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Máximo Gómez



Guerra de la Independencia Dominicana

Guerra de la Restauración
Guerra de los Diez Años

Guerra de Independencia cubana

Máximo Gómez Báez (18 de noviembre de 1836 – 17 de junio de 1905) fue un militar dominicano de la Guerra de los Diez Años y el General en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra de Independencia cubana.

Máximo Gómez Báez nació en Baní,[1]Peravia, en la República Dominicana el 18 de noviembre de 1836. Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal en República Dominicana. A los 16 años Gómez se unió al ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando obtener el grado de alférez. Durante la re-anexión de Santo Domingo a España (1861-1865), Máximo Gómez ingresó como voluntario en el Ejército Español. Durante la Guerra de la Restauración (1863-1865) combatió contra las tropas insurrectas que pretendían recuperar la independencia para el país. Como tantos otros dominicanos leales a España, tras la victoria de los independentistas se trasladó con su madre y sus hermanas a Cuba, donde gracias a un préstamo personal de Valeriano Weyler pudo dedicarse a labores agrícolas en la zona de Bayamo.

Descontento por el trato recibido por el Ejército español, el 16 de octubre de 1868, sólo seis días después del Grito de la Demajagua, se sumó a la revolución y el día 25 dirigió la Primera Carga al Machete, operación militar en la que la caballería insurrecta a su mando derrotó a una columna española que se disponía a retomar la ciudad de Bayamo, en manos rebeldes. Por sus conocimientos militares y su valentía fue ascendido rápidamente a Mayor General por el Presidente Céspedes.

Se casó en la manigua con Bernarda Toro (Manana) quien lo acompañó durante la guerra. Combatió en los primeros años, bajo las órdenes del general Donato Mármol, de quien fue su segundo, y después de la muerte de este en 1870, asumió el mando de la División de Cuba (Oriente). Encabezó la invasión a Las Villas para extender la guerra al centro y el occidente de la isla.

En 1871, Céspedes le designó al frente del ejército que invadió Guantánamo, pero en 1872 le destituyó por un malentendido. No obstante, al morir Ignacio Agramonte en 1873, le designó Jefe del Ejército de Puerto Príncipe (Camagüey) donde tomó las ciudades de Nuevitas y Santa Cruz del Sur. Ganó las importantes batallas de La Sacra y Palo Seco.

En 1874, después de ser destituido Carlos Manuel de Céspedes como Presidente de la República en Armas, por su conflicto por la Cámara de Representantes y con los grupos regionalistas de Puerto Príncipe y Las Villas, Gómez ganó los combates de Naranjo y Mojacasabe y la famosa Batalla de Las Guásimas, la más grande de la Guerra de los Diez Años.

El 6 de enero de 1875, cruzó la Trocha de Júcaro a Morón y penetró en Las Villas con 300 hombres de caballería y 600 de infantería. Los caudillos locales le obligaron a dimitir del mando de Las Villas por no ser nativo de Cuba.

En enero de 1877 la Cámara de Representantes de la República en Armas le designó Secretario de Guerra, y en octubre General en Jefe (cargo que no aceptó) y en diciembre de ese año renunció debido a la creciente desintegración de las fuerzas cubanas, afectadas por el caudillismo y el regionalismo. Poco después de firmado el Pacto del Zanjón en 1878 decidió salir de Cuba junto a su familia, convencido de que resultaba imposible continuar la guerra.

A pesar de los generosos ofrecimientos monetarios de Arsenio Martínez Campos, quien le trató con respeto y caballerosidad (incluso intentó dar a sus ofrecimientos un carácter legal para acallar el orgullo de Gómez), el Generalisimo del Ejército Mambí, se retiró de Cuba a Jamaica en la más absoluta miseria, adonde se fueron con él su esposa Bernarda Toro (Manana) y sus hijos. En esa época perdió a uno de sus pequeños. Fue ayudado financieramente por algunos amigos y comenzó a trabajar la tierra (una pequeña vega de tabaco) con sus propias manos.

Desde el 5 de febrero de 1879 residió en Honduras. En el gobierno del Presidente Marco Aurelio Soto fue nombrado Director de Aduanas y se le reconoció como General de División en el Estado Mayor General del Ejército de Honduras y Comandante de Plaza en Amapala. Allí todavía se conserva la casa donde vivió y una placa conmemorativa recordando su presencia. En aquella época ese puerto fue una importante unidad económica por donde se realizaba la exportación de productos del mar y del café.[2]

El agradecimiento de Máximo Gómez hacia Honduras puede verse en una carta dirigida a su amigo José Dolores Pérez en donde sostuvo:

En 1884 inició una nueva conspiración independentista que debió abandonar en 1886 por falta de apoyo suficiente.

