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Marrakesh



Marrakech[2]​ (nombre original en bereber tamurt n Akuc, lit. «Tierra de Dios»; en árabe, مراكش [Marrākuš], pronunciado coloquialmente /Mrrākeš/; antiguamente en castellano: Marruecos, escrito en grafía francesa Marraquech) o Marrakesh[nota 1]​ es una de las ciudades más importantes de Marruecos. Cuenta con 1 545 541 habitantes y se ubica al pie del Atlas, a 466 m s. n. m. de altura. Posee numerosos monumentos patrimonio de la Humanidad.

Es, junto a Mequinez, Fez y Rabat, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos.[3]​ Fue fundada en 1062 por los almorávides y fue la capital del Imperio islámico. La ciudad posee el mercado tradicional (suq) más grande del país y una de las plazas más concurridas de África y del mundo, Djemaa el Fna.[4]​ En la plaza se citan acróbatas, cuenta-cuentos, vendedores de agua, bailarines y músicos. Por la noche, la plaza se llena de puestos de comida, convirtiéndose en un gran restaurante al aire libre.

Marrakech fue fundada en 1062 por Youssef Ibn Tachfin, primer emir de la dinastía bereber de los almorávides. La ciudad nació como avanzadilla, primero militar y luego comercial, para garantizar a la tribu la supremacía sobre una región de fundamental importancia estratégica, puesto que por la zona pasaban las rutas de caravanas hacia el África negra a través del Sahara. Desde su base de Marrakech, los almorávides consiguieron, hasta el siglo XI, ampliar su dominio sobre todo Marruecos. Desembarcaron en España, derrotaron a los cristianos y conquistaron así gran parte de la península ibérica. Marrakech se convirtió en una gran capital amurallada con exuberantes jardines y magníficos palacios y mezquitas, de los cuales hoy por desgracia no queda nada, a excepción de la pequeña Koubba Ba’adiyn. El reino perduró hasta 1147, cuando los almohades –una federación rival de tribus bereberes provenientes de las montañas del Atlas– conquistaron la ciudad después de un largo asedio y la arrasaron, para después reconstruirla. La arquitectura almohade produjo grandes obras, como la Mezquita Kutubia y la mezquita Kasbah, la monumental Bab Agnau y los jardines de la Minara. Mientras, la ciudad se convertía en un faro de la cultura islámica, atrayendo célebres pensadores y literarios de todo el mundo árabe. Pero después de un siglo de dominio, también la luz almohade se apagó. Las tropas almohades fueron derrotadas en varias ocasiones en España y a su regreso a Marrakech, en 1248, el ejército cayó en una emboscada que le tendió una tribu del desierto, capitaneada por Banu-Merin, que prosiguió su marcha victoriosa hasta Fez, donde fundó una nueva dinastía, la de los benimerines. El último sultán almohade fue definitivamente derrotado en 1276, cuando los benimerines extendieron su dominio por todo el sur de Marruecos.

Marrakech volvió a ser capital tres siglos más tarde, cuando la tribu de los saadíes, proveniente del sur, destituyó a los benimerines y, en 1549, trasladó de nuevo la corte a la ciudad. Le siguió un periodo de gran crecimiento y esplendor, que hizo de Marrakech una de las ciudades más pobladas del mundo árabe, llena de espléndidos palacios, entre los que destaca el Palacio El Badi. Pero esta dinastía tampoco duró mucho en el poder y a principios del siglo XVII el país se sumió en una guerra civil, que no terminó hasta 1668, cuando un príncipe árabe, Moulay Rachid, subió al trono, de quien sus descendientes gobiernan el país todavía hoy. Marrakech perdió el título de capital y el sucesor de Rachid, Moulay Ismail, la trasladó a Mequinez, expoliando el palacio El Badi de todas sus riquezas. Cuando el monarca murió, el país se vio sumido en el caos durante más de un siglo, hasta salir de ella como un reino cada vez más débil.

