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Mont Saint-Michel



Monte Saint-Michel o Monte San Miguel (en francés le mont Saint-Michel), es una pequeña isla rocosa del estuario del río Couesnon, situada en la región de Normandía, en el noroeste de Francia. Debe su nombre a la abadía consagrada al culto del arcángel san Miguel y cuyo nombre en latín durante la Edad Media era Mons Sancti Michaeli in Periculo Mari. Esta isla es igualmente el centro natural, a falta de ser el centro geográfico, del pueblo de Monte Saint-Michel, perteneciente al cantón de Pontorson, en el departamento francés de Mancha.

La arquitectura prodigiosa del monte Saint-Michel y su bahía lo hacen el sitio turístico más concurrido de Normandía y uno de los primeros de Francia, con unos 3,2 millones de visitantes cada año. Una estatua de san Miguel Arcángel colocada en la cumbre de la iglesia abacial se erige a 170 metros por encima de la orilla. Los numerosos edificios del lugar están individualmente clasificados como monumentos históricos[1]​ o inscritos en el inventario suplementario de los monumentos históricos. El conjunto está declarado como un gran sitio de Francia (grand site de France).

Declarado monumento histórico en 1862, el monte Saint-Michel figura desde 1979 en la lista del patrimonio de la humanidad de la Unesco, en cuya declaración están incluidos también la bahía y el antiguo molino de Moidrey, situado a unos cuatro kilómetros tierra adentro.

El monte Saint-Michel está situado a 48°38'390" de latitud norte y a 1°30'40" de longitud oeste, bañando su bahía el océano Atlántico. El islote tiene cerca de 960 metros de circunferencia[2]​ y una superficie de aproximadamente 97 hectáreas, mientras que el peñasco se eleva a 92 metros de altitud.

En tiempo de los galos, el monte Saint-Michel, igual que el peñasco de Tombelaine vecino, se elevaban «en medio del bosque de Scissy, porque en aquella época, la orilla rodeaba Chausey, a más de 48 kilómetros de distancia». Este bosque de Scissy probablemente es un mito y no hay ninguna prueba de su existencia. El nivel del suelo cercano quizás se hundió, engullendo el bosque de Scissy a partir del siglo III; según un manuscrito del siglo XV, la marea de equinoccio de 709 fue particularmente violenta y dio el golpe de gracia al bosque.

El monte sufrió luego por las crecidas de los ríos que inundaban la bahía del monte Saint-Michel, sean el Sélune, el Sée y, sobre todo, el Couesnon que, marcando la frontera entre Normandía y Bretaña, se puso repentinamente en el siglo XV a fluir al oeste del monte, haciendo así pasar a este último a Normandía. Todavía esto es una leyenda que divierte a los habitantes fronterizos; actualmente Couesnon no define la frontera entre Normandía y Bretaña, frontera que se sitúa a algunos kilómetros al oeste de Couesnon. Un viejo dicho local recuerda este acontecimiento:

Las mareas espectaculares de la bahía (hasta 14,5 metros de altura, dos veces al día) contribuyeron mucho a hacer del monte una fortaleza inexpugnable. Durante siglos únicamente era accesible por vía terrestre en los momentos de marea baja, y por vía marítima cuando la marea era alta. Actualmente se puede acceder a la abadía en todo momento gracias a la carretera que lleva a los pies de la roca.

Al filo de los años, la bahía del monte Saint-Michel estuvo sujeta a la polderización por parte de sus propietarios ribereños. La acción más notable en este sentido fue la construcción en 1880 de un dique insumergible por los "Caminos, Canales y Puertos", a pesar de la oposición de autoridades diversas. Este dique precipitó el enarenamiento de la bahía, y convenía demolerlo, con el fin de eliminar la excesiva sedimentación que amenazaba la insularidad del monte y facilitar la acción de las mareas y las corrientes fluviales.

Un nuevo proyecto para eliminar los sedimentos que han modificado los flujos marinos en la bahía está en curso para devolver su anterior insularidad al roquedo, los trabajos se iniciaron en 2005 y serán finalizados en 2015,[3]​ entre otras cosas se ha construido una presa para regular las aguas del río Couesnon, nuevos aparcamientos para los visitantes a cierta distancia, la carretera-dique será reemplazada por un puente-pasarela y el turismo accederá a pie o en transporte especial organizado.[4]

Algunas tribus célticas ocuparon el bosque de Scissy en los alrededores del monte Saint-Michel y se acercaban a él para entregarse a sus cultos druídicos. Según el abad Gil Deric, historiador bretón del siglo XVIII, el peñasco fue dedicado bajo el nombre de «Mi vel Tumba Beneni», «Monte o Tumba de Belenus», el dios galo del sol. En estos tiempos ya existía un gran megalito, y los galos emplazaron un cementerio a su alrededor.

Los romanos lo denominaron Puerto Hércules y con su llegada provocaron la construcción de vías romanas que surcaban la Armórica, y una de ellas, que unía Dolo con Fanarfmers, pasaba al oeste de Mons Belonus; sin embargo, debió de resultar desplazada hacia el este con la invasión del mar, que acabó por hacerla desaparecer, uniéndose con la vía que pasa por Avranches.