Posteriormente, Gómez se trasladó a Costa Rica, donde restableció el contacto con Antonio Maceo y luego entraría en contacto con José Martí, cuya labor organizadora para la "Guerra Necesaria" terminó por conquistarlo.

Gómez aceptó la dirigencia política de Martí, cuya visión política y personalidad de líder posibilitaron el financiamiento y organización de las principales expediciones. Además, prácticamente todos los oficiales de la Guerra Grande, incluidos Martí y Maceo, aceptaban y deseaban a Gómez en la máxima dirección militar de la Revolución.

En 1888 se estableció de nuevo en República Dominicana adonde acudió Martí en marzo de 1895 para firmar con Gómez el histórico Manifiesto de Montecristi, en el que los líderes dejaban expresa su ideología de independencia y de que la guerra no era contra los españoles, sino contra las autoridades coloniales de España en Cuba, para ingresar a Cuba en el concierto de las naciones libres e independientes. También se dejaba explícito el carácter popular y democrático de la lucha y de la República a ser fundada, una "República con todos y para el bien de todos", rechazando cualquier desviación o interpretación de la causa como guerra racial, pillaje o aventurerismo.

En abril de 1895 (el 24 de febrero se había producido el alzamiento en Baire) llegaron Gómez y Martí a Cuba, desembarcando en Playitas de Cajobabo, costa sur de Guantánamo. En otra expedición arribaron a Cuba los hermanos Maceo por Duaba, cerca de Baracoa. Pocas semanas después, tras ser constituida la jerarquía militar del Ejército Libertador, con Gómez como General en Jefe y Antonio Maceo como Lugarteniente General, cayó Martí en Dos Ríos, con gran pesar de Gómez. A finales de ese mismo año comenzó la Invasión a Occidente, una ingente gesta militar libertadora librada por Gómez y Maceo desde Mangos de Baraguá hasta Mantua, donde llegó Maceo hacia octubre de 1896. La Invasión a Occidente fue llevada por una larga columna, cuyos mandos, de extrema flexibilidad y excelente coordinación, la fragmentaban para la guerra de guerrillas o para el combate campal, según las necesidades del momento.[cita requerida] La columna marchaba mandada por Maceo como su Lugarteniente y por Quintín Bandera como General de División de la infantería mambisa.

Mientras Maceo avanzaba con Bandera más al oeste que Gómez, este llevó a cabo en Camagüey un movimiento constante alrededor de la capital provincial, llamada la "Campaña Circular", que sumó numerosos adeptos de la juventud camagüeyana.[cita requerida] Igualmente llevó a cabo una campaña en Las Villas, que esta vez sí fue coronada por el éxito. Anteriormente había sido herido en el cuello durante el primer cruce de la Trocha Militar de Júcaro a Morón (actual provincia de Ciego de Ávila), un sistema de cercas, puestos militares y fortines que los españoles habían declarado inexpugnable. Después de eso casi siempre usaba un pañuelo en el cuello, con el que lo pintaría el periodista norteamericano Grover Flint en varios de sus históricos bocetos.

En lo que es la frontera actual de Las Villas con Matanzas, Gómez llevó a cabo el célebre "Lazo de la Invasión", en el que retrocedió unos kilómetros ante fuertes columnas españolas, ante cuya vista destruyó las líneas férreas hacia el Oriente, para luego hacer un avance envolvente hacia Occidente, volviendo a cortar todas las comunicaciones, esta vez por el Oeste. Dejaba así a un gran contingente de tropas que fueron hábilmente hostigadas y diezmadas por guerrillas que, si bien eran muy inferiores en número, estaban en pleno conocimiento del terreno y exterminaron a gran parte de los infelices "quintos" que eran traídos por decenas de miles a pelear en Cuba.

En La Habana, además de recibir su segunda y última herida de bala, llevó a cabo una estrategia simple pero eficaz para eludir el combate abierto. Se movía en cuadriláteros de dos o tres kilómetros de lado, dejando atónitos a los expertos generales españoles, veteranos de guerras en Europa y África.[cita requerida] Refugiándose por pocas horas en los cayos de monte habaneros, atacaba luego a las fuertes columnas hispánicas por la retaguardia, en cargas breves pero feroces. Con esos movimientos volvió a retirarse al Este, para reunirse con los patriotas en la histórica Asamblea de la Yaya, que se produciría a comienzos de 1897.

