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Letra Bastarda (caligrafía)



La letra bastarda es, según Palomares, un estilo de escritura que «bastardea» o degenera la letra cancilleresca característica del Renacimiento: «[…] todas las Letras Bastardas proceden legítimamente del Carácter llamado Cancellaresco, que fue usual en el siglo de I500, no solo en España, sino también en Italia, y Alemania, y es la Letra Magistral […]»,[1]​ pero que es preferida durante todo el periodo barroco y neoclásico porque se ejecuta con mayor rapidez y economía de espacio: «Y començaré por la Bastarda, assí por ser letra de tan gentil invención, y parecer como por ser la que ahora más se usa». Lucas, folio 3v.[2]

El primero que escribió en un tratado esta variedad, aún sin acabar de evolucionar, fue Giovanni Francesco Cresci, que versionaba las bellísimas cancillerescas de Arrighi, Tagliente y Palatino.

Francisco Lucas[2]​ no diferencia bastarda de cancilleresca, pero sí de la grifa:

Lucas y más tarde Palomares[1]​ entienden la bastarda como una evolución o bastardeo de la letra cancilleresca, como la grifa es también una formalización de ésta. Palomares se ocupará de la variedad española, que reivindica como carácter nacional y cuyo modelo dice tomar de Pedro Díaz Morante. En realidad su propia bastarda es más redondeada y tiene más ligaduras, además de que sus láminas están considerablemente mejor grabadas.

Para Aznar de Polanco:[3]

Con que se hizo vn mixto de estas dos Formas, que no es tan caída, como la Grifa, pero más que la Magistral; ni es tan cerrada de Ángulos, como la Magistral ni tan abierta, como la Grifa, ni tan esquinada, como ésta, y menos arqueada, que la Magistral: de modo, que se vino a tomar el medio entre los dos estremos de estas dos Formas, y quedó la Bastarda en el término, que oy se practica, no solo en esta Corte, sino en todos los Reynos, y Señorios de España. […]

Para el abate Domenico Maria Servidori, la bastarda es la cancilleresca, aunque deformada:[4]

La autoridad que cierra el siglo XVIII, Torcuato Torío de la Riva, coincide con aquellos en la definición; insertamos la siguiente cita porque además constituye un resumen de la historia de esta forma de letra: [5]

La letra itálica o cancellaresca se conoce en toda Europa con el nombre de bastarda desde que bastardeando o degenerando de su anterior formación perdió la aridez y viveza de sus ángulos, y adquirió en ellos cierta rotundidad y curvatura conforme al buen gusto de los sabios pendolistas.1 Esta es la opinión de los mejores autores, y la más probable, sin embargo de que los encyclopedistas franceses digan que la letra itálica o bastarda trae su origen de los antiguos romanos, y que lleva este nombre, o porque no es la forma nacional de Francia, o por su inclinación de izquierda a derecha, que, como añaden, no empezó a notarse en esta especie de letra hasta después de las irrupciones de los godos y longobardos en Italia. Como la falta de verosimilitud de semejantes aserciones la conoce todo el que esté medianamente impuesto en los progresos del Arte de escribir, no me detendré en refutarlas, ni en hacer ver, como pudiera, la poca instrucción de los encyclopedistas en este ramo. Baste decir que la letra cancellaresca que se usaba ya en Italia mucho tiempo antes de la invención de la imprenta, no adquirió generalmente su rotundidad e inclinación hasta fines del siglo XV,2 en que habiendo conocido sus ventajas se adoptó, digámoslo así, en toda Europa para la prensa y la pluma. La prueba de esa verdad se advierte en las impresiones anteriores al siglo XVI, cuyos caracteres no son más que monacales o góticos o alemanes, como impropiamente llama el Padre Terreros, y no cancellarescos o itálicos, que son sumamente diversos. La primera vez que usó la imprenta de estos caracteres, fué en la obra de Le cose volgari del Petrarca, que publicó en Venecia en 1501 Aldo Pio Manuzio, y reimprimió dos años después Gerónimo Soncino, que le disputó la gloria de ser el inventor de este precioso carácter, como veremos al tratar de los autores italianos. Por ahora solo me contentaré con decir, que la letra bastarda que se usaba ya entre algunos de sus escritores desde principios del siglo XV, y no se destinó para la imprenta hasta el siguiente, se la debemos a la inteligencia, laboriosidad y buen gusto del citado Aldo: que a principios del siglo XVI, no solo se admitió para el uso común y privado, sino también para el público magisterio de primeras letras, tanto en Italia, como en España, Francia, Alemania y otras potencias de Europa: que la primera obra que salió a luz sobre este maravilloso Arte se debe a Luis Henricis, llamado el Vicentino, que bajo el título de Modo y regla de escribir letra cursiva, o sea cancellaresca la publicó en Roma en 1522, dando otra en el siguiente año con el nombre de Tesauro de los escritores: que a este se siguió Juan Antonio Talliente, que publicó en Venecia su Arte rara de escribir varios géneros de letra el año 1539, y en el siguiente; esto es, en el de 1540 Juan Bautista Palatino, ciudadano romano, con su Libro para enseñar toda especie de letra antigua y moderna de cualquiera nación, con sus reglas y egemplos. Estos tres autores son los que únicamente precedieron a Juan de Iziar, que fue el primero que entre nosotros dio y publicó reglas sobre el Arte de escribir. Y aunque atendiendo a la cronología parece que debíamos seguir la historia de los demás autores italianos, la dejaremos para más adelante, y hablaremos desde aquí de los españoles que es nuestro principal obgeto, una vez descubierto el origen de la letra bastarda o cancellaresca, y manifestado el modo con que por medio de las obras de aquellos se comunicó desde Italia a las demás naciones con asombrosa rapidez.

1. Tanto el haber dado mayor curvatura a la letra angulosa llamada cancellaresca, cuanto el haber mudado este nombre en el de bastarda, con el que se conoce en la Europa hasta el día, se debe entre los italianos a Fr. Vespasiano Amphiareo, como se verá en su lugar.

Nota: en las citas hemos respetado la grafía original, actualizando las tildes a la ortografía usual, desplegando las abreviaturas («con» por «cō»), y reemplazando las «s largas» por la «s» corriente («presteza» por «preſteza»).



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