Julio César Strassera (Buenos Aires, 18 de septiembre de 1933 - ibidem, 27 de febrero de 2015) fue un abogado argentino y fiscal a cargo del juicio contra las juntas militares que gobernaron la Argentina entre 1976 y 1983, periodo durante el cual se desempeñó como fiscal federal.
En 1976, Strassera fue nombrado Secretario de Juzgado. Durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional fue promovido como fiscal general.
Durante los primeros años de la dictadura se encargó de Hábeas Corpus solicitados por presos políticos, muchos de ellos denegados. Uno de esos Hábeas Corpus denegados fue el que pidió el exgobernador de la provincia de Santa Cruz, Jorge Cepernic, dirigente cercano a la organización Montoneros. Cuando Cepernic fue detenido se lo puso a disposición del Poder Ejecutivo, al tiempo que le fueron confiscados todos sus bienes. Strassera dijo el 19 de marzo de 1979, cuando era Fiscal Federal acerca de dicho pedido: >
Además, en la misma declaración Lidia Papaleo le habría declarado a Strassera acerca de las torturas y vejaciones y el fiscal se negó a incluirlo en la declaración. Como fiscal intervino también en el caso del asesinato de sacerdotes y seminaristas conocido como "Masacre de San Patricio" y solicitó el sobreseimiento de los autores, lo cual fue aceptado por el juez Rivarola. Siete años después la causa se reabrió por el juez Biondi por pedido del padre Cornelio Ryan, Delegado Provincial de la Comunidad palotino irlandesa, que solicitó se tomara en cuenta el testimonio de los 2 jóvenes que observaron parte del operativo.
Como fiscal tomó declaración a Lidia Papaleo, en relación a la causa de la vinculación de David Graiver y la agrupación Montoneros. La detenida era una detenida clandestinamente, y estaba internada en el hospital debido a las torturas, esposada a la cama, por lo que le solicitó un Hábeas Corpus, que también fue negado.
Como fiscal intervino también en el caso del asesinato de sacerdotes y seminaristas conocido como "Masacre de San Patricio" y solicitó el sobreseimiento provisional de la causa por no haber elementos para individualizar a los autores, lo cual fue aceptado por el juez Rivarola. Siete años después la causa se reabrió por el juez Biondi por pedido del padre Cornelio Ryan, Delegado Provincial de la Comunidad palotino irlandesa, que solicitó se tomara en cuenta el testimonio de los 2 jóvenes que observaron parte del operativo. Su controvertida actuación durante el Proceso le valdría varias críticas. " en el Proceso tuvo un gesto horrible y de un maltrato a los detenidos, superlativo. El que la destrababa era Strassera”,
En 1981, Strassera fue designado Juez de Sentencia.
En el famoso Juicio a las Juntas de 1985, Strassera fue el fiscal acusador que lo condujo. Este juicio, resultado del decreto número 158/83 del gobierno de Raúl Alfonsín, según lo exigía el entonces Código de Justicia Militar, se realizó contra nueve integrantes de las Juntas Militares (incluyendo jefes de estado) que gobernaron Argentina durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional entre 1976 y 1983 que terminó con la condena de cinco de ellos, la mayor parte a cadenas de prisión perpetua. Fue el primer proceso masivo en contra comandantes militares por el asesinato masivo de personas desde los Juicios de Núremberg, el único en el mundo hecho por tribunales civiles.
El 4 de octubre de 1984 la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal (tribunal civil) asume la parte acusatoria; según lo explica el mismo Julio Cesar Strassera, en una entrevista:
Strassera llevó a cabo la acusación a las juntas, como autorizaba la ley 23.049 aprobada en febrero de ese año, asistido por Luis Gabriel Moreno Ocampo. El juicio se realizó entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Se trataron 281 casos.
En el juicio Strassera realizó de viva voz la acusación pública contra los dictadores, que constituye un documento histórico y una pieza fundamental en la defensa de los derechos humanos.
Strassera cerró su alegato con esta frase:
El 9 de diciembre se dictó la sentencia condenando a Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera a reclusión perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión. Por las características que tuvo, la condena a las juntas militares realizada por un gobierno democrático constituye un hecho sin precedentes en el mundo, que contrastó fuertemente con las transiciones negociadas que tuvieron lugar en aquellos años en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica.
Después del juicio, Strassera fue representante argentino ante los organismos de derechos humanos con sede en Ginebra y con motivo de los indultos de los militares dispuestos por el presidente Menem [1], se retiró de la función pública y se dedicó a ejercer su actividad como abogado y a participar activamente de la actividad de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), organización de la que forma parte integrando su presidencia.
En 2006 defendió a Aníbal Ibarra en el juicio político por el que fue removido de su cargo de Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a causa del incendio sucedido en la discoteca Cromagnón.
A pesar del apoyo del kirchnerismo a la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida en 2003, a fines de 2008 Strassera dijo:
En esa ocasión también afirmó:
Finalmente, entre 2009 y 2010 se iniciaron los juicios por los que hay más de 400 procesados. [cita requerida]
Strassera falleció el 27 de febrero de 2015 en la Clínica San Camilo del barrio de Caballito, Buenos Aires, debido a una grave infección intestinal y un cuadro de hiperglucemia tras permanecer internado diez días en terapia intensiva.
Dirigentes de diversas extracciones políticas lamentaron su muerte y destacaron su rol en el fortalecimiento democrático.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner decretó dos días de duelo nacional por el fallecimiento del exfiscal del Juicio a las Juntas.
