Las minas de Alquife poseen unos relevantes valores históricos, geológicos, paisajísticos, técnico-industriales y etnológicos, que han derivado en una forma de vida y de trabajo determinadas, configuradores de una identidad colectiva en el territorio. Como parte fundamental de la historia y del legado minero-industrial granadino, el conjunto minero está incoado Bien de Interés Cultural. En 2020, tras décadas sin explotarse, se procede a su reapertura
Si bien en el periodo nazarí fue Alquife el principal productor de hierro de al-Ándalus, será en los siglos XIX y XX cuando alcance su estadio álgido, convirtiéndose en el mayor centro productor de hierro de España. Este patrimonio industrial minero posee una especial relevancia en la provincia de Granada. Las minas de Alquife están formadas fundamentalmente por el coto minero y, alejado de este, la casa de máquinas del salto de agua. El coto minero, dedicado sobre todo a la extracción de hierro y en menor proporción de cobre y plata, presenta tanto la explotación en galerías subterráneas como a cielo abierto y, toda una serie de edificios auxiliares destinados al tratamiento, análisis del mineral, reparación y almacenamiento del mismo, zona residencial del personal de la mina y espacios de carácter social (escuelas, hospital, iglesia…), correspondientes en su mayoría a época contemporánea.
El conjunto minero se encuentra en los términos municipales de Alquife, Lanteira, Aldeire, y Jérez del Marquesado, en la provincia de Granada (Andalucía). En este Bien se aprecian dos partes fundamentales: la casa de máquinas del salto de agua y el coto minero que, aparte del conjunto de minas, dispone de instalaciones industriales, cargaderos de mineral, poblado de Los Pozos, puente de hierro y vías de ferrocarril.
El yacimiento de Alquife constituyó el potencial de hierro más importante de Europa. Desde el siglo X-XI, en épocas omeya y taifa, se registran los vestigios más antiguos de explotación minera. Alquife se configura desde la etapa nazarí como el principal centro productor de hierro del Zenete. Las minas en este período islámico se situaron cerca del castillo, pues desde él se ejercía el control de las mismas. Tras la conquista cristiana, en 1485, Guadix siguió siendo un importante centro siderúrgico gracias, en buena medida, al mineral llegado de Alquife. La minería de época moderna estuvo descapitalizada y fue propiedad del marqués de Zenete. Si bien, el auge de la minería del Zenete llegó a comienzos del siglo XX, el capitalismo introdujo en la minería industrial nuevas técnicas y maquinaria de explotación modernas que permitieron extracciones ingentes y rápidas, fundamentalmente, de hierro, pero también de cobre y plata. Durante este período las explotaciones mineras reaprovecharon las excavaciones del Cerro y se extendieron hacia la llanura. Las minas de Alquife son un ejemplo paradigmático, como sucedió en Linares (Jaén) o en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), donde gran parte de las concesiones y derechos de explotación estuvieron en manos extranjeras.
La explotación de las minas de Alquife estuvo dividida entre dos compañías. La parte del Cerro y aledaños perteneció a Alquife Mines hasta 1953, cuando se vendió a Agruminsa, filial minera de Altos Hornos de Vizcaya. El sector de la llanura, ubicado al norte y este, fue en un principio del grupo escocés W. Abrid, pasando posteriormente a la Compañía Andaluza de Minas que dependía de Monta- el- Hadad, quien a su vez se fusionó con la Sosiegue Viniere de Metallurgique de Peñarroya. En 1984 todas las explotaciones mineras fueron adquiridas por la Compañía Andaluza de Minas y se formó el actual coto minero.
Fue la CAM quien impuso un sistema de explotación «a la americana» en una gigantesca cantera, llamada la corta, de donde obtuvo los máximos tonelajes productivos de mineral. Esta compañía fue quien construyó el poblado minero «Los Pozos» entre los años 50 y 70, el cual supuso la creación, por primera vez, de una plantilla de mineros asentados cerca de la explotación minera, y la dotación de un cuerpo profesional jerárquicamente especializado y con trabajo estable. Esto significó una mejora considerable de las condiciones de trabajo y de vida para parte de la población de Alquife y municipios vecinos. Anteriormente, el trabajo minero había sido un empleo temporal (alternado con el de jornalero), con salarios muy bajos, sometido a unas duras condiciones de control, y exposición a frecuentes accidentes y enfermedades, ante la práctica inexistencia de medidas de seguridad y prevención.
Hasta 1996 (fecha en la que se produjo el cierre de la mina), y durante la última treintena de años en activo, fue el principal centro productor de mineral de hierro de España, suministrando incluso a los Altos Hornos de Vizcaya y exportándose a diversos países como Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Italia, Alemania y Rumanía. Para hacer viable esta comercialización, el coto minero se dotó de unos modernos equipamientos de tratamiento del mineral (como la planta de tratamiento por medio denso y la planta de tratamiento por separación magnética, situadas en el parque minero) y almacenamiento, así como de la construcción de una gigantesca infraestructura de transporte, el cargadero de mineral y salía desde el mismo coto minero atravesando los llanos de Guadix, descendía por el valle del río Nacimiento y llegaba hasta Almería, donde se descargaba y, por vía marítima, partiendo rumbo al extranjero y al Norte de España.
A esta infraestructura hubo que sumar otra fundamental para el funcionamiento de la industria minera, la red eléctrica, lograda a través de distintas fábricas de luz, de las que sólo se conserva una pequeña instalación conocida como «casa de máquinas del salto de agua». Gracias a la minería industrial, la electricidad llegó a los hogares de la comarca del Marquesado de Zenete, lo cual supuso un considerable avance tecnológico para una zona tradicionalmente deprimida.
