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Mantón de Manila



El mantón de Manila es un lienzo cuadrado de seda decorado en colores vivos con flores, pájaros o fantasías, y rematado en todo su perímetro por flecos. De origen chino,[1]​ se hizo muy popular durante el siglo XVIII en España e Hispanoamérica como complemento del vestuario femenino. Fue inmortalizado por pintores como Joaquín Sorolla, Hermen Anglada Camarasa, Ramón Casas o Julio Romero de Torres.

En la cultura tradicional del vestido femenino, el mantón de Manila se asocia a la mujer andaluza, la manola madrileña, el casticismo en la geografía universal de influencia hispana,[2]​ el flamenco y la elegancia de corte exótico.[nota 1][3]

Prenda original de la China milenaria, en el Lejano Oriente, tomó sin embargo su nombre de la capital de Filipinas (Manila),[4]​ antiguo territorio del Imperio Español y origen de las rutas comerciales marítimas durante la época imperial española.[nota 2]​ Algunas fuentes fijan su origen durante la dinastía Tang China —año 600 dC—, hipótesis sustentada en el hecho de que fuesen los chinos los descubridores de la seda y los primeros en bordar con hilo de seda. La más antigua muestra de bordado chino se ha encontrado en una tumba de la dinastía Zhou —siglo VI a. C.—.

También hay varias versiones de la llegada del mantón de manila[5]​ a España, una de las más notables es la de Benito Pérez Galdós, que establece su llegada como una pieza comercial que era aceptada por las mujeres más destacadas de la época en la capital y sitúa como autora de este a una persona llamada "Ayn" en una de sus populares novelas "Fortunata y Jacinta".

Para el investigador Joaquín Vázquez Parladé, el mantón de manila tiene un origen mexicano como pieza de vestir tardía en Nueva España, donde la seda y el bordado de estos textiles eran industrias importantes.[6]​ Aporta como prueba el detalle de que a principio del siglo XVIII existían los denominados trajes de “china poblana” ricamente bordados con grandes flores y colorido y diseños chinos. Anota también que fue en Acapulco donde desembarcaban los galeones de Manila.[7]

El escritor canario Benito Pérez Galdós, en su novela Fortunata y Jacinta, hace una interesante exposición sobre la historia del mantón de Manila (según él creación del chino “Ayún”) y su relación con el comercio en la capital de España.[8]

Poco más adelante, en este mismo capítulo (subtitulado Vistazo histórico sobre el comercio matritense), Galdos, siguiendo con las maravillas textiles de los chinos “Ayun”, “Senquá” y “King-Cheong”, explica el hundimiento de la pañolería y los artículos asiáticos por la vía de la Compañía de Filipinas, suplantados en España por la moda 'seria' importada de París y Londres. Y lo cuenta así:

El mantón de Manila se realizaba en seda cosido con hilos también de seda. De forma cuadrada y gran tamaño, urdido en colores variados, siendo los más clásicos el negro y el marfil.[9]​ Antes de trabajar la pieza, se realizaba el dibujo sobre un papel y se perforaba; luego se marcaban con tizas las plantillas perforadas, dejando la marca en la tela que pasaba al bastidor para proceder a bordarlo. La técnica más habitual era el bordado a matiz o «acu pictae» (pintura de aguja), y dentro de ella la de bordado plano, con puntos de matiz chino, pasado plano y cordoncillo.[9]​ La obra se cerraba con la colocación de los flecos o "flecado", modo o elemento heredado de los árabes, realizado también con hilo de seda y técnica de macramé. El flecado —un dibujo a base de nudos, formados manualmente— constituye una de las labores textiles más complejas y vistosas.[nota 3]

Para que tras su largo viaje el mantón llegara a los puertos de destino en óptimas condiciones se idearon y fabricaron en Filipinas unos estuches de embalaje especiales: cajas cuadrangulares de madera lacada y dorada, decoradas con incrustaciones de madreperla y motivos chinescos. En su interior contenían a su vez otra caja de cartón entelado en la que se plegaba una única pieza.

Por lo general, el mantón de Manila, como ocurre con toquillas, manteos y chales, se lleva sobre los hombros, doblado en sentido diagonal formando un triángulo y sus dimensiones varían ligeramente pero siempre deberán cubrir la espalda, alcanzando los extremos la punta de los dedos de cada mano con los brazos abiertos perpendicularmente al tronco. También suele llevarse anudado a un lado, a la altura de las caderas.

Para su almacenamiento, los mantones requieren un experto sistema de doblado, pero si se desconoce, pueden quedar colgados de una percha y cubiertos con una funda o, simplemente guardados en un cajón sin doblar (basta con dejados caer y cambiarlos de posición de vez en cuando).[10]​En caso de necesidad o para realzar el bordado, el mantón se puede planchar del revés con la plancha de vapor. También existen tubos acolchados de conservación donde el mantón queda enrollado entre dos telas de algodón de tamaño mayor, para evitar que el polvo acidifique la prenda.

Cuando en la primera mitad del siglo XIX, la poderosa industrial textil inglesa y las modas europeas impusieron sus tonos grises y opacos en el vestido femenino, el mantón de Manila, caído en desgracia entre la burguesía fue descendiendo estratos sociales hasta refugiarse en el casticismo de las manolas madrileñas y la mujer de las castas gitanas más de la mayoría de las capitales españolas.[11]​ Su presencia en la ceremonia del baile flamenco es uno de los principales recursos de la gracia de la "bailaora", además de un atributo femenino rico en simbolismo.[12][13]

El estreno de La verbena de la Paloma el 17 de febrero de 1894 en el Teatro Apolo de Madrid, con libreto de Ricardo de la Vega y partitura del Maestro Chapí, terminada por Tomás Bretón, le dedicó al mantón de Manila de las chulapas de la capital de España, dos de las coplillas más populares de la historia de la Zarzuela, como el dúo de Julián y Susana:

¿Dónde vas con mantón de Manila? ¿Dónde vas con vestido chinés?

(responde SUSANA)

A lucirme y a ver la verbena,

Otro pasaje también muy popular es el coro de chulapos y chulapas que dice:

un mantón de la China-na, China-na, China-na,

En Ramales de la Victoria se celebra durante el mes de julio la Verbena del Mantón, rememorando la leyenda de la batalla de Ramales de 1839, cuando el general Maroto y su partida carlista en su huida dejaron olvidado un baúl lleno de mantones, tesoro que Baldomero Espartero repartió entre las mujeres que al recibirle celebraban su victoria.[16]



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