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Nazismo y religión



El estudio de la relación entre el nazismo y la religión ha sido muy controvertido, centrándose la discusión al respecto en dos cuestiones fundamentales: por una parte, las posturas que sostuvieron los cleros protestante y católico y sus respectivas jerarquías frente a las políticas del Tercer Reich; por otra parte, el papel desempeñado por el paganismo, el misticismo y la escatología en la ideología del Partido Nazi y de sus líderes.

Hitler y los líderes nazis hicieron uso tanto de la simbología cristiana como pagana en su propaganda dirigida al pueblo alemán, aunque todavía se debate si Hitler se consideraba creyente, pagano, ateo o de cualquier otra creencia. Algunos historiadores lo han descrito como ocultista, otros autores han hecho hincapié en extractos con referencias cristianas y algunos de sus colaboradores o allegados han señalado incluso comentarios escépticos y hostiles a la religión por parte del Führer. (Ver Opiniones religiosas de Adolf Hitler).

La existencia de un Ministerio de Asuntos Eclesiásticos, creado en 1935 y dirigido por Hanns Kerrl, apenas tuvo reconocimiento por parte de ideólogos del partido como Alfred Rosenberg o por los principales dirigentes políticos de entonces. Este último, de hecho, arremetía duramente contra la Iglesia católica y los principios cristianos en su libro El mito del siglo XX, que fue incluido en el Index Librorum Prohibitorum.

El nacionalsocialismo dirigió su odio especialmente contra los judíos en términos raciales, pero también hubo una persecución religiosa contra cristianos: católicos, protestantes, testigos de Jehová y otras clases de clero, teólogos u organizaciones religiosas que se oponían al nacionalsocialismo. Muchos de ellos opusieron resistencia. Destaca el caso de la Iglesia Confesante, el Círculo de Kreisau, la Rosa Blanca y los líderes luteranos Dietrich Bonhoeffer y Martin Niemöller, entre otros.

La jerarquía católica alemana estaba dividida: algunos obispos, como el cardenal Adolf Bertram (aparte también del mismo nuncio papal en Alemania Cesare Orsenigo), pensaban que para evitar persecuciones era mejor contemporizar con el régimen, (enviando inclusive en 1939 felicitaciones con motivo del 50 cumpleaños de Hitler);[1]​ mientras que otros, como el futuro cardenal Clemens August von Galen, el obispo Konrad von Preysing, o el arzobispo Josef Frings adoptaron una protesta abierta y enérgica desde sus púlpitos contra el nazismo.[2]​ Los obispos encargaron una publicación, un catecismo, contra el escrito de Rosenberg.

Durante su trayectoria política, Hitler mantuvo una posición pública de reconocimiento oficial a la Iglesia católica. Sin embargo, Allan Bullock afirmó que, a nivel privado y personal, se había vuelto hostil a sus enseñanzas.[3]​ Una vez que obtuvo su cargo político, Hitler accedió a firmar el Reichskonkordat con la Iglesia católica el 20 de julio de 1933, pero casi inmediatamente después de firmar el concordato, disolvió la Liga de la Juventud Católica y decretó una ley de esterilización que conmocionó a la comunidad religiosa. De igual forma, se ha señalado que durante la purga del 30 de junio de 1934, se ordenó el asesinato de Erich Klausener, dirigente de la Acción Católica, y en los años siguientes se incrementó el número de arrestos de clérigos, sacerdotes y monjas.[4]

En su carta encíclica del 14 de marzo de 1937, Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación) de Pío XI,[5]​ (en cuya redacción participó el cardenal Pacelli),[6]​ el pontífice acusó al gobierno nazi de "sembrar la cizaña de la sospecha, la discordia, el odio, la calumnia, de secreto y la abierta hostilidad fundamental en contra de Cristo y de su Iglesia." [7][4]​ El documento comenzó a ser leído en algunas iglesias alemanas, y como reacción, Hitler mandó a la Gestapo que esto se impidiera.[8]

