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Murasaki Shikibu



Murasaki Shikibu (紫 式部? c. 978? - c. 1014?) fue una escritora, poeta y cortesana japonesa autora en el siglo XI de la primera novela japonesa: Genji Monogatari ("La novela de Genji"), obra que también se ha considerado la primera novela moderna del mundo.[1]​ Tras una década de ser completada, Genji era ya distribuida a lo largo de las provincias; y en un siglo ya se había convertido en todo un clásico de la literatura japonesa y en sujeto de criticismo literario por parte de estudiosos. Desde el siglo XIII, sus obras han sido ilustradas por artistas japoneses y conocidos maestros de la estampa japonesa del ukiyo-e.

Nació a mediados del período Heian como hija del modesto letrado y literato Fujiwara no Tametoki, perteneciente a una familia de funcionarios letrados de la mediana nobleza, aunque lejanamente emparentada con la poderosa familia Fujiwara. Era nieta del gran poeta Fujiwara no Kanesuke, cuyas poesías waka aún siguen siendo populares en Japón.[2]

Las mujeres durante el período Heian eran excluidas del aprendizaje del chino, el lenguaje escrito del gobierno, pero Murasaki, criada en el hogar de su erudito padre, recibió una excelente educación, y de niña destacó ya por su inteligencia, asimilando clásicos de la literatura china que incluso los jóvenes encontraban difíciles y obteniendo una temprana fluidez. Su infancia, en cambio, no fue muy feliz, pues su madre murió poco después de su nacimiento, así como su hermana mayor, de quien ella dependía. Poco después se casó con un noble de similar clase social, Fujiwara no Nobutaka, que moriría también dejándole una hija. En este contexto creó su novela El relato de Genji, de carácter realista. La obra le granjeó no poca popularidad, por lo que el regente Fujiwara no Michinaga la agregó a la corte de Fujiwara no Shōshi (988-1074)[3]​ como dama de compañía hasta el año 1013. Al año siguiente murió y su tumba se conserva en la antigua capital, Kioto, escenario de las andanzas de sus personajes.

Es autora de un diario, Murasaki Shikibu Nikki o Diario de Murasaki Shikibu, y del Genji monogatari, La novela de Genji, la novela psicológica más antigua de la literatura universal y la más importante de la literatura japonesa clásica. La autora vivió el esplendor de la familia Fujiwara en el poder y la decadencia de la era Heian, y de forma preexistencialista apercibió el vacío y falsedad de la sociedad aristocrática de su tiempo, la misma que alimentaba el sufrimiento de las mujeres de su época. Su notable capacidad de observación la hizo reflejar con realismo todas las emociones propias del ser humano.[2]

Genji monogatari es una extensísima narración que refiere la vida y aventuras amorosas del ficticio príncipe Hikaru Genji ("Príncipe Brillante") y las de sus descendientes a lo largo de 54 capítulos que ocupan un total de 4200 páginas. Las primeras 41 empiezan con los amores entre el emperador Kiritsubo y una dama de inferior rango en su corte, de los que nace el protagonista, Genji. Este mantiene una ilícita aventura con su madrastra, la dama Fujitsubo, que concluye al morir Murasaki, la mujer que más ha significado en su vida; junto a esto se desarrolla paralelamente el ascenso social de Genji en la corte y su caída en desgracia, seguida de su exilio y retorno. Los trece capítulos restantes (tres capítulos transitorios y los denominados diez capítulos Uji) cuentan la historia de los descendientes de Genji: su hijo Kaoru y su nieto el príncipe Niou. Los amores y rivalidades de estos personajes continuarán la saga de Genji sin alcanzar el brillo de antaño. Sin embargo, este relato está entreverado de todo tipo de narraciones episódicas que convierten a la obra en un vasto fresco de la sociedad de su época.[4]

De la novela se extrae una melancolía existencial motivada por el contraste entre el refinamiento aristocrático y las bellezas de la naturaleza y los sufrimientos y miserias originadas e impuestas a los sentimientos de los personajes femeninos, víctimas de una sociedad poligámica. El sentimiento de transitoriedad que confiere a la narración la filosofía budista que se acentúa hacia el final de la obra contribuye a esta sensación.[5]

Escribió también una colección de poemas que la clasificó como cantidata entre los llamados "Treinta y seis inmortales de la poesía" de la época.



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