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Mitimae



El término mitimaes es un derivado de la palabra quechua mitmaq, idioma en el que significa desterrar.[1]​ Son conocidos también como mitmakuna o mitmaqkuna. Fueron grupos de familias separadas de sus comunidades por el Imperio inca y trasladadas de pueblos leales a conquistados (o viceversa) para trabajar como esclavos cumpliendo funciones económicas, sociales, culturales, políticas y militares. Ninguna otra política afectó tanto la demografía y conjuntos étnicos andinos como esta de los mitimaes: se llega a afirmar que hasta una cuarta parte de la población del imperio fue desarraigada por esa práctica.

Debido a que los incas étnicos fueron superados en número por la población que gobernaron por 100 a 1, había muchos sistemas políticos que empleaban para controlar a su pueblo conquistado.[2]​ La política de mitmaes era un método que implicaba transferencias planificadas de poblaciones enteras a regiones menos desarrolladas o que tenían un alto grado de rebeliones o levantamientos.[3]​ Las provincias que eran leales fueron trasladadas y reasentadas en territorios nuevos u hostiles, mientras que las aldeas rebeldes fueron trasladadas a regiones consolidadas.[4]​ Mediante el uso de estos métodos, los incas étnicos fueron capaces de ayudar a disminuir la resistencia a la nobleza inca.[3]​ Fuera de Cuzco, gran parte del gobierno inca consistía en funcionarios incas que supervisaban una jerarquía de señores étnicos hereditarios que fueron reclutados para el servicio estatal. El sistema de mitmaes fue eficaz porque en lugar de tratar de inventar nuevos gobiernos, simplemente barajaban sobre los grupos étnicos existentes. [2]

Los incas mantuvieron grandes pestañas en su población con el fin de asegurar que los desafíos a su autoridad no se produjeran. Esto incluía mantener documentos detallados, como un censo de la población una vez que habían sido reasentados.[5]​ Una vez en sus nuevos lugares de asentamiento, los participantes de las mitmaes recibieron tierras para plantar cultivos y criar ganado, así como para construir casas. Al hacer esto, los incas permitieron a las poblaciones de mitmaes reproducir su estructura social y de producción original. [3]​Otra forma en que mantenían a la población bajo control era teniendo castigos estrictos para los infractores de la ley. Si una persona reasentada intentaba regresar a su hogar natal, fue torturado. Si intentó hacerlo por segunda vez, el infractor fue ejecutado. [5]​ Además, los incas mantuvieron a las élites reasentadas bajo control promoviéndolas a posiciones burocráticas con el fin de mantenerlas dependientes de los sistemas e ideologías imperiales para su propio prestigio y estatus [6]

La política de mitmakuna se llevó a cabo especialmente en el altiplano boliviano austral, donde las funciones de estos colonos fueron de producción en la cual el total de la producción (especialmente la de agricultura intensiva y ganadería) era dividida en 1/3:1/3:1/3 es decir de lo que los productores realizaban eran 1/3 para el inca y su casta otro tercio para la casta sacerdotal (emparentada con la del inca) y al "dios" quechua Inti y solo el tercio restante para las poblaciones productoras, en cuanto al oro, la plata y las piedras preciosas una vez sometidas las poblaciones al subnivel de mitimaes los recursos más valiosos o apreciados de la minería eran también expoliados para las arcas del tesoro incaico, por otra parte eran asimismo forzados los mitmakuna o mitimaes a defender a los quechuas y especialmente a los quechuas de casta inca fueron dedicados a la defensa -para los incas- de los territorios sometidos por los quechuas-incas, ya que muchos de ellos estaban obligados a defender la frontera con los insultantemente llamados chiriguanos ("gentilicio" derogativo o peyorativo aplicado a los guaraníes y pueblos guaranizados que en quechua significa: "excrementos fríos"). Todo el arco suroriental del Altiplano estuvo salpicado de guarniciones que se prolongaronn por el sur hasta el Pucará de Aconquija (actual departamento Andalgalá, provincia de Catamarca).

En el siglo XV, la población colla de la actual Bolivia, es invadida por el inca Wiracocha que anexó sus territorios al Tahuantinsuyo. Los incas introdujeron en las tierras conquistadas grupos de mitimaes, algunos de los cuales hablaban el quechua. Debido a esta situación, a la llegada de los conquistadores españoles el territorio colla tenía una heterogénea población que hablaba las lenguas aimara, puquina y quechua.

Para el caso del Noroeste argentino, los incas utilizaron a las tribus de los chichas, que habitaban en lo que es el actual territorio boliviano. Algo parecido ocurrió en el norte de Chile.

Las poblaciones del sur de los valles Calchaquíes, Santa María (Catamarca), Andalgalá y el centro de la provincia de Catamarca se resistieron a la ocupación incaica y se negaron a realizar trabajos para los incas, por lo que estos llevaron a esos territorios contingentes de mitmaqkunas para ser utilizados como mano de obra en reemplazo de los locales. Blas Ponce, uno de los fundadores de la ciudad de Londres en Catamarca, dice en la provincia de Quire-Quire el inca tenía "más de veinte mil mitimaes" y que vencidos por los españoles decidieron abandonar el valle.

También en la Quebrada de Humahuaca había mitimaes de los chichas de Bolivia, de las parcialidades de los churumatas, paypayas y otros, cuya principal función fue servir como barrera de contención contra los chiriguanos, además de difundir el idioma quechua.



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