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Ludovica de Baviera



¿Qué día cumple años Ludovica de Baviera?

Ludovica de Baviera cumple los años el 30 de agosto.


¿Qué día nació Ludovica de Baviera?

Ludovica de Baviera nació el día 30 de agosto de 1808.


¿Cuántos años tiene Ludovica de Baviera?

La edad actual es 216 años. Ludovica de Baviera cumplió 216 años el 30 de agosto de este año.


¿De qué signo es Ludovica de Baviera?

Ludovica de Baviera es del signo de Virgo.


Ludovica de Wittelsbach (Múnich, 30 de agosto de 1808 - ibídem, 25 de enero de 1892), duquesa en Baviera, fue una princesa alemana de la Casa de Wittelsbach, sexta hija del rey Maximiliano I de Baviera y de su segunda esposa, Carolina de Baden. Ostentó desde su nacimiento el tratamiento de Su Alteza Real y el título de Princesa Real de Baviera. Es especialmente conocida por ser la madre de Isabel de Baviera, más conocida como Sissí, emperatriz de Austria y reina de Hungría.

La princesa Ludovika Wilhelmine, llamada Louise, era hija de Maximiliano I Joseph (1756-1825), rey de Baviera, y su segunda esposa, la princesa Carolina Federica Guillermina (1776-1841), hija del príncipe heredero Carlos Luis de Baden y de la princesa Amalia de Hesse-Darmstadt. Sus abuelos paternos fueron el conde Palatino Federico Miguel de Zweibrücken-Birkenfeld y la princesa María Francisca de Sulzbach, que había sido exiliada por adulterio en un monasterio.

Ludovica era la hermana menor de la princesa Sofía de Baviera, quien se casó con el archiduque Francisco Carlos de Austria, de cuyo matrimonio nació el emperador Francisco José I. El medio hermano de Ludovica fue el posterior rey bávaro Luis I.

Ya a la edad de cuatro años, los príncipes y princesas tenían que participar en la vida de la corte, y entre otras cosas, asistir al teatro, para que se acostumbraran a la etiqueta de la corte. A los niños se les enseñó literatura clásica y geografía e historia y crecieron en un ambiente bilingüe: alemán y francés, el idioma de la corte. Entre los maestros de las princesas bávaras estaba el famoso filólogo Friedrich Thiersch, que había venido a Munich desde Gotinga en 1809.

En 1824, con motivo de la boda de su hermana Sofía en Viena, Ludovica se enamoró del príncipe Miguel de Portugal (1802-1866). Don Miguel estaba tan enamorado de la princesa bávara que se detuvo en Viena por su mano. El padre de Ludovica, sin embargo, rechazó su ofrecimiento, probablemente por el hecho de que Don Miguel había instigado una revolución en Portugal contra su propio padre y, por lo tanto, estaba exiliado en Viena. La madre de Ludovica, la reina Carolina de Baviera, lamentó este desarrollo, ya que era raro encontrar "una inclinación decididamente natural como en este caso". Más tarde, cuando Miguel se convirtió en rey de Portugal en 1828, solicitó la mano de la princesa Ludovica. El mensajero con la carta, dirigida a la madre viuda de Ludovica, llegó a Tegernsee en septiembre de 1828. Pero cinco días antes, la princesa se había casado allí con el duque Maximiliano José de Baviera en Baviera, sobrino nieto de su padre. Se ocultó a Ludovica el contenido de la carta porque "se temía el despertar de un viejo amor", como su cuñado, el príncipe heredero Federico Guillermo de Prusia, escribió a su padre.[1]

Después de que su hermana menor, Maximiliana Josefa Carolina, que se había prometido al duque Max, muriera a una edad temprana, Ludovica ocupó su lugar en contra de su voluntad. Al duque Max tampoco le agradó esta unión, que también le había sido impuesta, pues traía ventajas políticas. Maximiliano de Baviera, duque en Baviera, hijo del primo del rey bávaro, el duque Pío Augusto de Baviera, perteneciente a una rama secundaria de la Casa de Wittelsbach, la de los Condes Palatinos de Zweibrücken-Birkenfeld-Gelnhausen.

