Flavio Mauricio Tiberio Augusto, más conocido como Mauricio (en latín: Flavius Mauritius Tiberius Augustus; griego: Φλάβιος Μαυρίκιος Τιβέριος Αὔγουστος; Arabiso, Capadocia, c. 539-Constantinopla, 27 de noviembre de 602), emperador bizantino de 582 a 602. A pesar de sus excelentes cualidades de mando, solo pudo diferir por un tiempo la desintegración del gran imperio de Justiniano I.
Mauricio nació de una antigua familia romana (latina) o armenia que se estableció en Capadocia y comenzó su carrera como soldado. Bajo el reinado de Tiberio II fue nombrado comes de los excubitores. Posteriormente pasó a dirigir las fuerzas militares en Oriente, haciendo un buen servicio contra los persas, a quienes venció en la batalla de Constantina (581), consiguiendo detener su avance en el Éufrates. Cuando regresó triunfante a Constantinopla, Tiberio le dio a su hija Constantina en matrimonio y lo nombró su sucesor una semana antes de morir (según parece, envenenado por un plato de moras).
Poco después de su subida al trono, Mauricio continuó con las operaciones militares contra los persas. El frente oriental se mantuvo incierto, con victorias y derrotas de ambos lados. Hasta que en 588 una invasión de turcos en la Armenia persa empezó a inclinar la balanza en favor del emperador. El general Bahram Chubin había expulsado a los invasores, pero un año después fue derrotado por los bizantinos, perdiendo así la gratitud del rey Hormisdas.
Este fue finalmente depuesto y asesinado por los magnates en un golpe de estado en 590 y, en su lugar, entronizaron a su hijo que pasó a ser Cosroes II. Pero no permaneció por mucho tiempo, ya que a su vez fue destronado por Bahram Chubin (ahora Bahram VI), por lo que Cosroes se refugió en territorio bizantino.
Mauricio decidió intervenir en la guerra de sucesión que enfrentaba a los miembros de la dinastía sasánida en Persia, y le prestó ayuda militar a Cosroes para recuperar el trono, lo que logró al año siguiente. A cambio de la ayuda bizantina, Persia cedió al Imperio parte de la Armenia persa y de la Mesopotamia oriental (junto con Dara y Martirópolis), además de rubricar un tratado de paz que se mantendría durante todo el gobierno de Mauricio.
Sin embargo, los eslavos y los ávaros destruyeron durante su reinado las fortificaciones bizantinas sobre los ríos Danubio y Sava, rompiendo el sistema defensivo, ocuparon el norte de los Balcanes donde devastaron las regiones de Mesia y Macedonia, y atacaron Tesalónica (en 584 y 586), llegando en sus incursiones hasta el Peloponeso. Luego del tratado de paz firmado con los persas, Mauricio volvió con su ejército y transfirió tropas de la frontera oriental hacia los Balcanes, entregando el mando del ejército a los generales Prisco y Pedro, quienes dirigieron contra ellos varias campañas que tuvieron éxito, lo que le permitió mantener controlada la situación en ese frente. En el 595, el general Prisco logró rechazar a los ávaros más allá del Danubio. Sin embargo, estas campañas dejaron exhaustos los recursos del Imperio.
En Italia, Mauricio creó el Exarcado de Rávena (584), una franja que unía esta ciudad con Roma alrededor de la vía Flaminia. Contenía además Venecia, Génova y Nápoles. Por otra parte, con el apoyo del papa Pelagio II estableció una alianza con el rey franco Childeberto II de Austrasia, haciendo causa común contra los lombardos, que a su vez se reorganizaron de nuevo bajo el rey Autario. De esta manera, Mauricio, con la ayuda de los francos que invadieron en diversas ocasiones la Lombardía y causaron varios estragos, pudo contenerlos y asegurar el dominio de una pequeña parte del territorio italiano. En 585, el exarca Esmaragdo consiguió un tratado de paz con los lombardos por el que se fijaron unas fronteras.
No obstante, la situación en Italia fue siempre problemática y bastante más descuidada que en otros frentes por el emperador. Esto hizo que, más tarde, la resistencia contra los lombardos fuera organizada por el papa Gregorio I, sucesor de Pelagio II, resultando en un enfrentamiento con Mauricio y el nuevo exarca, Romano. Contra la tiranía de este último, Gregorio I tomó a los italianos bajo su protección. En tanto que los imperiales protegieron a los obispos en el norte de Italia, que todavía mantenían el cisma de Aquilea que comenzó con la disputa de los Tres Capítulos. La asunción del título de patriarca ecuménico por Juan IV de Constantinopla causó más fricción.
En África, Mauricio creó el Exarcado de Cartago (585) que gobernó sobre los territorios africanos e hispanos (incluía también las islas de Córcega, Cerdeña y las Baleares, en tanto que Sicilia constituyó una unidad administrativa diferente), y en 587 sofocó con éxito una rebelión de los bereberes.