El cristianismo hizo su aparición en Armórica hacia el siglo IV. El primer oratorio, dedicado a San Esteban, fue elevado a media altura en el monte Tumba. Luego el segundo, en honor de San Sinforiano (el primer mártir de las Varas), se erigió al pie del peñasco, en estilo merovingio. Unos ermitaños velaban sobre los lugares y eran abastecidos por el cura de Astériac (Beauvoir).

Los orígenes de la abadía actual deben situarse en torno a los siglos VIII o IX. A petición del arcángel Miguel, el obispo de Avranches, san Aubert, construyó y consagró una primera iglesia el 16 de octubre del año 709. En 966, a petición del duque de Normandía, una comunidad de benedictinos se establece en el peñón. Durante ocho siglos no paran de construir, agrandar.

Obra maestra de la arquitectura, permite al hombre del siglo XX meditar en la cripta prerrománica, admirar en ella la potencia y majestad del arte románico y dejarse llevar por la belleza de las partes gótica.

El reinado de Carlomagno aportó a Neustria una era de estabilidad, que terminó con la muerte del emperador, dando lugar a un período de anarquía y de grandes desórdenes, particularmente con las invasiones de los normandos, especialmente Rollón, que devastó la región en 875. El tratado de Saint-Clair-sur-Epte (912) le dio a Rollón la legitimidad, elevándolo en calidad de conde de Ruan, con la condición de convertirse al cristianismo. Tras este hecho, reparó el mal que había causado en el momento de sus pillajes y compensó ricamente a los monjes que había ahuyentado.

Su hijo, Guillermo “Longue-Épée, le sucedió en 917 y fue igual de generoso con los monasterios, hasta su asesinato en 942. Su nieto, Ricardo I “Sin Miedo”, se indignó en el momento de sus peregrinaciones frecuentes al Monte por la pasividad de los canónigos que delegaban su culto a pasantes asalariados. Obtuvo entonces del papa Juan XIII un permiso a través del cual se consagró en la autoridad para poner orden.

En los subterráneos de la abadía se han encontrado restos megalíticos de los celtas. En el siglo XI sólo había una cincuentena de monjes, que son los encargados de construir albergues para los peregrinos.

En 1204, guerreros bretones dirigidos por Guido de Thouars incendiaron el Monte Saint-Michel. El rey Felipe II Augusto dio una buena cantidad de dinero para la reconstrucción del monasterio. El nuevo monasterio de la Maravilla fue terminado en 1228 en estilo normando. En el siglo XIII, las luchas entre bretones, normandos e ingleses provocaron la destrucción de los albergues, lo que da lugar a que se fortifique el enclave para que no vuelva a ocurrir. Se mantuvo inexpugnable, ya que los ingleses no pudieron conquistarla a pesar de sus continuos ataques. El estilo gótico flamígero prolifera en las construcciones de esta época. Hay una crisis económica y la abadía entra en ruina.

En 1622 miembros de la heterodoxa congregación de San Mauro hacen renacer el enclave gracias a sus reconstrucciones, que dan como consecuencia que vuelva a haber peregrinaciones. Los miembros de grupos esotéricos dedicados a la alquimia y a los avances científicos se reúnen aquí. La casa real francesa vuelve a abandonar el lugar a causa de la recomendación de los más conservadores de la Iglesia. Sólo se encontraban una docena de monjes y muchos edificios amenazaban ruina.

En 1791, los últimos benedictinos dejan la abadía a consecuencia de la Revolución francesa. Se hace entonces una prisión donde son encarcelados, desde 1793, más de trescientos sacerdotes que niegan la nueva constitución civil del clero. Un dispositivo de telégrafo óptico (sistema de Chappe) estuvo instalado sobre la cumbre del campanario en 1794, haciendo así del Monte Saint-Michel un eslabón de la línea telegráfica París-Brest.

En 1817, en respuesta a las numerosas modificaciones efectuadas por la administración penitenciaria, se procede a la demolición de la hostería edificada por Robert de Torigni. Viollet-le-Duc visitó el monte en 1835. Después de la detención de los socialistas (Martín Bernard, Armand Barbès y Auguste Blanqui) en el Monte, varios artistas, entre ellos Víctor Hugo, denuncian la abadía-prisión pidiendo su cierre inmediato. Por fin, la prisión fue cerrada en 1863 en respuesta a un decreto imperial de Napoleón III.

Ya desde el siglo XIX, los escritores y pintores románticos llegaron a la montaña por su encanto único y pintorescas cualidades, como Guy de Maupassant. Al final del siglo, varios hoteles se establecieron en el Monte. En la segunda mitad del siglo XX, se transformó en un lugar de visita a nivel mundial, lo que ha hecho de la pequeña ciudad normanda uno de los destinos turísticos más importantes de Francia. En la actualidad hay tres millones de visitantes anuales, sólo un tercio va a la abadía. El tiempo medio de visita es de dos a tres horas y hay hasta 20 000 visitantes por día durante el verano.[5]

Por orden de importancia, es por supuesto la propia Abadía que impone su orgulloso paso y su espléndida arquitectura a varias decenas de kilómetros alrededor. Sin embargo, existen otros monumentos religiosos en la roca:




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