El turón o turón europeo (Mustela putorius) es un pequeño carnívoro de la familia de los mustélidos, distribuido por gran parte de Europa, el norte de África y Asia occidental. El turón fue domesticado en tiempos antiguos con el fin de cazar conejos para el hombre, dando como resultado al hurón (M. p. furo).
Este animal posee un cuerpo alargado y flexible, con patas cortas, apto para moverse con rapidez por el fondo del bosque e introducirse dentro de las madrigueras de roedores y conejos, de los que se alimenta. La cabeza es pequeña, ancha y aplastada, y sus diminutas orejas redondeadas apenas sobresalen. La longitud de cabeza y cuerpo es de unos 30 a 50 centímetros, mientras que la cola (muy poblada) mide de 10 a 19. Mientras que los machos pueden superar ligeramente el kilo de peso, las hembras alcanzan solo entre 650 y 850 gr. Estas disponen de ocho glándulas mamarias con las que amamantan a sus crías durante el periodo de lactancia.
El color del pelaje varía entre gris, marrón y amarillento en el dorso, siendo negro en patas y vientre. Un par de bandas blancas rodean los ojos, aislando un característico antifaz oscuro en torno a ellos. También son blanquecinos el hocico y el borde de las orejas. Poseen un total de treinta y cuatro dientes.
Normalmente, en libertad no superan los cuatro o cinco años.
El turón puede vivir casi en cualquier lugar que le procure un escondrijo desde donde acechar a sus presas, incluyendo bosques, zonas de maleza, praderas, terrenos rocosos y riberas de ríos. El territorio que reclama cada animal puede llegar a los dos kilómetros cuadrados.
La distribución de esta especie en la península ibérica es muy amplia, aunque en los últimos años se ha visto expulsado de algunas zonas debido a la desertización y los incendios forestales. Se encuentra protegida en gran parte de Europa.
Sus principales enemigos son las rapaces nocturnas, las grandes serpientes como la víbora y la culebra bastarda y los carnívoros grandes como zorros y lobos.
Aunque son muy difíciles de ver, dada su capacidad para ocultarse en la maleza y el sotobosque, se pueden identificar fácilmente varios indicios de su presencia, como son las huellas, sonidos y excrementos.
Las huellas son similares a las de la marta cibelina pero de menor tamaño. Constan de cuatro o cinco dedos con la impresión de las garras no retráctiles bien desarrollada. Las huellas de las patas traseras son mayores que las de las delanteras, y ocasionalmente aparecen acompañadas de la marca dejada por la cola en el barro o la nieve.
El sonido más característico de esta especie suena parecido a un ¡que, que, que!. Chilla de forma más aguda si está asustado o enfadado, y también cuando la hembra trata de alertar a sus crías de un peligro. Su vocabulario también incluye bufidos y gruñidos de menor consideración.
Los excrementos miden de 6 a 8 cm de largo, aunque solo tienen 9 mm de grosor. El color depende de su alimentación, pero generalmente son de color negro, retorcidos y con puntas afinadas. Se depositan en puntos determinados de su territorio, generalmente al lado de su madriguera, y en ellos se pueden apreciar a veces restos de sus víctimas, como plumas, pelo, caparazones, trozos de hueso y, más raramente espinas de pescado, lo que los distingue de los de visones o nutrias.
Además de pequeños mamíferos (ratas, ratones, conejos, liebres, topos, musarañas...), el turón puede capturar también aves, anfibios, reptiles y cangrejos de río. Complementa su dieta con lombrices, insectos y las larvas de estos, así como semillas y bayas. También consume huevos, aunque no rompe la cáscara de estos, sino que solo la perfora y bebe su interior a través de un pequeño agujero. Su bajo perfil y versatilidad le permite cazar en cualquier sitio, incluso bajo el agua. Localiza sus presas con facilidad gracias a su fino oído, vista aguda y sobre todo por el olfato.
Los turones son animales solitarios, por lo que solo conviven con otros miembros de su especie durante la época de celo y cría. El periodo de apareamiento acontece entre febrero y abril, fecha en que los machos dejan sus hábitos nocturnos, se vuelven agresivos y pueden observarse fácilmente chillando y peleándose durante todo el día. Cuando uno de ellos resulta vencedor, se aproxima a la hembra y la somete con un mordisco en el cuello, procediendo a copular mientras lanza todo tipo de ruidos característicos.
Tras seis semanas de gestación la hembra pare de tres a doce crías que nacen casi desnudas y totalmente desvalidas en su guarida, generalmente una madriguera de conejo ampliada o un hueco en la base de un árbol. El poco pelo que tienen es completamente grisáceo y no empieza a diferenciarse hasta las tres semanas de edad. Después de la cuarta semana abren los ojos y dejan de mamar antes de la séptima. Tras ser adiestrados en la caza por su madre, los jóvenes turones se independizan a los dos o tres meses, pero no pueden reproducirse hasta después de los nueve meses, llegando a veces a tardar hasta dos años en realizar su primera cópula.
Se han identificado las siguientes subespecies:
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