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Loza estannífera



El uso popular del término loza se aplica o se refiere a la mayoría de los objetos que conforman la vajilla doméstica, cuyo material original es el barro cocido. Pueden distinguirse dos tipos genéricos: la loza monocroma (por lo general blanca), y la loza decorada.

Partiendo de su origen alfarero y a lo largo de la historia de los procedimientos cerámicos, la loza ha ido dando nombre a diferentes técnicas artísticas y procedimientos decorativos: loza verde y morado, loza dorada, loza de cuerda seca, loza pintada con paleta de gran fuego, loza pintada con paleta de pequeño fuego y loza fina.[Nota 1]

En un diccionario especializado, se denomina loza a las piezas de alfarería de diferentes tipos de barro y arcilla sometidos a un proceso de esmaltado o barniz y una cocción entre mil y mil trescientos grados centígrados. La pasta blanca resultante debe ser fina, porosa, absorbente y opaca.[1]

Otra definición técnica, ya en el siglo XXI, describe la loza como material poroso cocido a baja temperatura y vidriado, indicando que es término aplicado a la cerámica del ajuar doméstico.[2]

Joan Corominas anotó que, con anterioridad a 1495, el término “loza” hacía referencia a las vasijas de cualquier material, aunque Nebrija la relacionaba tan solo con vasos de barro cocido.[3]

Conflictiva, como casi siempre. Corominas la ve del latín lautia (ajuar) y en otros manuales se considera del latín lutea (barro).[4]

La loza, como todo material de origen cerámico, se fabrica a partir de:

Resumiendo lo antedicho, la pasta para loza está compuesta de varias arcillas blancas mezcladas con tierras silíceas calcinadas. Según sea la clase de arcilla así resultará el color después de cocida, que puede ser amarillo, rojo, pardo o negro.

El impermeabilizado de la loza se consigue con un barniz fluido que contiene sílice, minio, blanco de plomo y galena, todo ello molido en agua antes de su cocción. Alcanza una gran dureza y resistencia, lo que la hace muy indicada para la vajilla doméstica.

La loza decorada llegó a la península ibérica con los artesanos del califato de Córdoba. En los reinos cristianos posteriores, sus técnicas y su uso doméstico no se documentan hasta la segunda mitad del siglo XIII, tras la conquista del territorio musulmán y la deportación de sus alfareros a las zonas repobladas.

A grandes trazos se puede hablar de diferentes influencias estilísticas. En el medioevo, la musulmana con reminiscencias de la porcelana china; en los siglos XVI y XVII la mayólica italiana, traída a la corte española por ceramistas ligures, la auténtica porcelana china que llegaba con el galeón de Manila o vía Portugal, y ya en el XVIII las refinadas lozas francesas como equipaje cultural de los viajeros ilustrados y de la propia Ilustración española que tiene su máximo esplendor con la fundación, por parte del Conde de Aranda, de la Real Fábrica de Loza de Alcora en 1727; finalmente las lozas mecanizadas burguesas impresas de estilo Brístol en el siglo XIX.[5]

Loza verde y morado (tajador mudéjar del siglo XIV).

Loza dorada (tajador judeo aragonés del siglo XIV).

Mayólica (paleta de gran fuego) de Delft (1675-1725).

Fuente de loza fina Wedgwood.[Nota 3]​ Siglo XIX.

En el siglo XIX, Francisco de Paula Mellado, diferenciaba los siguientes tipos de loza fina o inglesa, según su composición: loza fina caliza, loza fina feldespática, cream colour (loza de color crema o creamware).[12]


Loza abasida del siglo IX.

Loza persa del siglo XIV.

Loza iraní del siglo XVII.

Loza mexicana del siglo XVIII.



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