Motsugai Takeda (武田物外 Takeda Motsugai?, también conocido como Motsuge o Butsugai) (marzo de 1795-20 de diciembre de 1867) fue un monje budista zen y artista marcial japonés del siglo XVIII. Es más conocido en la historia por ser el fundador de la escuela de jiu-jitsu Fusen-ryū (不遷流 Fusen-ryū?). Miembro del clan Takeda, se dice que Motsugai era el noveno descendiente del señor feudal Shingen Takeda.
Nacido en el dominio de Iyo-Matsuyama, con cinco años fue iniciado en la vida monástica del zen Soto en el templo Ryutaiji, y a los doce se trasladó al santuario Denpukuji de Hiroshima, donde comenzó su aprendizaje en las artes marciales. Este no sería más que el comienzo de su andadura como monje zen, ya que a los pocos años después comenzó su peregrinación ascética o dhutanga por todo el país.
Motsugai era un hombre de inmensa cultura, teniendo renombre en caligrafía, pintura, ceremonia del té, poesía haikai y conservación de antigüedades, pero también era famoso por su prodigiosa fuerza física y habilidad marcial. Era conocedor de nada menos que 18 estilos de luchas distintos, y se le atribuían hazañas de fuerza como levantar pesadas rocas, arrancar árboles de cuajo, ganar al sogatira en solitario contra grupos enteros y atravesar planchas de madera con los puños desnudos. Esta última facultad, que le valía el apodo de "Genkotsu Osho" (拳骨和尚 Genkotsu osho?, "Monje del Puño"), era tan conocida que sus amigos y clientes le solicitaban dejar la marca de sus nudillos en los pilares de sus casas y sus tableros de go como prueba de su amistad con Motsugai.
Después de su retiro a los 71 años, Takeda fue llamado a actuar como negociador entre las fuerzas del shogunato Tokugawa y el dominio de Choshu en 1864. Por esta época se trasladó a Tokio junto con su discípulo Torajiro Tanabe, quien en el futuro se encargaría de dirigir la escuela de artes marciales fundada por él, Fusen-ryū. También prestó sus influencias políticas en la restauración Meiji, mediando entre el emperador Komei, al que él mismo rendía lealtad, y las facciones afines al shogunato. Haciendo de Nazenji su residencia, participó en estas reformas políticas durante dos años hasta su muerte en 1867, ocurrida mientras viajaba a Onomichi tras una misión.
Motsugai es un personaje que aparece citado en varios textos, no sólo de temática histórica y religiosa, sino también marcial, folclórica y literaria. La mayor parte de los episodios que protagoniza y que fueron registrados por sus coetáneos enfatizan sus cualidades personales, sobre todo su fuerza física y su agudeza mental, convirtiéndole casi en un héroe popular de la cultura japonesa.
En la que podría ser la anécdota más famosa de su biografía, el monje tuvo que viajar a Kioto en 1867 como parte de las responsabilidades políticas del final de su vida, y allí tuvo un encontronazo con los Shinsengumi y su líder Isami Kondo. Al ser la primera vez que iba a la ciudad, Motsugai se detenía cada poco a observar sus edificios con admiración, y en una de estas veces se asomó a un salón abierto en el que los miembros del Shinsengumi estaban entrenando con sus shinai. Cuando se dieron cuenta de su presencia, los espadachines lo arrastraron adentro y lo obligaron a hacer de oponente de prácticas, proclamando que el monje merecía un castigo por su curiosidad, pero Motsugai esgrimió su nyoi o cetro budista de una sola mano y con él venció fácilmente a diez de los atacantes. Ofendido por este desenlace, Isami Kondo se acercó y desafió a Motsugai a un duelo para restituir el honor de su orden, tomando una yari de entrenamiento y conminando al monje a elegir él también un arma más digna que su cetro. Motsugai aceptó descartar el nyoi pero, señalando que no sería correcto que un monje como él usara armas, sacó de los bolsillos un par de hatsu, las escudillas de madera usadas por los monjes para pedir limosna, y las empuñó en ambas manos. Enfureciéndose aún más por la ocurrencia, Isami cargó contra él tan pronto como advirtió una apertura en la peculiar defensa de su oponente, pero Motsugai atrapó la lanza entre los dos cuencos y, aprovechando los esfuerzos de su rival por liberarla, realizó un movimiento que hizo caer a Kondo duramente sobre su espalda. Isami se reconoció perdedor y, tras serle revelada la identidad del intruso, le presentó sus máximos respetos.
En otra historia, ocurrida quizás en su juventud, Takeda recibió en su templo la visita de un samurai errante, el cual había venido a retarle a una lucha a espada como parte de su musha shugyō. El monje se encontraba barriendo el patio cuando el samurai entró, por lo que este creyó que se trataba de un simple sirviente y le mandó avisar a Takeda para comunicarle su desafío. Motsugai decidió resolver la situación con astucia y explicó que, en efecto, él era sólo un aprendiz que cuidaba del templo en ausencia de su maestro, pero que a su retorno podría combatir contra éste si lo deseaba. Mientras hablaba, asió una enorme chozubachi o pila de piedra y la levantó casualmente con un brazo para barrer debajo de ella. El samurai empalideció ante la descomunal fuerza del supuesto aprendiz y, no queriendo comprobar cuál sería entonces la fuerza del maestro, abandonó el templo sin dilación. Motsugai también se enfrentó a un trío de samuráis que pretendía realizar tsujigiri con él en las afueras de Shiba, derrotándoles y castigándoles con dureza por su impiedad.
Según fuentes, el oponente más poderoso de Motsugai no habría sido un hombre, sino una mujer, en concreto la onna bugeisha Shuei del clan Matsudaira, al que la escuela Fusen-ryū serviría en el futuro. Shuei se enfrentó al monje a una competición de lanza que supuestamente duró un día y una noche antes de terminar en empate.
Otra anécdota que demuestra el ingenio de Motsugai cuenta cómo el daimyo de la provincia de Mihara le enseñó una vez un cuadro que había recibido como regalo. En la pintura aparecía un ganso solitario, algo que contrariaba al daimyo, ya que éste insistía en que los gansos siempre vuelan en bandada y así es como debía representárseles. Entonces Motsugai, tomando tinta y un pincel, escribió en el cuadro «este es el líder de la bandada; detrás vienen más», lo cual por fin dejó al señor satisfecho.
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