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La gran matanza de gatos



La gran matanza de gatos es una obra literaria de Robert Darnton enmarcada bajo el enfoque de la microhistoria. La Historia que presenta este autor se caracteriza por nuevos enfoques como la Historia de la lectura, la Historia de Archivos Policiales o Historia de la Cultura.

Robert Darnton (Nueva York, Estados Unidos, 1939) estudió en la Universidad de Harvard y se doctoró en Historia en la Universidad de Oxford. Fue periodista y docente en diferentes Universidades. Desde el año 2007 es director de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Se destaca dentro de la rama de la historia de Francia del siglo XVIII.[2]​ El suceso más divertido en la imprenta de Jacques Vincent -según atestiguó un obrero- fue "una matanza tumultuosa de gatos." Así se inicia la exploración de Robert Darnton de los violentos ritos practicados por los artesanos a mediados del siglo XVIII en Francia. En una serie de ensayos elegantemente escritos, Darnton exhuma las extrañas y maravillosas visiones del mundo de la gente ordinaria y extraordinaria que habitaba Francia en la época de la Ilustración. Al combinar las técnicas e ideas de la antropología con el arte narrativo del historiador, Darnton evoca lo exótico y el lugar común en la cultura del siglo XVIII francés. Para ello invita al lector a examinar detenidamente cuestiones como por qué un grupo de artesanos parisienses encontraba tan divertida una matanza de gatos. En "Un inspector de policía organiza sus archivos" -un relato sobre un agente de la policía del rey, cuya tarea consistía en espiar las actividades personales y literarias de los escritores franceses-, nos ofrece una idea de cómo el Antiguo Régimen luchaba por comprender a una nueva y peligrosa generación de franceses: los intelectuales independientes. Otros ensayos permiten observar el rostro rápidamente cambiante de las urbes francesas y observar a Diderot y a D'Alembert tramar el reordenamiento sistemático de todo el conocimiento humano cuando realizaron la Enciclopedia.

Armados con mangos de escobas, varillas de las prensas y otros instrumentos de trabajo, un grupo de hombres persiguieron a todos los gatos que pudieron encontrar en los techos y en las cercanías de la imprenta donde laboraban. Apalearon a cuanto felino les salió al paso y, a los que no mataron durante la persecución, los metieron en sacos para luego «someterlos a un juicio público» con guardias, un confesor y un verdugo. Después de declarar culpables a los animales y darles los «últimos sacramentos», los remataron en patíbulos improvisados.

Lo más relevante de todo esto no fue la crueldad ni la saña de quienes perpetraron esta matanza, sino el ánimo con que la realizaron: ahogados en risas y en un ambiente festivo que, meses más tarde, cuando en el taller querían divertirse un rato —o burlarse de sus patrones—, hacían representaciones paródicas de ese momento.

Por supuesto, a nosotros, lectores del siglo XXI, este relato podrá producirnos todo, menos risa. Los antropólogos han descubierto que, en las interpretaciones más oscuras que una sociedad le pueda dar a un acontecimiento —chiste, proverbio, ceremonia—, están los elementos para comprender o acercarse un poco al pensamiento de esa cultura.

Aquí hay gato encerrado En otro tiempo estás. Eres el dueño 
de un ámbito cerrado como un sueño. 
«A un gato». —Jorge Luis Borges

Desde las primeras civilizaciones, los gatos han originado las más contradictorias pasiones. Cuando un gato moría en el Antiguo Egipto, sus «dueños» —la autosuficiencia de los gatos y su instinto de cazadores les impide ser mascotas de nadie— se rasuraban las cejas en señal de luto. No es casualidad que esta veneración de los egipcios fuera censurada por el pueblo hebreo; de ahí que los perros sean mencionados más de 40 veces en la Biblia, mientras los gatos solo dos y con referencias negativas.

Siempre se han atribuido rasgos o cualidades humanas a los animales; esta ambigua postura ontológica le ha dado a, por ejemplo, puercos, perros, bueyes, gatos… un poder oculto asociado al tabú. De esto hablaremos en otra ocasión con mayor detalle, así como del papel que han tenido los gatos en la historia.

El tercer capítulo se denomina "Un burgués pone orden a su mundo. La ciudad como texto". Este capítulo se basa en una gran descripción que realizó un habitante anónimo de la ciudad de Montpellier en 1768. El acontecimiento puntual de "la gran matanza gatos" que se refiere al segundo capítulo de la obra de Robert Darnton, es uno de los tantos acontecimientos descritos en esta detallada descripción. El relato es verídico y se encarga de describir las calles de la ciudad, algunos negocios en particular, las tabernas, distintos tipos de barrios, varios personajes que ocupan determinados roles sociales (como comerciantes, vagos, policías, etc.) entre muchos aspectos más. Es una muy buena descripción que brinda la posibilidad de "ver" cómo se encontraba una ciudad corriente francesa a la luz de un simple habitante de clase media.[3]

El cuarto capítulo se denomina "Un inspector organiza su archivo. La anatomía de la República de las letras". este capítulo refiere a la muestra de un archivo oficial de policía. El dueño de este archivo es el inspector Joseph d'Hémery. Este inspector desarrolló, dentro del marco policial, una muy particular tarea en Francia a mediados del siglo XVIII. La monarquía absoluta francesa durante el siglo XVIII, comenzó a perder poder político considerablemente. Una de las fugaz de este poder se generaba a través de la circulación de material bibliográfico que defendía ideas propias de la ilustración, las cuales atacaban a los pilares básicos de los gobiernos monárquicos. Uno de los mecanismos de control que implementó la corona para con el freno de este tipo de literatura fue la consolidación de nuevos cargos o puestos policiales como el del inspector d'Hémery, cuyas funciones se resumían a rastrear, calificar, catalogar, censurar y/o premiar las obras literarias que merodeaban la atmósfera francesa. Fue muy efectivo este método en cierta medida, ya que no solo le permitió a la corona mantener fiel conocimiento de las obras que circulaban y su respectiva calidad, sino que además, a partir de estas indagaciones, los inspectores realizaban estudios de corte cuanti y cualitativo de todos los autores, así como de puntos claves de circulación bibliográfica y de comercio ilegal o cualquier tipo de expresión ilícita de literatura que se denominó como "libertina".[3]

El quinto y último capítulo de la obra se denomina "Los lectores le responden a Rousseau. La creación de una sensibilidad romántica". Este capítulo es muy significativo ya que el autor lo plantea desde una muy particular perspectiva. Robert Darnton parte de la base cuestionar qué era lo que se leía realmente en Francia durante el siglo XVIII. La Revolución Francesa, propiamente, fue un suceso que se desencadenó en cierta medida por o contó con un sustento teórico que lo amparó; indagar quiénes y cómo se refirieron a dicho proceso es un poco el fin de Robert Darnton en este capítulo. Este capítulo se acerca a un parcial intento de historia de la lectura francesa, planteando quiénes leían, cómo lo hacían, dónde leían, y que significaba el hecho de leer propiamente.



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