Máximo fue obispo visigodo de Zaragoza entre los años 592 y 619, aproximadamente, en cuya sede sucedió a Simplicio. Mantuvo la sede episcopal zaragozana durante los primeros tiempos de conversión de los reyes visigodos al catolicismo, con Recaredo, Liuva II, Witerico, Gundemaro y Sisebuto. Asistió al Concilio II de Zaragoza de 592, al Concilio II de Barcelona de 599 y al Concilio de Egara de 614, y suscribió el decreto de Gundemaro de 610.
Máximo contribuyó al renacimiento cultural visigodo de los siglos VI y VII, que fue continuado por eruditos como Isidoro de Sevilla, Eugenio de Toledo o Braulio de Zaragoza.
Escribió varias obras en verso y prosa, según transmite Isidoro en el último capítulo de su De viris illustribus, donde recoge hechos del obispo Máximo de Zaragoza. Su obra más destacada sería una crónica de los godos en la península ibérica, la Chronica Caesaraugustana o Crónica de Zaragoza, perdida; los únicos restos que habrían llegado de ésta, según la tesis de Hertzberg, se encuentran como anotaciones marginales en algunos manuscritos de la crónica de Víctor Tunnense, recogidos por Roger Collins, que le atribuye también la primera redacción de la Historiae Gothorum, Vandalorum et Sueuorum de Isidoro de Sevilla.
A principios del siglo XVI el jesuita Jerónimo Román de la Higuera compuso una falsificación de esta crónica, que presentó como la continuación de la que anteriormente atribuyó a Flavio Lucio Dextro; uniendo en un solo personaje al obispo Máximo y a un monje benedictino italiano llamado Marcos la sacó bajo el nombre de Marco Máximo. Fue publicada en 1651 junto con unas adiciones, también falsificadas por Higuera, atribuidas a los obispos Braulio, Heleca, Tayo y Valderedo.
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