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La gran aldea



La gran aldea es una novela corta, creación de Lucio Vicente López, única novela de su autor y, según Ricardo Rojas, una de las fundadoras de este género en la literatura argentina. Fue publicada originalmente en forma de folletín, en 1882, en el periódico Sud-América. Dos años después fue editada, ya, en formato de libro.

La novela lleva el subtítulo Costumbres bonaerenses. Está dedicada a Miguel Cané:

mi amigo y camarada,

.

El epígrafe es de Édouard Pailleron, tomado de Le Monde où l'on s'ennuie:

Cuenta con introducción y 21 capítulos, que suelen alternar en series de capítulos cortos y de otros más largos.

El texto, a pesar de su desigual factura, es un testigo imprescindible de la profunda y vertiginosa transformación política y económica que cambió radicalmente la fisonomía de Buenos Aires, de la que pinta un retrato a la vez nostálgico e irónico. La ciudad que plasma el autor es la que ha quedado después de dos décadas de cambios que la hicieron devenir, de una pequeña población de provincias, a una orbe de perfil europeo en la que las relaciones interpersonales han sido dinamitadas y en la que sus personajes se encuentran perdidos entre la ostentación, la frivolidad y la omnipresencia de lo siniestro. Lucio Vicente López dice:[1]

La ciudad ha ampliado sus límites, se ha hinchado hacia afuera y hacia el cielo. Las cúpulas inundan las calles, que han perdido su aire campesino para asimilar un ambiente europeizante que no sólo hegemoniza la arquitectura, sino también el pensamiento de muchos de sus habitantes. Así pues, el habla se brota de extranjerismos, muchos ingleses y más franceses. Este proceso es paralelo al de la inmigración europea masiva, la cual es recibida con temor y recelo.

Lucio V. López es un joven abogado perteneciente al Club Liberal. En La gran aldea pueden apreciarse distintas tesis defendidas por su autor a través de las vicisitudes de sus personajes.

El clero es uno de los objetivos de la pluma del escritor. En el capítulo 12, por ejemplo, la descripción de un fraile, que acude a auxiliar a una moribunda, apela al humorismo más crudo:[2]

El escarnio es sistemático en la caracterización de los miembros de la curia:[2]​ los clérigos son una «turba de cuervos negros y pardos», visten «uniforme carnavalesco de colorinches», son «incorrectos bajo el punto de vista de la higiene personal».

Los mitristas también son atacados por la novela, que los presenta como autoritarios. En una reunión política, los personajes argumentan:

[…]

La confusión entre clases y nacionalidades también es atacada por el escritor. Un cuadro dantesco, que sirve para cerrar la novela, es el de la muerte, quemada viva en su cuna, de una beba de pocos meses y fruto del matrimonio entre una joven inmigrante y un criollo. Lucio Vicente López no aligera su pluma para la descripción del siniestro accidente, sino todo lo contrario:

David Viñas, en el primer volumen de Literatura argentina y política, dedica el capítulo «“Niños” y “criados favoritos”: de Amalia a través de La gran aldea hasta recalar en algunas mujeres» a analizar algunos aspectos de la obra.[3]​ Viñas denomina «literatura de venganza» al texto de Lucio Vicente López, señalando que en La gran aldea:[4]



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