Ludovica y Maximiliano se casaron el 9 de septiembre de 1828 en el castillo de Tegernsee. Durante la celebración de la boda, Ludovica pronunció una maldición mientras lanzaba el ramo de novia:

("Este matrimonio y todo lo que provenga de él debería carecer de la bendición de Dios hasta el final")

- Ludovica en su boda [3]

El historiador Christian Sepp ha investigado de dónde procede esta tradición. Puede encontrarse por primera vez en las memorias de una de las nietas de Ludovica, la condesa María Luisa Mendel von Wallersee[2]​. La condesa María Luisa Larisch era hija del matrimonio del hijo mayor de Ludovica, el duque Luis en Baviera, con la actriz Henriette Mendel, que se había convertido en la baronesa Wallersee. Parece que ella jugó un importante papel en el suicidio de su primo, Rodolfo, heredero al trono austrohúngaro, por lo que fue culpada por la familia. Más tarde se vengó por ello al publicar varios libros con sus recuerdos. Con el fin de ganar la mayor cantidad de dinero posible con sus trabajos, inventaría numerosas anécdotas extrañas para hacer que su familia apareciera de la peor manera posible. Esta es la "maldición" de Ludovica, conocida por primera vez 100 años después de la boda en el lago Tegernsee y publicada en una fuente que puede clasificarse como poco confiable. Además, no hay una fuente contemporánea a la boda que pruebe esa maldición[3]​.

En los primeros años del matrimonio, la pareja viajó abundantemente por Suiza e Italia. Tras su regreso a Baviera, en 1834 su esposo compró el castillo de Possenhofen, en el lago Starnberg, como residencia de verano para su creciente familia. En Munich, la familia vivía en la Ludwigstrasse, en el llamado Palacio del Duque Max (Herzog-Max-Palais), construido por Leo von Klenze entre 1828 a 1830. A pesar de que el matrimonio no fue feliz, la pareja tuvo diez hijos:

El duque en Baviera es un príncipe inconformista, músico y bon vivant, del cual la duquesa dirá, "no me prestó atención hasta hasta después de nuestras bodas de oro". El duque no tiene reparo en sentar a su mesa a los hijos tenidos de sus amantes, sin preocuparse por la humillación que sentiría su esposa. Esta informalidad también esconde una especie de desesperación que transmitirá a sus hijos.

El duque descuida la educación de sus hijos y no los preparara para sus futuros deberes, además rompía el orden que la duquesa trataba de mantener en su casa. La inadaptación de su hija favorita, Isabel, para la vida en la corte sería un profundo hándicap para la futura emperatriz de una gran potencia mundial. Por su parte, la duquesa ambicionaba para sus hijas unos matrimonios brillantes, que la resarcieran de su propio destino. Hija de un rey, la duquesa sufría por su matrimonio con un príncipe de escasa importancia. No fue hasta 1845 que su marido recibió el título de Alteza Real.

La archiduquesa Sofía, madre del emperador Francisco José de Austria y hermana de Ludovica, que era la figura preeminente en la corte de Viena, se había fijado en su sobrina, la modesta y humilde Elena, para ser la futura emperatriz. Ludovica apoyó el enlace que elevaría a su hija mayor a una de las mejores posiciones del mundo. Sin embargo, en la reunión que debía consolidar el noviazgo y pronunciar el compromiso, aunque en el almuerzo Elena se sentó junto al emperador, este decidió recolocar a su lado en la cena a su hermana menor Isabel, que fue la elegida por el monarca. La duquesa tuvo que consolar a Elena, que fue despreciada, y tranquilizar a Isabel, que se mostraba asustada. La niña no se adaptó a la vida de esposa ni a la de una soberana, y el matrimonio fue un desastre.

Otra de sus hijas, María, se convirtió en reina de las Dos Sicilias, casándose con Francisco II. Poco después de la boda, en 1861, el reino de Dos Sicilias fue conquistado por los camisas rojas de Garibaldi y anexionado al nuevo reino de Italia. En el proceso de conquista la propia reina María se había ensalzado al dirigir a las tropas napolitanas en el sitio de Gaeta. La relación de la pareja no fue buena, pues parece que el matrimonio no fue consumado hasta varios años después, pues el rey sufría de fimosis. Refugiados en Roma tras ser expulsados de su reino, María tiene una relación extramatrimonial, de la cual tiene una hija que es entregada a la familia del padre al nacer. María debe prometer que no volverá a ver a su hija, lo que le provoca una gran depresión. Finalmente se reconcilia con su esposo y tienen una hija, que muere al poco de nacer. No tendrán más hijos. La cuarta hija, Matilde, se casa con el conde de Trani, hermano del rey de los Dos Sicilias y se convierte en la cuñada de su hermana María, cuando el reino ya había sido conquistado por los italianos.