No obstante, también hubo religiosos que convivieron con el nacionalsocialismo y lo apoyaron por medio de instituciones religiosas controladas por nacionalsocialistas. El partido nazi se infiltró de manera forzada en catedrales y persiguió a los religiosos que se oponían a la nazificación de las Iglesias. De acuerdo con Leo Stein (2003), Hitler comprendía la relevancia de la religión en la sociedad, y por ello su régimen trató de reemplazar las antiguas religiones por una “religión nazi” disfrazada bajo el nombre de la que había sido la religión tradicional en Alemania.[9]​ Entre ellas emergió un movimiento planeado por Alfred Rosenberg denominado Deutsche Christen ("Cristianismo alemán"), un cristianismo positivista que a la religión de sus elementos históricos judeocristianos, y en su lugar infundía una filosofía nazi y planteaba una doctrina político-religiosa. Dicha ideología negaba el origen hebreo y judío de los Evangelios, rechazaba todas las creencias del Antiguo Testamento, el Credo de los Apóstoles, el Apóstol Pablo y, en cambio, postulaba como base ideológico-religiosa al Partido Nazi.[10][11]​ Evidentemente, sus proponentes principales (Rosenberg, Himmler, Goebbels y Bormann) serían conocidos por su rotunda hostilidad hacia el cristianismo histórico.

Por su parte, en la Iglesia evangélica alemana sucedía algo similar: por un lado , en 1931 estaban los llamados Cristianos Alemanes quienes se amoldaron a la ideología del Tercer Reich y eran liderados por Ludwig Müller (el Obispo del Reich),[12]​ por otro lado estaba la (Deutsche Evangelische Kirche) luterana que condenó el Nazismo en 1934, lo que provocó un cisma en ella. Así, en mayo de ese año, la oposición al nazismo dentro de la Iglesia evangélica alemana dio origen a la Iglesia Confesante (la "Bekennende Kirche"), la cual reunida en el Sínodo de Barmen denunció como herética a la Iglesia del Reich (la Reichskirche), reconociendo a la ahora Iglesia Confesante, a sus pastores y a sus congregaciones como la única y legítima Iglesia evangélica de Alemania. El texto de la declaración, cuyo autor principal fue el teólogo reformado suizo Karl Barth, reafirmó que todo Estado estaba limitado por los mandamientos de Dios. Bajo el liderazgo del pastor luterano Martin Niemöller se fundó la Liga de Emergencia de Pastores para ayudar a clérigos de ascendencia judía, pero rápidamente se convirtió en lugar de disidencia contra el nazismo.

En el año 2000, un documento no oficial sobre las relaciones judeo-cristianas, llamado Dabru Emet, fue escrito por 220 rabinos e intelectuales judíos. Según el punto cinco de dicho documento , se lee lo siguiente:[13]

En Alemania durante la era nazi, un decreto de 1933 declaraba que «Ningún nacionalsocialista puede sufrir perjuicio... basándose en que él no realiza ninguna profesión religiosa en absoluto».[14]​ Sin embargo, el régimen se opuso firmemente al «comunismo no teísta»,[15][16]​ por lo que la mayoría de los ateos de Alemania y gran parte de las organizaciones de librepensamiento de izquierda fueron prohibidas el mismo año; algunos grupos de derecha fueron tolerados por los nazis hasta mediados de 1930.[17][18]​ En un discurso pronunciado más tarde en 1933, Hitler afirmaba haber «erradicado (el ateísmo)».[14]​ Aunque la palabra exacta que Hitler utilizó fue «Gottlosenbewegung» (movimiento sin dios), que podría referirse específicamente a los movimientos de librepensamiento comunistas en vez de al ateísmo en general.[19]

La relación histórica entre judíos y cristianos durante la Alemania Nazi ha llevado a realizar varias producciones cinematográficas:



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