Mientras, Marrakech inició sus primeros contactos y relaciones comerciales con Europa, en primer lugar con Gran Bretaña, que se multiplicaron a lo largo del siglo XIX. En aquella época fue cada vez mayor el interés de las grandes potencias europeas por adueñarse del norte de África. Así, el control de Marruecos se dividió entre Francia y España. El gobierno de los sultanes era cada vez más débil y finalmente aceptó la imposición oficial del gobierno colonial francés, formalizado con el Tratado de Fez de 1912. Pero enseguida estallaron motines y revueltas, sobre todo en Marrakech y en el sur. Para conseguir mantener el control, la administración francesa hizo un pacto con Thami El Glaoui, uno de los señores de la guerra que estaba al frente de las tribus de las montañas del Atlas, y en 1912 lo nombró señor de Marrakech, dándole carta blanca sobre la ciudad y el Marruecos Meridional. Thami El Glaoui se instaló en un palacio de la ciudad y desde allí gobernó con mano de hierro durante más de cuarenta años, hasta 1955. Déspota cruel, extravagante y amante de los excesos, era también un hombre perspicaz y brillante, que organizaba suntuosos banquetes para sus huéspedes y los cubría de generosos regalos. En los años treinta, la administración francesa construyó la ville nouvelle fuera de las murallas de la Medina, una verdadera ciudad con amplias avenidas arboladas, edificios modernos de estilo morisco, escuelas y hospitales, mientras la Medina se fue degradando poco a poco.

En los años treinta también se desarrolló el movimiento nacionalista que encontró su expresión política en el Partido de la Independencia. Después de la Segunda Guerra Mundial, el seguimiento del partido aumentó e incluso el sultán, Mohammed V, empezó a presionar por la independencia. Así, en 1953, los franceses lo exiliaron y lo sustituyeron por un gobierno fantoche, lo cual no sirvió más que para encender la chispa de la revolución, que en un primer momento intentaron apagar con el apoyo de Thami El Glaoui. Pero los franceses ya estaban haciendo frente a la sangrienta revuelta de Argelia y pronto suavizaron sus posiciones; en 1955 dejaron regresar al sultán. Mientras, a principios de 1956, Thami El Glaoui murió y Marrakech se liberó de su tirano. En marzo de 1956 Marruecos obtuvo la independencia.

Marrakech es hoy la ciudad internacional de Marruecos, con una comunidad de expatriados (extranjeros que viven permanentemente aquí) vasta y en continuo crecimiento. Los pioneros fueron los millonarios de los años veinte y treinta, seguidos por artistas e intelectuales de los años sesenta entre extravagancias y fiestas psicodélicas. Nació en aquellos años el mito del Marrakech exótico y bohemio que arrastró a la generación sucesiva de extranjeros, que desembarcó en la ciudad a partir de los años ochenta. Algunos de ellos decidieron trasladarse a vivir a la Medina, recuperando antiguos edificios en plena decadencia. La población marroquí, en cambio, por lo menos la que se lo puede permitir, vive en el sueño de una casa "moderna" en la ville nouvelle. El fenómeno de los europeos en la Medina en un primer momento era algo esporádico, pero a mediados de los noventa estalló el boom, con la contribución determinante de un programa de la televisión francesa que explicaba cómo en Marrakech, con el dinero de un pisito en París, se podía comprar un "riad", un verdadero palacete, y vivir a lo grande. Y así fue como en pocos años en la ciudad nació el "pueblo del riad", una comunidad heterogénea que tiene en común las ganas de inventar un nuevo estilo de vida. Hoy tener casa en Marrakech es un sueño cada vez más practicado y caro. Los precios han subido, aunque siguen siendo inferiores a los de las grandes ciudades europeas y americanas. Y empiezan a aparecer las primeras contradirecciones, y aunque la Medina ha sido declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad no existen todavía normativas rígidas para conservar el patrimonio histórico y arquitectónico. Por ello, se está reforzando un movimiento de opinión preocupado por el riesgo de un expolio moderno. Y luego está la no menos importante cuestión del respeto hacia la cultura y la sensibilidad de los residentes del lugar. Pero el camino parece marcado y el futuro de la ciudad se dirige cada vez más hacia el turismo y el mundo exterior. Marrakech alberga una sede del Instituto Cervantes.[5]

Marrakech se encuentra en el centro-sur de Marruecos. Es la capital de la llanura de Haouz y el principal asentamiento. La medina se construyó en la margen izquierda del río Uadi Issil, cinco kilómetros al sur de su punto de confluencia con el río Uadi Tensift.[6]​ Construida a una altitud media de 450 metros sobre el nivel del mar, Marrakech es una ciudad con un relieve esencialmente plano. Solo el Jbel Gueliz, un cerro de arenisca de 55 metros de altitud rompe la monotonía de la llanura.