Hacia el 589-590 la capital bizantina de la provincia de Spania, Carthago Spartaria, fue reamurallada. El hecho quedó atestiguado en un texto inscripto en la famosa lápida de Comenciolo, magister militum Spaniae en aquel momento. Durante la década del 590 Comenciolo comenzó una sostenida ofensiva contra el reino visigodo que le permitieron a los bizantinos recuperar una parte de los territorios que les habían sido arrebatados en tiempos de Leovigildo: se cree que la zona costera entre Malaca (Málaga) y Cartagena o la zona del Estrecho. El rey Recaredo I trató de que Gregorio I mediara en el conflicto a fin de lograr un tratado de paz que fijara los límites de la provincia de Spania, lo cual quedó truncado debido a las tensas relaciones entre el Papa y el emperador Mauricio. Los visigodos tuvieron que permanecer a la defensiva hasta principios del siglo VII.
En política interior, Mauricio tomó importantes medidas para frenar la desintegración de su imperio. Reorganizó la administración y puso gran energía en la restauración del poder imperial.
Mauricio pasó a la historia por haber sido el creador de los Exarcados (según la traducción griega, Exarcado significa "provincia exterior"). La autoridad civil y militar al principio había sido dividida entre un praefectus praetorius y un magister militum. Las dos posiciones fueron ahora concentradas en la figura de un gobernador o Exarca, representante del emperador, que asumía tanto el poder civil como el militar dentro del territorio. Este sistema se aplicó en las provincias occidentales de Italia y África, donde el dominio bizantino sobre estos territorios se estaba desintegrando, y era parte de la descentralización de la autoridad de Constantinopla que daría nacimiento a los Themas (los distritos militares del Imperio). La importancia que concedía a los territorios de Occidente se hace evidente en el testamento que redactó en 597, al sentirse gravemente enfermo, en el que legaba el gobierno de Constantinopla a su primogénito, Teodosio, en tanto que Tiberio, su segundo hijo, recibía el dominio de Italia y las islas occidentales, con sede en Roma.
Reorganizó el ejército, con la creación de una nueva unidad: los optimates, que reemplazaron las funciones de la vieja schola palatinae. También incorporó a los bucelarii (guardia de los generales), las unidades mejor pagadas y equipadas, al ejército de campaña, mientras que los limitanei (guardias de frontera) prácticamente desaparecieron para esa época.
En el aspecto financiero, la maltrecha tesorería imperial (debido a los derroches monetarios de su popular antecesor) obligó a Mauricio a establecer los gastos de la corte sobre la base de una estricta economía. Se ganó una reputación de parsimonia que le hizo muy impopular y llevó finalmente a su caída. Debido a las constantes guerras exteriores, para sostener estos gastos aumentó los impuestos. Los recortes financieros de Mauricio también recayeron sobre los aliados o federados del Imperio que, como los gasánidas, le ganaron la animadversión de éstos y que en un futuro cercano esta política resultaría fatal para Bizancio frente a la amenaza árabe.
Durante el reinado de Mauricio, el Imperio debió sostener guerras casi interminables en todas las fronteras. La escasez de fondos ocasionó varios levantamientos militares: ya en 588 tuvo lugar un amotinamiento en Oriente a causa de la reducción de las raciones militares (sustitución de la paga en metálico por suministros de armas y uniformes), y en 599 12.000 soldados bizantinos prisioneros fueron ejecutados por los ávaros al negarse el emperador a pagar un rescate. En 602, cuando ordenó que el ejército de los Balcanes pasase el invierno al otro lado del Danubio, se produjo una rebelión que terminó con el reinado de Mauricio. Los soldados sublevados avanzaron hacia Constantinopla bajo el mando de uno de sus centuriones, Focas. Mauricio creyó que varios de los miembros de su familia le habían traicionado, y ordenó detener a su hijo, Teodosio, y a su suegro, Germano. Teodosio fue azotado públicamente, y Germano se refugió en Santa Sofía. Entonces se produjeron revueltas en la ciudad, y Mauricio, junto con su esposa y sus ocho hijos, cruzó el mar de Mármara y se refugió en Nicomedia. Su hijo Teodosio huyó a Persia, o, al menos, un personaje que pretendía ser Teodosio se refugió en la corte de Cosroes II, quien aprovecharía posteriormente la situación para declarar la guerra al Imperio bizantino. Cuando las tropas de Focas entraron en la capital, se envió de inmediato una fuerza en busca de Mauricio, y tanto él como sus hijos fueron asesinados. Se dice que el emperador fue obligado a contemplar la ejecución de sus hijos antes de su propia decapitación.
Mauricio es también conocido por ser el autor del tratado militar Strategikon, escrito en doce libros, basado en su experiencia militar y considerado como la única obra de importancia sobre armas combinadas anterior a la Segunda Guerra Mundial. Según algunos autores, el tratado no es obra suya, sino de uno de sus generales.
El emperador Mauricio es venerado como santo en la Iglesia ortodoxa.
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