Luis Moreno Ocampo recordó su trabajo junto a Strassera en el histórico juicio a los líderes de las Juntas Militares en una columna publicada en el Diario Perfil:
El 11 de septiembre de 1985 en el marco solemne que proveía la sala de audiencias de la Cámara Federal con sus enormes ventanas con vitraux y sus bancos de iglesia estaban por primera vez todos los ex comandantes. Comenzaba la etapa final del juicio a las juntas, el momento de analizar las pruebas reunidas y pedir las condenas. La expectativa era enorme, la sala estaba abarrotada, había periodistas de todo el mundo y yo estaba sentado al lado de Julio Strassera.
Todos nos pusimos de pie cuando entraron los seis jueces. El presidente del Tribunal Dr. Arslanian dio por abierto el acto y le dio la palabra a Julio Strassera que comenzó explicando a quiénes estaba representando: “Señores jueces: la comunidad argentina en particular, pero también la conciencia jurídica universal, me han encomendado la augusta misión de presentarme ante ustedes para reclamar justicia. No estoy solo en esta empresa. Me acompañan el reclamo de más de nueve mil desaparecidos que han dejado, a través de las voces de aquellos que tuvieron la suerte de volver de las sombras, su mudo, pero no por ello menos elocuente testimonio”.
Durante tres días los ex comandantes vivieron su peor pesadilla. Sentados en un banco tuvieron que escuchar los detalles de lo ocurrido a centenares de personas que representaban a sus miles de víctimas.
La exhortación final de Julio Strassera a un “nunca más” produjo una ovación y un aplauso cerrado en la Sala de Audiencias que resonó en todo el mundo.
Menos de un año antes, en octubre de 1984 Julio me había recibido en su despacho en la planta baja del antiguo edificio de Tribunales de la calle Talcahuano. Era un momento especial: la Cámara había decidido quitarle al fuero militar el “juicio a las juntas” y Julio era el fiscal. Quería armar un equipo especial para llevar ese caso y que su secretario y el resto de sus empleados se ocuparan de los casos ordinarios. Había que investigar miles de casos y no confiaba en la policía o los servicios de inteligencia que habían actuado bajo el comando operacional de las juntas. Su amigo Jorge Medici que era mi jefe en la Procuración General de la Nación le había hablado bien de mí. Yo nunca había actuado como fiscal y a Julio le pareció que eso era una ventaja. El tenía toda la experiencia, pero necesitábamos ideas nuevas que respetaran el derecho de los acusados y al mismo tiempo juntar todas las pruebas en un tiempo récord. Finalmente Julio tomó dos decisiones inéditas en el sistema judicial argentino. Primero, la Fiscalía iba a liderar la búsqueda de pruebas. Eso rompió la tradición de que fueran los jueces los que investigaban. Segundo, íbamos a seleccionar sólo los casos que se pudieran probar en ese momento, y de esa forma acreditar el plan ilegal aprobado por los comandantes. El iba a aprobar la estrategia y yo tenía que instrumentarla. Ese encuentro cambió mi vida.
Durante los siguientes tres años Julio fue mi mentor. Yo dirigía la investigación y Julio le ponía el pecho a todas las presiones externas. Trabajamos literalmente codo a codo, Julio puso un escritorio enfrente del suyo y compartíamos el despacho.
Nuestro equipo de investigación estaba integrado por dos estudiantes de derecho, ocho jóvenes empleados de Tribunales y dos jóvenes abogadas que habían recibido denuncias en la Conadep. Trabajaban amontonados en los restantes dos de los tres cuartos que ocupaba la Fiscalía. Ellos hablaban con las víctimas y buscaban las pruebas imparciales que pudieran corroborar lo ocurrido. No se habían creado ni los teléfonos celulares ni internet y la computadora personal era un invento reciente fuera de nuestro alcance, así que una caja de zapatos con fichas de dos colores nos servía para cruzar la información. La tarea era enorme y trabajamos contrarreloj.
Necesitábamos que la gente confiara en nosotros y Julio que había hecho toda su carrera en Tribunales fue la persona que les dio confianza. Hizo un reportaje donde afirmaba “tengo las pruebas contra los comandantes”. Eso le valió muchas críticas entre sus colegas, pero hizo que la gente acudiera cuando los llamábamos. Me acuerdo que los diarios anunciaron que dos jóvenes investigadores de Strassera iban a Tucumán a buscar testigos y se llenó una plaza de personas dispuestas a declarar.
Su rol protagónico fue la clave de que en solo seis meses juntáramos el nombre de dos mil testigos y miles de documentos que corroboraban lo que decían.
Julio era brillante y apasionado. Dejaba salir sus emociones, su furia y su alegría y luego se reía de ellas. Nos íbamos a almorzar a un bodegón de la calle Talcahuano y Julio nos repetía el cuento del café de Zapata.
Zapata que era el ordenanza de la Fiscalía le había ofrecido un café que estaba frío. Julio se enojó y gritando, le dijo: “Zapata, usted tiene que traer el café caliente. Y si no sabe cómo, ponga el dedo dentro para probar si la temperatura está bien”. Al rato, Zapata volvió diciendo: “le traigo el café nuevo. Está probado”.
El 25 de julio de 2015 se inauguró en el barrio de Palermo un comité de la Unión Cívica Radical que lleva su nombre. Dicho comité se encuentra en José A. Cabrera 3829, Comuna 14 C.A.B.A.
En 2018 la Fundación Konex le confiere un Diploma al Mérito post mortem por la disciplina Magistrados.
En 2022 se estrenará la película 1985, donde será interpretado por Ricardo Darín.
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