"El Viejo", o "Chino Viejo", como era conocido Gómez por sus íntimos,[cita requerida] se llenó de pesar al conocer de la caída en combate de Antonio Maceo y junto a él de su bravo y querido hijo, Francisco "Panchito" Gómez Toro. Su pena la dejó plasmada en carta a María Cabrales, la leal esposa de Maceo. En dicha carta escribió:

Antes ya había caído José Maceo, el "León de Oriente".[cita requerida]

Inmediatamente designó como Lugarteniente al experto Mayor General Calixto García, quien sería el encargado de llevar las acciones de guerra en todo el departamento Oriental.

Gómez se mantuvo durante todo 1897 operando entre Las Villas y Las Tunas, mientras en Occidente actuaban los generales Lacret y Mayía Rodríguez. El verano de 1897 fue fatídico para las armas españolas no solo por el exterminio a manos de las guerrillas mambisas que las hostigaban hasta de madrugada, sino por el paludismo, la disentería y otras enfermedades tropicales.

El Generalísimo se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus tropas. Tanto sus soldados, como los prefectos mambises corruptos, conocieron penas de muerte por fusilamiento y/o la degradación. Para las indisciplinas menores, no relacionadas con cobardía, el cepo mambí o el paso a la impedimenta eran los castigos usuales. La cobardía, si no tenía consecuencias graves, era castigada con la obligación de avanzar en solitario hacia filas enemigas y procurarse una o más armas, un uniforme y parque.[cita requerida] Los robos o agresiones a campesinos eran castigados con el fusilamiento.

Gómez entró en fuertes contradicciones con el Gobierno de Cuba en Armas presidido por Salvador Cisneros Betancourt por la concesión de grados militares a jóvenes de buena posición social que recién se unían a las filas mambisas. Fueron muchos los diplomas de nombramientos que rompió con sus manos, para después nombrarlos como soldados rasos y ubicarlos en sus filas. Con Gómez los grados tenían que ser ganados en combate.

Ante los esfuerzos de muchos emigrados por lograr el reconocimiento de la beligerancia cubana por los Estados Unidos, Gómez expresó: "El reconocimiento de los americanos es como la lluvia: si viene está bien, y si no, también".[cita requerida]

Al producirse la intervención norteamericana en la guerra, Gómez se hallaba hacia el centro del país, en su tarea de diezmar las decadentes tropas españolas y a punto de avanzar por segunda vez a La Habana para invadirla definitivamente. Reaccionó airado ante la prohibición de entrar en Santiago de Cuba a las tropas cubanas, emitida por el general estadounidense Shafter, pero no tomó acción alguna, no sintiéndose con derechos de cubano, a pesar de su papel preponderante en la campaña.[cita requerida]

Ya en 1898 se trasladó a La Habana para la Quinta de los Molinos, donde fue recibido por una multitudinaria manifestación de simpatía. Al establecerse la Asamblea del Cerro como Gobierno Provisional, Gómez entró a formar parte de ella, pero se negó a dirigirla, alegando su carácter puramente militar y su condición de extranjero. Entró en contradicciones con varios de sus diputados, varios de los cuales militaban entre las filas de los reformistas y los autonomistas.[cita requerida]

Por su condición de extranjero se negó a constituirse como candidato a la presidencia ante las inminentes elecciones de 1902, en las que se postulaba Tomás Estrada Palma, a quien apoyó, proponiendo de paso a Bartolomé Masó, patriota probado en campaña, como vicepresidente de Estrada.[3]​ Pero Masó, por su parte, se retiró de las elecciones. A partir de ese momento, Gómez se retiró a una villa en las afueras de la capital, haciendo su paseo matinal por un largo terraplén que es hoy la céntrica Calzada del Diez de Octubre.[cita requerida]

La contradicción principal estaba dada por si aceptar el donativo ofrecido por el Gobierno estadounidense de tres millones, o si pedir un empréstito mayor que asegurara un descanso decoroso a los soldados del Ejército Libertador. Gómez era más partidario a tomar el donativo del Gobierno estadounidense, por temor al nacimiento de una República endeudada. Mientras que la Asamblea del Cerro era partidaria de un empréstito mayor, pues aunque la República naciera endeudada, ella sería reconocida como el organismo legal representante de los intereses del pueblo cubano, destinado a devolver el empréstito a los bancos estadounidenses.