Marrakech presenta un clima semiárido, con inviernos suaves y húmedos y veranos cálidos y secos. Las temperaturas medias pasan de 12 grados Celsius en invierno a 23 grados Celsius en verano. El esquema de precipitaciones invierno húmedo/verano seco de Marrakech sigue la misma pauta que sucede en climas mediterráneos. En comparación con estos, sin embargo, la ciudad recibe menos lluvia, de ahí que esté clasificada como semiárida.

Como otras ciudades imperiales marroquíes, Marrakech está dividida fundamentalmente en dos partes: el centro con la gran Medina o ciudad vieja, rodeada de espectaculares bastiones de tierra roja, y, fuera de las murallas, la ville nouvelle o ciudad nueva, construida por los franceses en los años del dominio colonial y en continua expansión. La ciudad vieja y la nueva son entidades administrativas separadas, gobernadas en parte por reglas distintas: en la Medina el alcohol está prohibido y los edificios no pueden superar los tres pisos de altura. En cambio, sirve para toda Marrakech la regla según la cual el exterior de los edificios tiene que ser rojo-ocre, el color natural de la tierra local, usada tradicionalmente como material de construcción. De ahí su sobrenombre de "ciudad roja". La Medina de Marrakech está llena de antiguos palacios y mezquitas, que como es costumbre en Marruecos, no están abiertas a los no musulmanes. Su lugar más emblemático es la gran plaza de Jamaa el Fna. Al oeste de los bastiones de la Medina se extiende la ville nouvelle, con los barrios de Guéliz e Hivernage; la arteria principal es la Avenue Mohammed V, una amplia avenida arbolada que desemboca junto a una de las puertas de la ciudad vieja. En dirección este, finalmente, se encuentra el barrio residencial de la Palmeraie, una zona semidesértica llena de palmeras que en los últimos años se ha llenado de edificios.

Panorámica de la Plaza Yemaa el Fna.

Es la ciudad vieja, protegida por un cordón de bastiones hechos de tierra roja que encierran un laberinto de callejuelas y palacios, mercados y mezquitas, cúpulas y minaretes. La Medina de Marrakech ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1985, siendo actualmente uno de los lugares de visita obligada. Su corazón es la gran plaza Jamaa el Fna, al norte de la cual se abre el laberinto de los Suks (mercados tradicionales, a menudo descubiertos). Siguiendo hacia el norte se encuentran la mezquita y madraza de Ben Youssef y el Museo de Marrakech. Al sur de la plaza, en cambio, a lo largo de los siglos se han instalado los gobernantes de la ciudad. Hoy la zona está dominada por el Palacio Real, erigido sobre las ruinas de los precedentes palacios almohades, que ocupa una vastísima área rodeada de murallas (la llamada kasbah, que significa ciudadela fortificada) y no está abierto al público. Pero se puede visitar el palacio de la Bahía y de Dar Si Said, construidos en el siglo XIX por dos visires de los sultanes y las imponentes ruinas del gran palacio Badi.

Marrakech no es una ciudad de grandes museos y espacios de exposición tradicionales, pero cuenta con interesantes colecciones, públicas y privadas, de arte y artesanía marroquí antigua y contemporánea. En el centro de atención, dada la historia y la situación geográfica de la ciudad a las puertas del Atlas, está sobre todo la cultura bereber. Todo ello expuesto en un marco que a menudo es por sí mismo el protagonista: antiguos palacios de encanto oriental, con refinado mobiliario y decoración. También es posible encontrar lugares donde se concentra la vida cultural y mundana de Marrakech de hoy: sofisticadas galerías de arte que a menudo funcionan como espacios multifuncionales, acogen exposiciones temporales de pintura, fotografía, tiendas, librerías y cafés.

Su evento más importante es el Gran Premio de Marruecos de WTCC y Fórmula 2 que se disputa en el Circuito de Marrakech, inaugurado el año 2009

A pesar de su árido clima, Marrakech ha sido siempre un jardín, gracias a las ingeniosas técnicas de canalización y riego llevadas a la práctica desde el siglo XI, cuando los almorávides llegaron a la región. El agua se trajo a la ciudad desde el valle de Ourika (a 60 km.) mediante canales de riego de barro seco. Hoy la ciudad cuenta con varios jardines.

El deporte más popular en la ciudad, al igual que en todo el país es el fútbol. El equipo de fútbol más popular de la ciudad es el Kawkab Athlétique Club de Marrakech y actualmente juega en la Liga de Fútbol de Marruecos, es el único campeón de liga de la ciudad de Marrakech.

Las ciudades hermanadas con Marrakech son:





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