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Mujeres en el Movimiento de 1968 en México



El rol de las mujeres en el Movimiento estudiantil del 68 en México es un estudio que a principios de los 2000s empezó a tener auge[1][2][3][4]​ y está vinculado a la ola de revisión histórica que subraya la participación de las mujeres en diversos procesos históricos de los que habían sido excluidas[5]​. Ejemplo de esto, son los estudios de la participación de la mujer en la Independencia de México o en la Revolución Francesa. Las integrantes más conocida del Movimiento del 68 son Ana Ignacia Rodríguez ("Nacha") activista política, líder estudiantil y defensora de derechos humanos[6][7]​ y Roberta Avendaño (la "Tita"), activista y profesora. Sin embargo, a partir de 2018, diversos trabajos periodísticos recobraron una narrativa oral de la participación de otras participantes a través de entrevistas[6][8][9]​, además de algunos trabajos académicos que analizaron el papel desempeñado por estas mujeres y su repercusión en la historia.[1][2][3][4]​ Una de las principales consecuencias de esta participación, de acuerdo con la historiadora Gabriela Cano, fue que formó la "antesala" de la segunda ola del feminismo mexicano y de la militancia (según Ana Lau Jaiven) de grupos como "Mujeres en Acción Solidaria (MAS, 1971), Movimiento Nacional de Mujeres (MNM, 1973), Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM, 1974), Colectivo La Revuelta (1975), Movimiento Feminista Mexicano (MFM, 1976) Colectivo de Mujeres (1976) y Lucha Feminista (1978)".[10]

El interés de la ciudadanía interesada en una mayor apertura y participación política también fue compartido por amplios sectores de mujeres que, a diferencia de años pasados, en los 60s contaban con un mayor capital cultural por el acceso ganado a participar en las universidades.[11]

El 8 de agosto de 1968 cuando quedó formalmente constituido el Consejo Nacional de Huelga (CNH), empezaron a conformarse las brigadas estudiantiles, algunas mixtas, pero otras incluso exclusivamente de jóvenes mujeres pertenecientes a escuelas de matrícula femenina. Otras participaron en las cocinas colectivas construidas para alimentar a las/os militantes del movimiento estudiantil. Susana Rivas, militante del movimiento, matiza esta tarea recordando que: “Sí, cocinar era nuestra función y lo hacíamos bien. Pero también rompimos con ella. Nos salimos de nuestro papel y convocamos a reuniones espontáneas en los mercados [como la de Carmen Torres] y en las esquinas de las calles, en distintas colonias”. De acuerdo con Pech y Romero (2013) tanto las labores en la cocina como en la creación de panfletos fue minimizada; a pesar de la vitalidad de la primera, y la relevancia de la segunda que era vista más como una actividad de comunicación que de activismo político. Algunas también tuvieron un papel activo en las asambleas de las facultades, aunque, como recuerda Rosa Bañales, tenían que enfrentar el machismo de algunos compañeros que les chiflaban o gritaban cosas cuando intentaban hablar; o como recuerda Carla Martínez, enfrentarse al descrédito de sus compañeros.[3]

Además de las mujeres participantes en las brigadas del Consejo Nacional de Huelga (CNH) hubo la presencia de mujeres que representaban a algunas escuelas, tanto de la UNAM como del IPN, por ejemplo, Roberta Avendaño, por la Facultad de Derecho;[12]​ Marcia Gutiérrez, por la Facultad de Odontología; Adriana Corona, por la preparatoria nocturna número seis de la UNAM;[13]​ y, Myrthokleia González, por la Escuela Técnico Industrial, Wilfrido Massieu,[14]​ quien, además, participó en el mitin estudiantil del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas como maestra de ceremonias.[15]

Luego de la masacre del 2 de octubre, varias mujeres fueron presas en el Reclusorio Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla. De acuerdo con el testimonio de La Nacha fueron 8 de las cuales la mitad salió después de algunos días y cuatro se quedaron durante más años. A este último grupo pertenecen Roberta Avendaño (alias la “Tita”)[16]​, Ignacia Rodríguez[17]​ --ambas representantes de la Facultad de Derecho ante el CNH-- y Adela Salazar, dirigente del Comité de Padres de Familia. Roberta Avendaño y Ana Ignacia Rodríguez fueron sentenciadas a 16 años de cárcel y Adela Salazar a 10 años, entre los delitos que se les imputaron estuvieron el de robo, homicidio, lesiones, sedición e incitación a la rebelión. Antes de fallecer y con motivo de la publicación de su libro Testimonios de la cárcel, de la libertad y del encierro, Tita declaró que "los estudiantes no estábamos fuera de la ley, ni éramos delincuentes, sólo seres queriendo ejercer su derecho a la democracia".[9]

Varias de las participantes del movimiento, como Rafaela Morales, Elena Castillo o Gloria Jaramillo, han hecho notar que enfrentaron "la oposición por parte de su familia, así como el autoritarismo que existía tanto en las escuelas como por parte del Estado, y en fin, a todo un sistema patriarcal".[3][10]

Varias militantes pedían ser acompañadas a sus casas, y de acuerdo con las investigadoras Cohen y Frazier (2004) esto es indicativo de las diferencias de acceso y libertad de movimiento que tenían las mujeres.[18]​ Otra desventaja era la de la experiencia de práctica política, mientras que los varones participan en un terreno conocido y masculinizado para muchas mujeres ésta fue su primera experiencia fuera de la esfera doméstica.[1]

Sin embargo, de acuerdo con algunas participantes como Zamudio la participación de las mujeres tuvo un efecto positivo en la actitud de los hombres del movimiento: "Antes, eran conquistadores. Después, hablaban sobre relaciones basadas en la amistad, el compañerismo y la solidaridad.[2]

También en la cárcel sufrieron un trato distinto, de acuerdo con Ignacia Rodríguez:

En 2007 y 2018, con motivo de las conmemoraciones por los 40 y 50 años del movimiento estudiantil de 1968, se llevaron a cabo levantamientos en video-testimonios de los y las participantes del movimiento. Dichos materiales fueron montados en sala para consulta del público en el Memorial del 68 y, posteriormente, en el M68 Memorial 1968, movimientos sociales, ambos de la UNAM. Además, es posible consultar la serie de testimonios en la colección digital M68 Ciudadanías en movimiento.[19]

Asimismo, en 2018 la periodista italiana Emanuela Borzacchiello elaboró la pieza Las mujeres y el 68, para la exposición permanente M68 Memorial 1968, movimientos sociales, la cual se compone de fragmentos de testimonios sobre el impacto personal del movimiento estudiantil del 68 en la vida de mujeres de distintas generaciones.

Por otro lado, el Centro Cultural Universitario Tlatelolco también ha editado algunos testimonios y biografías de las mujeres activistas de 1968 y 1971.[20][21]



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