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Lesbianismo político



El lesbianismo político es un fenómeno dentro del feminismo radical, principalmente dentro de la segunda ola del feminismo; incluye al feminismo lésbico, aunque no se limita solo a ello. El lesbianismo político recoge la teoría (citada por algunos como homofóbica[1][2]​ y descartada por la OMS desde 1973[3]​) de que la orientación sexual se elige, y aboga porque las feministas elijan ser lesbianas como forma de escape de una relación heterosexual.[4]

A finales de la década de 1960, la nueva ola del feminismo proporcionó una plataforma para que algunas mujeres escaparan de un envoltorio percibido como sofocante de normas heterosexuales, sexualidad tradicional, matrimonio y vida familiar, una vida entendida por algunas feministas como de trabajo duro con escaso reconocimiento y dentro de sistema que subyugaba a las mujeres. Al escapar de las relaciones heterosexuales, las mujeres podrían tener la oportunidad de declararse a sí mismas como lesbianas con intereses compartidos. Como resultado, el feminismo proporcionó un entorno en el que el lesbianismo era más un asunto político que uno de dolor o sufrimiento personal.

En un sentido amplio, el lesbianismo político supone la identificación de las mujeres con las mujeres, incluyendo un rol más allá de la sexualidad pero apoyando que se evite formar una relación con los hombres. Se basa parcialmente en la idea de que las mujeres que comparten y promueven un interés común crean una energía positiva y necesaria para aumentar y elevar el rol de las mujeres en la sociedad, un desarrollo que será restringido por las instituciones de la heterosexualidad y el sexismo si las mujeres eligen las normas tradicionales.

A pesar de que hubo cierta discriminación contra las lesbianas dentro del propio movimiento feminista, esto finalmente proporcionó una necesaria plataforma política para ellas. A su paso, también expandió e introdujo perspectivas divergentes sobre la sexualidad.[5]

Alguna teoría feminista sobre la sexualidad evitaba la fijación biológica en favor de los constructos sociales como la base de la sexualidad. Sin embargo, esta idea planteaba cuestiones sobre la sexualidad y el lesbianismo. Si la sexualidad podía ser un constructo de la naturaleza humana, entonces había poco margen para comprender la naturaleza de la formación histórica de la naturaleza humana, especialmente si la naturaleza histórica del hombre o de la mujer fomentaba la heterosexualidad.[5]​ Además, si el lesbianismo se convierte en una institución social, la vía para una persona dominante en una relación puede plantear dificultades al hablar de las intenciones originales del lesbianismo político.



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