El rico príncipe de Thurn y Taxis pide en matrimonio a Elena, quien, humillada tenía pocas posibilidades de encontrar una corona. Sin embargo el rey Maximiliano II de Baviera se opuso: pues por rico que fuera, no deseaba que su prima hermana se casara con un príncipe que no es de sangre real. Solo gracias a la intervención de Isabel y Francisco José se celebró el matrimonio. Sin embargo, en junio de 1867, el marido de Elena murió prematuramente, dejándola viuda con cuatro hijos y un imperio financiero para manejar.

En marzo de 1867, la esposa de Carlos Teodoro, Sofía de Sajonia, moría a la edad de 22 años, dejando al joven desesperado y a una huérfana de 2 años, Amalia María de Baviera. Volvería a casarse con la infanta María José de Portugal, abandonaría el ejército y empezó a dedicarse a la oftalmología en Munich, convirtiéndose en un profesional reputado, con su esposa como enfermera.

El rey Luis II de Baviera, que se había comprometido con su joven hija Sofía, con la cual mantenía una relación meramente platónica, rompió su noviazgo cuando Sofía comenzó una relación con el fotógrafo Edgar Hanfstaengl. Al año siguiente Sofía se casó con un príncipe francés en el exilio, el duque de Alenón, un matrimonio de conveniencia.

El rico legado de su madre, la princesa Amalia Luisa de Arenberg (1789-1823), que incluía posesiones en Francia y un palacio en París, le permitió al duque Maximiliano un estilo de vida generoso sin ninguna obligación. El matrimonio se caracterizó por el respeto mutuo. En Munich, el duque Maximiliano construyó un palacio en la Ludwigstrasse, el llamado Herzog-Max-Palais. Construido por el arquitecto Leo von Klenze, se completó en octubre de 1831 y allí se trasladaron al año siguiente después de que la pareja regresara de Italia, a donde habían marchado huyendo del cólera.[4]​ El duque Maximiliano realizó extensos viajes al extranjero, o se quedaba en Munich o en el castillo de Unterwittelsbach.

En 1834, duque Maximiliano también compró las fincas agrícolas de Possenhofen y Garatshausen, ambas en el lago Starnberg. El castillo de Possenhofen fue utilizó por la familia como residencia de verano, pero la duquesa Ludovica se quedaba allí sola con los niños la mayor parte del teimpo. Además, con su interés por la jardinería, cuidó el terreno entre los dos castillos y los paseos ajardinados a lo largo de la zona ribereña. Un testigo ocular informaba en una carta en agosto de 1844 que "la duquesa con un enorme corazón casi siempre cuida a los niños y la casa sola".[5]​ El duque Maximiliano, por otro lado, viajaba mucho, hizo un largo viaje a Oriente en 1838 y a menudo se quedaba a cazar en el castillo de Unterwittelsbach, cerca de Aichach. Era un hombre excéntrico y amante de la libertad, al típico estilo Wittelsbach.

Su desafortunado matrimonio y la muerte de su segundo hijo, Guillermo, a principios de 1832, a unas pocas semanas de nacer, llevaron a la duquesa a la "primera crisis de su vida". Basado en las declaraciones que hizo a una de sus nietas cuando fue mayor, y las observaciones de la madre de Ludovica, quien declaró que su hija se había vuelto "apática", el historiador Christian Sepp concluye que la duquesa en ese momento sufría una depresión.[6]

El duque Maximiliano murió tras dos derrames el 15 de noviembre de 1888. Muchas personas le presentaron sus últimos respetos, pues el duque era muy popular. Un año después, en 1889, su nieto, el entonces príncipe heredero Rodolfo, de 30 años, se suicidó en su pabellón de caza de Mayerling

La duquesa Ludovica Guillermina en Baviera murió en Munich el 26 de enero de 1892, a la edad de 83 años como consecuencia de una bronquitis. Sus restos fueron enterrados en la tumba familiar del castillo de Tegernsee, junto a su esposo.



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