso acogerse a la amnistía y continuó en el exilio sirviendo de consejero a don Carlos y después a su hijo el conde de Montemolín tras la abdicación de 1845. Fernandina no compartía la decisión de su padre, presionó para hacerle cambiar de opinión y medió con el gobierno para lograr su indulto y el levantamiento del secuestro de sus bienes.[7]​ Su interlocutor fue precisamente el duque de Rivas, embajador en Nápoles y jefe de Valera, que en octubre de 1847 escribe al general Narváez, presidente del Consejo de Ministros:

Así, el duque de Fernandina regresa a España y obtiene la restitución del patrimonio familiar, en el que había que desembrollar numerosas cuestiones surgidas de la abolición del régimen señorial, así como su reparto entre todos los herederos del anterior marqués de Villafranca, por de la desvinculación de los mayorazgos. Su padre, en cambio, permanece al lado de Montemolín, basculando entre Londres, Bruselas y Nápoles.

Enfrascado en sus asuntos patrimoniales, Fernandina se establece en Madrid, en su casa de la calle don Pedro, y emprende la rehabilitación del palacio sanluqueño.[9]​ Por fin, en 1851, el marqués de Villafranca sigue sus pasos: tras el fracaso de la segunda insurrección carlista, abandona la causa, presta obediencia a Isabel II y vuelve a España.[10][11]​ Su hijo comienza entonces a recibir las distinciones propias de su rango como primogénito de una casa de la primera Grandeza: el hábito de la orden de Calatrava, ese mismo año,[12]​ y la llave de gentilhombre de cámara en 1856.[13]

Los duques de Fernandina se integran por completo en la vida mundana madrileña. En la prensa de la época podemos encontrarlos en la boda de la infanta Amalia con el príncipe Adalberto de Baviera,[14]​ en los bailes de palacio -donde en el duque valsea con la reina-[15]​ y en las recepciones y veladas teatrales de la duquesa de Medinaceli o la condesa de Montijo, en su célebre quinta de Carabanchel.[16][17][18][19]​ Pepe Fernandina, distinguido por su apariencia física y apostura, era además un reputado jinete, y a la duquesa Rosalía se la consideró la «primera amazona del reino».[20][1]

Una de los acontecimientos de mayor brillo social tuvo lugar durante la visita a España de su pariente la emperatriz Eugenia en 1863, la única que hizo como consorte de Napoleón III. A su paso por Sevilla, Fernandina organizó una fastuosa montería en el coto de Doñana, la vasta finca familiar a orillas del Guadalquivir. El duque lanceó un jabalí con gran temeridad y gallardía, según relataron minuciosamente los periódicos franceses y españoles.[21][22][23]​ En vista del éxito, al año siguiente ofreció a la emperatriz una «cacería a la española» en Versalles, a su costa, con caballos, perros y garrochistas andaluces que hizo fletar en tren para la ocasión.[24][25]

En menos de una década, la posición de los Villafranca está completamente restablecida. Aunque el marqués mantiene un perfil bajo y reside principalmente en Andalucía, se le conceden prerrogativas acordes a su calidad de Grande: en 1860 es nombrado senador por derecho propio,[26]​ según lo previsto en la Constitución vigente, y en 1862 recibe la gran cruz de la orden de Carlos III.[27]​ Asimismo, en 1864 cede al duque de Fernandina su título de marqués de los Vélez, con grandeza de España,[28]​ lo que le permite igualmente ingresar en el Senado,[29]​ y a sus hijos pequeños Alonso y Pedro los de marqués de Martorell y de Valdueza.[30][31]​ Éstos emparentaron con destacadas familias isabelinas por sus respectivos matrimonios con una nieta del marqués de Miraflores y una hija del general Lara.[32][33]

Tras la caída de Isabel II, se marchó a sus posesiones napolitanas, permaneciendo allí hasta la Restauración monárquica de 1875. Fue entonces llamado a la Corte como gentilhombre grande de España con ejercicio y servidumbre de la reina, caballerizo mayor del rey y mayordomo mayor interino.

Su carrera política fue en alza, siendo senador del Reino, diputado a Cortes por Cádiz (1876), embajador español en la coronación del zar de Rusia (1883) y jefe superior de Palacio (1890). Logró el collar de la Orden de Carlos III (1887), el Toisón de Oro (1890) y la Gran cruz de la Orden Civil de la Beneficencia.

Sin embargo, fue el causante de la gran ruina de la casa de Medina Sidonia, vendiendo gran parte del patrimonio familiar, como el castillo de Vélez-Blanco, el castillo de Villafranca del Bierzo, el palacio del duque de Medina Sidonia en Sevilla y una enorme cantidad de obras de arte. Además, gastó una fortuna para construir el palacio de la playa de la Concha en San Sebastián, queriendo impresionar a la corte veraniega.

Murió en su palacio madrileño el 15 de febrero de 1900, siendo un importante personaje de la corte, maestrante de Sevilla y caballero de Calatrava, pero habiendo dilapidado el patrimonio familiar.

El duque contrajo matrimonio en Erpel (Prusia), el 26 de septiembre de 1846, con su prima hermana Rosalía Caro y Álvarez de Toledo, hija de Pedro Caro y Salas, IV marqués de la Romana, grande de España, y de María Tomasa Álvarez de Toledo y Palafox, hermana de su padre. Hijos:



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