Miguel Ramírez Goyena (León, 5 de diciembre, 1857 - 23 de julio de 1927) fue un científico, botánico y educador nicaragüense, que se destacó en el extranjero y en Nicaragua; dio grandes aportes a la clasificación de la Flora nicaragüense.
Nació en León, el 5 de diciembre de 1857. En los archivos de la ciudad, no se encontró ni fe de bautismo ni partida de nacimiento de Miguel Ramírez Goyena.
Desde joven demostró tener intereses eclécticos y formó parte de una comunidad intelectual activa en el país. Además del español su lengua materna, hablaba inglés, francés y alemán.
Juan Pablo Ramírez se casó a escondidas con Adela Goyena, primera hija legítima de Sebastián Goyena, hijo del ilustre poeta y fabulista de Guatemala, quien vino a Nicaragua en 1825 como miembro de la división centroamericana de pacificación que trajo el general Arce quedándose definitivamente. Este fijó residencia en la comunidad de Sutiaba, cercana a la ciudad de León, en donde fundó los "campos de Goyena".
En 1859 cuando apenas tenía dos años de edad murió su madre. Dos años más tarde queda huérfano al morir su padre en 1861. Desde entonces tuvo como padres adoptivos a don Leandro Zelaya y doña Dominga Bolaños de Zelaya, miembros sobresalientes de la sociedad granadina de entonces, quienes vivían en Xalteva.
Poco se sabe de sus primeros 13 años. Por su constitución musculosa y afición por los ejercicios físicos, se deduce que era dado a las competencias atléticas. Por curiosidad aprendió a tocar el flautín, pero luego se convenció que no era su vocación ser músico.
Con 17 años, ingreso al prestigioso "Colegio de Granada" (antecedente del Instituto Nacional de Oriente) gracias a una beca costeada por don José Joaquín Quadra, fundador de dicho Colegio, dedicándose con pasión a los estudios. Allí tuvo como profesor de matemáticas a César Sánchez, español que llegó a ser profesor particular de Alfonso XIII. Emulando a su admirado maestro, él mismo llegó a convertirse en uno de los más reputados matemáticos que ha tenido Nicaragua.
Graduado de bachiller en el reputado Colegio, gozó de singular fama. Esta repercute en las altas esferas educativas, tanto así que el Presidente de la República, Pedro Joaquín Chamorro y Alfaro, al apoyar la iniciativa privada de la fundación del Instituto Central de Managua, elige al joven Ramírez Goyena para director del nuevo centro de estudios que en sus inicios funcionó en la llamada "Casa de los Cocos" donde en la actualidad se eleva el edificio del Palacio de las Comunicaciones.
Dicho instituto fue creado mediante decreto legislativo del 23 de enero de 1891, del Senado y la Cámara de Diputados de La República, sancionado por el Ejecutivo el 27 del mismo mes, que ordenó la creación en Managua de un "Instituto Central de Varones" y de una "Escuela Normal Anexa".
Se casó con Felipa Zavala el martes 17 de abril de 1882 contando entre sus invitados al general Joaquín Zavala, Presidente de la República y al joven poeta Rubén Darío quien les escribió los versos siguientes:
Entre tanto la alegría,
confunde entre sus encantos
risas, tristezas y llantos.
Y tras de la dicha en pos,
Id pues benditos de Dios,
que es muy larga la jornada
pero no hay cadena pesada,
cuando se lleva entre dos.
Por más de cuarenta años fue profesor de Botánica, Física, Matemática y Química, del Instituto Nacional Central en Managua, habiendo sido nombrado su director a la edad de 22 años.
En 1891, y por problemas políticos en Nicaragua, Don Miguel se fue al telégrafo y en conciso telegrama puso su renuncia al presidente Roberto Sacasa y Sarria:
Se exilió a Costa Rica donde se dio a conocer como catedrático y fundó institutos de física y química; hasta un observatorio astronómico.
Regresó a Nicaragua en 1902 y se instaló en su natal León. En 1903 publicó La flora nicaragüense la cual fue reeditada en dos volúmenes entre 1909 y 1911 con apoyo del entonces Presidente de Nicaragua, Doctor y General José Santos Zelaya.
Ramírez Goyena falleció en León, el 23 de julio de 1927, a los 70 años de la edad. Su pasión por la educación no le permitió abandonar las aulas de clases hasta pocos días antes de su muerte.
Su pasión por la matemática quedó plasmada en su obra Aritmética razonada, utilizada como texto oficial en la mayoría de institutos del país, sin embargo, la obra que lo inmortalizó fue La flora nicaragüense, escrita después de recorrer todo el país a lomo de mula, examinando cada planta y clasificándola conforme a la taxonomía de Linneo.
Fue miembro de muchas organizaciones científicas mundiales y muy reconocido por su obras intelectuales en el campo de las matemáticas y la botánica.
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