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Leucemia linfoblástica aguda



La leucemia linfoide aguda, leucemia linfática aguda o leucemia linfoblástica aguda (LLA) comprende un grupo de neoplasias malignas que afectan los precursores (blastos)[1]​ de los linfocitos en la médula ósea. La mayoría son tumores de células progenitoras pre-B aunque ocasionalmente se manifiestan LLA de células pre-T. La LLA ocurre con gran frecuencia en la primera década de vida, y aumenta de nuevo el riesgo en la edad madura.[2]

La leucemia linfoide aguda (LLA) se presenta cuando el cuerpo produce un gran número de glóbulos blancos inmaduros, llamados linfoblastos. Las células cancerosas rápidamente se multiplican y reemplazan las células normales en la médula ósea, el tejido blando en el centro de los huesos que ayuda a formar las células sanguíneas. La LLA impide que se formen células sanguíneas saludables. Se pueden presentar síntomas potencialmente mortales.

Este tipo de leucemia generalmente afecta a los niños entre los 3 y los 7 años de edad y es la leucemia aguda más común en la infancia. Sin embargo, el cáncer también se puede presentar en adultos.

La mayoría de las veces, no hay una causa obvia; sin embargo, lo siguiente puede desempeñar un papel en el desarrollo de la leucemia en general:

Lo siguiente aumenta el riesgo de padecer leucemia linfocítica aguda:

Las leucemias linfoides agudas pueden afectar tanto a los linfocitos B, como a los linfocitos T. Por ello, las LLA se clasifican de acuerdo al tipo de linfocito que afecta:

Casi el 75 % de los adultos tratados para la LLA logran una remisión completa (RC), y del 20 al 40 % se curan. En los niños, 90 % logran una remisión completa y entre el 60 y el 85 % se curan.

Las diferencias en las respuestas de adultos y niños se deben a las variaciones en la biología de la enfermedad. Por lo general, los indicadores para el pronóstico de los adultos con LLA son desfavorables, por ello su respuesta es distinta a la que se observa en la población infantil.

El objetivo del tratamiento en la LLA es lograr la curación. Los regímenes estándar para esta enfermedad constan de dos fases: la terapia de inducción y la terapia posterior a la remisión; ambas incorporan el tratamiento profiláctico para evitar la afección del sistema nervioso central.

El propósito de la terapia de inducción es obtener una remisión completa. La terapia posterior a la remisión se administra durante dos o tres años después de la remisión completa con el fin de erradicar cualquier remanente de células leucémicas no detectables clínicamente que puedan causar una recidiva.

Los principales agentes quimioterapéuticos utilizados para inducir la remisión son: 1) la vincristina, 2) un corticosteroide (por lo general prednisona), y 3) una antraciclina (doxorrubicina o daunorrubicina). Las tasas de remisión varían entre el 70 y el 85 % con un índice de mortalidad bajo debido a la inducción. Otros regímenes utilizan medicamentos adicionales (L-asparaginasa, ciclofosfamida, metotrexate, mercaptopurina, citarabina [ARA-C]), aunque no parece que aumenten las tasas de respuesta. Una excepción parece ser la LLA de células B maduras, que puede responder al empleo de altas dosis de ciclofosfamida combinada con Vp16 alternadas con dosis altas de metotrexate y ARA-C combinada con Vp16.

Tratamiento del sistema nervioso central: El SNC puede servir como un "santuario" para las células leucémicas. En el momento del diagnóstico se observa afección leucémica del LCR en el 5 % de los niños y menos del 10 % de los adultos. Sin embargo, si no se administra un tratamiento para el SNC, este se verá afectado hasta el 50 a 75 % de los adultos. El tratamiento se basa en la radiación craneal combinada con la quimioterapia intratecal que puede producir efectos secundarios importantes. Los pacientes con leucemia del SNC deben recibir un tratamiento más radical, que incluya quimioterapia intraventricular y radiación craneal.



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