Las minas son el elemento más visible de la comarca, comprenden el Cerro de Alquife y un área hacia el norte que presenta una extensión de unos 2 km y una superficie aproximada de 633 ha, delimitada por la rambla de Lanteira al oeste y la de Alquife y Benéjar al este. En las minas se encuentran desde las explotaciones semisubterráneas, que perforan el cerro del Castillo, hasta la explotación minera a cielo abierto o corta, de casi 300 m de profundidad y actualmente semiinundada formando un lago artificial, con agua del acuífero. La altitud media del coto es de 1.160 m que se corresponde con la curva de nivel que se sitúa en el centro de la corta principal.
Esta zona minera, singular por su medio natural transformado y antropizado, configura un paisaje rojizo que está repleto de hondonadas excavadas, alternadas con llanuras. Dicho paisaje es el resultado de la evolución histórica, de una prolongada explotación minera desde los siglos X y XI hasta finales del siglo XX.
El patrimonio técnico-industrial destacó por aplicar desde finales del siglo XIX hasta 1996 las técnicas más modernas de extracción y tratamiento del mineral de hierro de la época. De dicho patrimonio se conservan algunos interesantes elementos a preservar.
El valor geológico de las minas de hierro de Alquife radica en su enclave. Están situadas en el seno del Distrito Minero del Marquesado y están formadas por mineralizaciones de óxidos e hidróxidos estratoligadas en los mármoles permotriásicos, aunque con morfologías extremadamente irregulares. Todo el conjunto, de edad triásica, pertenece a la secuencia de cobertura del Manto del Mulhacén o Complejo Nevado-Filábride, zona Bética.
Entre las minas semisubterráneas o de galería sobresalen:
Entre las minas a cielo abierto cabe mencionar:
Contigua a la explotación se encuentra la barriada de Los Pozos, poblado minero construido por la Compañía Andaluza de Minas entre los años 50 y 70, a partir de un núcleo inicial de viviendas residenciales para el personal directivo que data de los años 30. La estructura del poblado reproduce en el espacio residencial la jerarquía de las relaciones de producción en la empresa: la Casa de Dirección es de tipo regionalista, una mansión ajardinada con pista de tenis, dispuesta en dos plantas más una tercera con torreón, y planta de sótano. Para los ingenieros y el médico se hicieron chalés individuales con amplio jardín y huerto; con el mismo esquema compositivo, chalecitos adosados para técnicos intermedios; casas dispuestas en hileras de una planta para encargados, capataces y administrativos; y pequeñas casas adosadas, también en hileras, para los obreros. La sucesiva ampliación del poblado dejó al mismo dividido en dos por la vía del tren minero. El conjunto edificado incluye capilla, hospital, clubes de ingenieros (1973) y de obreros, economato y varias escuelas (una de ellas rehabilitada en 1984 y transformada en laboratorio y oficinas).
El Parque minero es una zona de diversas instalaciones destinadas al tratamiento, almacenamiento y transporte del mineral y a varios servicios para trabajadores. Se compone de los siguientes espacios:
Entre la maquinaria de interés tecnológico en este parque minero se halla la Acopiadora o Cinta Transportadora, fechada entre las décadas de los 60-70. Se trata de una de las piezas fundamentales y de más envergadura dentro del equipamiento del coto minero, ya que gracias a éstas se traslada el mineral extraído para su limpieza y transformación a lo largo de todo el coto. Dicha maquinaria está situada en el centro de éste. Es de hierro, excepto la cinta que es de goma y su color es amarillo. La acopiadora se encuentra montada sobre cuatro soportes en las vías férreas que atraviesan longitudinalmente el parque de mineral. En la parte baja tiene una pequeña tolva para la carga y una cabina con los mandos. Su largo brazo es sujetado mediante tirantes a un mástil inclinado y un contrapeso.
Existen otras cintas transportadoras, algunas con grúas, que están distribuidas por otras zonas del parque, al oeste, norte y sur. Algunas de éstas han sido desmontadas parcialmente.
Estructura situada al oeste de las instalaciones y el poblado minero e inmediatamente al este de la corta principal a cielo abierto. Su longitud es de unos 20 m aproximadamente. La estructura es metálica y se apoya sobre dos pilares simples de hierro y los taludes de la vía de acceso a los vacies. Está realizado enteramente con remaches. Debió de servir para el paso de vagonetas. Posiblemente haya que datarlo antes de la década de los 30 del siglo XX.
Se sitúan las ocho balsas entre los vacies y la rambla de Alquife. Están intercomunicadas y tuvieron como misión la recogida y decantación de lodos inocuos provenientes de las plantas de tratamiento del parque minero. En 1989-1990 se realizaron en ellas ensayos de reforestación con resultados satisfactorios.
Dentro de la delimitación del coto minero, se encuentran dos vías pecuarias:
Corresponden a una gigantesca y no obstante ordenada aglomeración de materiales estériles, en su mayoría aluviones provenientes de la excavación de la gran cantera. Representa un formidable espigón de más de 2 km² que destaca sobre la llanura del Marquesado con una altitud media de unos 90 metros.
En el término municipal de Jérez del Marquesado se conserva la casa de máquinas, o también conocida como la fábrica de la luz de las minas, desde la que aprovechando el salto de agua producido por el desnivel del río Alcázar, se abastecía de electricidad a las minas durante su primer período de explotación y que hoy, permanece como único testigo de este tipo de infraestructuras eléctricas. Se trata de una casa de una sola crujía, con una sola estancia en su interior y cubierta a dos aguas, con unas dimensiones aproximadas de 15 por 8 metros. De la parte inferior del edificio salen tres canalizaciones que están parcialmente rellenos de escombros. En la actualidad, no se conserva ningún tipo de maquinaria o elementos electrógenos.
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