A finales de 1898, Tomás Estrada Palma disuelve el Partido Revolucionario Cubano, y la Asamblea, preocupada por los acontecimientos, designó una comisión, encabezada por el General Calixto García, para que se trasladase a los Estados Unidos y, en trato con los dirigentes de este país, tratase de precisar el futuro de Cuba, siempre en el entendido de la instauración de una nación soberana. La comisión, muy festejada, no fue considerada, sin embargo, “oficial”. El gobierno estadounidense no la reconoció como representante del pueblo cubano. Todo lo que se pudo conseguir de Washington, fue una donación de tres millones de pesos para aliviar la pobreza de los soldados de la Revolución.

El 12 de marzo de 1899, la Asamblea del Cerro acordó la destitución de Máximo Gómez como General en Jefe del Ejército Libertador, y la eliminación definitiva de ese cargo. Las discrepancias habían llegado a su clímax y se resquebrajó la imprescindible unidad.

El Generalísimo, mediante un manifiesto a la nación, expresó:

...Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrían contar con un amigo.

Al conocerse la noticia, las masas populares realizaron manifestaciones de condena a la Asamblea del Cerro y de solidaridad con Gómez. Bajo las consignas “Abajo los Asambleistas” y “Viva Máximo Gómez”, durante tres días el pueblo desfiló ante la habanera Quinta de los Molinos en espontánea acción de agravio. En toda la isla se quemaron monigotes que representaban a los asambleístas, el 15 de marzo aparecieron fuertes críticas y burlas hacia los asambleístas en la prensa, a quienes el pueblo acusaba de ir hacia el abismo de la anexión. Días después de la destitución de Gómez, la Asamblea se disuelve bajo presiones populares, quedando el pueblo de Cuba sin representante ante las injerencias estadounidenses.[cita requerida]

El 2 de abril en carta abierta a su esposa, Bernarda Toro, Gómez expresa en relación con la situación del país:

Los que esperan, están desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y sentido, mi gratitud eterna.

...La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio... Nada más racional y justo, que el dueño de una casa, sea el mismo que la va a vivir con su familia, el que la amueble y adorne a su satisfacción y gusto; y no que se vea obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino. La situación pues, que se le ha creado a este pueblo; de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía.

Cuando Don Tomás Estrada Palma decidió intentar la reelección presidencial inmediata, Máximo Gómez decidió iniciar una campaña contra la reelección a lo largo de todo el país. Una lesión en la mano se le infectó al saludar a miles de cubanos que le recibían en cada pueblo y le provocó septicemia. Su estado de salud comenzó a deteriorarse de manera acelerada, lo que obligó a su traslado inmediato a La Habana, en cuyo trayecto fue operado en dos ocasiones. Sin embargo, no pudo recuperarse.

El Generalísimo Máximo Gómez Báez falleció el 17 de junio de 1905, sin fortuna personal, en su villa habanera, a la edad de 69 años.

Gómez dedicó la mayor parte de su vida a su "querida y sufrida Cuba".

Su brillante estrategia militar y su estilo de mando, célebre por su severidad, le posibilitaron llevar a cabo campañas (la Invasión y posteriores campañas) sin precedentes históricos por la disparidad de sus fuerzas tanto en hombres (de 35 000 a 40 000 mambises contra más de un cuarto de millón de españoles)[cita requerida] como en técnica militar: los mambises no contaban con artillería, salvo a finales de la guerra, cuando Calixto García asedió a la ciudad de Holguín con algunos cañones tomados al enemigo,[cita requerida] sin contar con las dificultades enormes para hacer llegar expediciones con hombres y armas para la lucha.

Por último, su conducta desinteresada de retirarse de los asuntos políticos, luego del triunfo cubano, también fue admirable en cierto modo, pues nunca pretendió protagonismo en la vida política civil de Cuba, a la que en realidad tenía derecho por sus extraordinarios méritos.

Aunque fueron muchos los grandes patriotas cubanos, cuando se cita la trilogía de hombres fundamentales de la Guerra de Independencia, Máximo Gómez está junto a José Martí y Antonio Maceo.

En 1979 el gobierno cubano creó la Orden Máximo Gómez.

Cualquier homenaje no será suficiente a quien, según Jose Martí:



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