María Parado de Bellido cumple los años el 5 de julio.
María Parado de Bellido nació el día 5 de julio de 1761.
La edad actual es 263 años. María Parado de Bellido cumplió 263 años el 5 de julio de este año.
María Parado de Bellido es del signo de Cancer.
María Andrea Parado Jayo (Huamanga o Paras, 5 de julio de 1761 - id. 11 de mayo de 1822), más conocida por su nombre de casada María Parado de Bellido, fue una heroína peruana y mártir de la Independencia del Perú. Aunque a veces se le califica de “precursora” de la independencia, en realidad su actuación se dio durante la fase sanmartiniana de aquella guerra, es decir ya iniciado el proceso final de la Emancipación. Fue una mujer mestiza y quechua hablante, que exponiendo su bienestar y el de su familia, sacrificó su vida antes de delatar a otros patriotas que como ella, servían a la causa de la Patria.
Poca es la información que se tiene sobre la mayoría de héroes populares, muchos de ellos anónimos. Ejemplo de ello, son las trayectorias biográfica de José Olaya y María Andrea Parado de Bellido. Este anonimato resulta aún más cierto en el caso de las mujeres, ya que su participación en el proceso independentista se encuentra invisibilizada. De esta heroína se conocen pocos detalles de su extensa vida, si se tiene en cuenta que al momento de su sacrificio tenía más de 50 años.
María Parado nació en Huamanga, en la sierra sur del Perú. Sin embargo, el sacerdote Carlos Cárdenas afirmó haber descubierto su partida de bautizo en la parroquia de Cangallo, donde habría nacido, para ser más exactos, en el actual distrito de Paras. Tampoco hay consenso en cuanto al año de su nacimiento. Unas fuentes lo sitúan en el año de 1777 y otras en 1761. Pero todas coinciden en la misma fecha: 5 de julio.
Sus padres fueron Fernando Parado, criollo de ascendencia alto peruana, y Jacinta Jayo, una mujer amerindia.
Su infancia fue como la de todas las niñas de su tiempo, que no recibían instrucción y solo se preparaban para las tareas conyugales.
Se casó, a la edad de 15 años, con Mariano Bellido, de oficio negociante, en 1820 trabajaba en la sección de correos del distrito de Paras en la provincia de Cangallo, donde la familia tenía su residencia, aunque radicaban temporalmente en Huamanga. De esa unión tuvo siete hijos: Gregoria, Andrea, Mariano, Tomás, María, Leandra y Bartola. Tanto su esposo como sus hijos varones colaboraron desde 1820 con las fuerzas patriotas.
Tomás se enroló en las filas patriotas del general Juan Antonio Álvarez de Arenales cuando éste pasó por Huamanga en 1820, y luego se sumó a los montoneros patriotas acaudillados por Quiroz Lazón, que se hallaban en actividad en Cangallo. Su esposo y su otro hijo varón, Mariano, empezaron también a colaborar con aquellos montoneros que actuaban en coordinación con las fuerzas regulares del general José de San Martín.
Ocupada Lima por el Ejército Libertador comandado por el general José de San Martín y proclamada la independencia del Perú en la Plaza Mayor de Lima en 1821, los realistas, al mando del virrey José de la Serna, se replegaron a la sierra, mientras que la mayoría de las ciudades de la costa se sumaban a la causa patriota. También en la sierra central crecía la adhesión a la causa de la libertad, representada por las guerrillas o montoneras. La Serna se estableció en el Cusco, en la sierra sur, que se convirtió en el bastión de los realistas, cuyas fuerzas estaban mayormente formadas por indígenas reclutados a la fuerza. Desde el Cusco, La Serna envió a sus fuerzas hacia la sierra central, para que sometieran a los “insurgentes”, como denominaba a los patriotas. Estas fuerzas de represión estaban comandadas por el general José Carratalá y el coronel Juan Loriga. Carratalá se encargó de la represión en las actuales provincias de Parinacochas, Lucanas y Huamanga, labor que realizó de una manera despiadada. Pueblos enteros fueron incendiados y arrasados, y sus pobladores masacrados. Uno de esos pueblos fue Cangallo.[cita requerida]
Carratalá estableció su cuartel en la ciudad de Huamanga. Uno de sus objetivos era enlazar con las fuerzas realistas que combatían a las fuerzas patriotas en Ica (costa central), pero enterado de la derrota de estos en la batalla de La Macacona (cerca de Ica), permaneció en Huamanga y concentró todos sus esfuerzos en exterminar a las guerrillas de Quirós, en las que militaban el esposo y los hijos de María Parado.
Seguramente fue el ejemplo del esposo y sus hijos lo que impulsó a María Andrea a trabajar también por la causa libertadora, desde la ciudad de Huamanga. Como ella no sabía escribir, le dictaba a un amigo de confianza, llamado Matías Madrid, las cartas que remitía a su marido con la finalidad de informarles de los movimientos y los planes del enemigo; información que Mariano comunicaba de inmediato al patriota Quirós. Así, por ejemplo, gracias a una de esas misivas, los guerrilleros patriotas pudieron abandonar el pueblo de Quilcamachay, el 29 de marzo de 1822; al día siguiente el pueblo fue ocupado por los realistas, y allí se encontró la misiva, olvidada por descuido en la chamarra de un guerrillero.
Este era el texto de dicha carta:
Idolatrado Mariano:
Aunque la misiva descubierta solo estaba firmada con el segundo nombre de la heroína, los realistas pronto identificaron quien era la remitente. Descubierta entonces, María fue apresada el 30 de marzo en Huamanga y sometida a intenso interrogatorio para que delatara a los patriotas comprometidos. Carratalá no dudó incluso en aplicarle la tortura. Pero ella se negó rotundamente a dar nombres y dio reiteradamente la misma respuesta: «¡Yo la escribí!» Finalmente, Carratalá ordenó su fusilamiento.
Custodiada por fuerzas de la guarnición realista, María fue llevada en procesión en torno a la plaza huamanguina y en cada esquina un oficial leyó el bando de la sentencia dictada por Carratalá, justificando su acción «para escarmiento y ejemplo de los posteriores por haberse rebelado contra el rey y señor del Perú». Luego fue conducida a la pampa o plazuela del Arco donde le esperaba el pelotón de fusilamiento. Después de ser amonestada por última vez, para que revelara el secreto, prometiéndosele la vida, rechazó la proposición sin vacilar. Y resignada a sufrir el último suplicio, se arrodilló y esperó la muerte con la mirada dirigida al cielo. Al momento de su martirio tenía más de 60 años.
Se cuenta que su cadáver fue sepultado de limosna por los frailes mercedarios en su templo, a pocas cuadras del lugar de fusilamiento, mientras sus hijas quedaron abandonadas a su suerte y hallaron refugio en una iglesia. Luego surgieron varias versiones confusas sobre su familia. Lo único verificable es que Simón Bolívar estableció una pensión de gracia para las hijas sobrevivientes de la heroína, pero no se sabe la suerte que corrieron su esposo y sus hijos que participaron en las montoneras.
A pesar de la parquedad de los datos biográficos, su fama se ha extendido más allá de su tierra natal. Leamos lo que ha escrito sobre ella el famoso escritor estadounidense Carleton Beals en su libro Fuego en los Andes:
Por su parte, el periodista Aurelio Miró Quesada, en una visita que hizo en Ayacucho a la casa de la heroína, escribió (en su libro Costa, sierra y montaña):
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