La comunicación oral se establece entre dos o más personas, tiene como medio de transmisión el habla y como código un idioma.
Cada técnica empleada con el fin de intercambiar las ideas tiene un campo de aplicación muy variado, entre los que figuran: el personal, social, profesional, político o científico, entre otros. Sea cual sea el momento, el lugar o la circunstancia, comunicarse es un proceso inevitable del ser humano.
La comunicación oral permite a los individuos realizar las acciones de la vida cotidiana, formarse como persona e integrarse en la vida social.
La pragmática de Peter Strawson y John Searle considera que «acto de habla» se refiere usualmente a lo mismo que se designa con «acto ilocutivo», término a su vez acuñado por John L. Austin en ¿Cómo hacer cosas con palabras? (1962).
De acuerdo con Austin, el «acto ilocutivo» se da en la medida en que la enunciación constituye, por sí misma, cierto acto, entendido como transformación de las relaciones entre los interlocutores o con los referentes. Un ejemplo clásico es que al decir «lo prometo» o «sí, acepto» (en una ceremonia matrimonial) estamos, a la vez que hablando, realizando el acto. En este sentido, el "acto de habla", es decir, la emisión del enunciado puede realizarse en forma oral o escrita, siempre y cuando se lleve a cabo la realización de una acción mediante palabras.
El efectuar un acto de habla, expresando una oración correcta gramaticalmente y con sentido, implica un compromiso con el entorno. Un acto de habla puede ser: solicitar información, ofrecer, disculparse, expresar indiferencia, expresar agrado o desagrado, amenazar, invitar, rogar, etc. El acto de habla consta de tres niveles elementales:
También, los actos de habla se pueden dividir en dos tipos:
Searle, quien siguió el análisis de Austin sobre los enunciados de acción o «performativos» y se centró en lo que aquel había llamado actos ilocucionarios (actos que se realizan diciendo algo), desarrolló la idea de que diversas oraciones con el mismo contenido proposicional pueden diferir en su fuerza ilocucional, según se presenten como una aseveración, una pregunta, una orden o una expresión de deseo.
Según Searle, las fuerzas ilocucionales de un acto de habla pueden describirse siguiendo reglas o condiciones especificables, dadas tanto por las circunstancias como por el propósito que se sigue en diferentes actos ilocucionarios.
Paul Grice formuló su estado de fase de cooperación para toda actividad de intercambio, pero lo especificó en referencia a la comunicación oral: «Haz tu contribución conversacional tal y como es requerida en el momento en que ocurre y de acuerdo con la finalidad previamente aceptada del intercambio en que te hayas implicado».
Al ocuparnos del principio de cooperación de Paul Grice entendemos que el principal objetivo del filósofo inglés era el descubrimiento de unas reglas pragmáticas presentes en cualquier lenguaje discursivo que posibiliten dicho acto lingüístico. De este modo podemos establecer una especie de acuerdo entre los interlocutores que desarrollan una conversación, ya sea escrita o dialogada, por el cual delimitan y definen un «contrato lingüístico» que posee unas «máximas» determinadas. Acudiendo expresamente a las palabras del propio Paul Grice encontramos la siguiente afirmación:
Según Grice, existen cuatro máximas implicativas que deben cumplirse para llevar a cabo una buena comunicación oral:
Aunque existen ciertas ocasiones en las que está permitido incumplir estas máximas:
El proceso de competencia pragmática es nombrado por Noam Chomsky, en un artículo de 1978, como complemento a la competencia gramatical, que era desde 1957 una de las ideas fundamentales del generativismo. La psicología cognitiva diferencia entre conductismo y cognitivismo. Para fundamentar la perspectiva cognitiva del lenguaje, Noam Chomsky propuso tres ideas fundamentales:
La diferencia es que el estructuralismo siempre asumió que la descripción del sistema, aunque fuera el objetivo, solo podía lograrse desde los datos del habla. El generativismo, en cambio, en su empeño por rechazar lo que fuera “conductual”, ignora los datos concretos en su pretensión de describir solo la competencia. La clave estaría en la introspección del lingüista. Se asume que el lingüista es hablante, y por tanto tiene acceso a las estructuras profundas y su criterio como hablante es aceptado con valor metalingüístico.
Estas dos estructuras están alojadas en el cerebelo, en una parte muy conocida como la glándula pilial; es necesario el consumo de agua natural para no alterar esta glándula y así mejore significativamente nuestro análisis en la estructura profunda y desarrollar más nuestra estructura superficial.
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