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New queer cinema



El New Queer Cinema es un movimiento cinematográfico nacido dentro del cine independiente de EE. UU. a principios de los años 90. Los directores de este movimiento se caracterizaron por su aproximación a la cultura queer y su cine pretendía ser un revulsivo frente a las películas que buscaban dar imágenes edulcoradas de la homosexualidad, tales como Maurice (James Ivory, 1987), El banquete de boda (Ang Lee, 1993) o Philadelphia (Jonathan Demme, 1993).

La expresión New Queer Cinema fue utilizada por primera vez por la periodista B. Rudy Rich en un artículo publicado en 1992 en la revista británica Sight & Sound. En dicho artículo se analizaba la numerosa presencia de películas con temática homosexual en los festivales de cine del año anterior. Algunos de estos films fueron Young Soul Rebels (Isaac Julien, 1991), Poison (Todd Haynes, 1990), 1992) y Swoon (Tom Kalin, 1992).

Esta generación de cineastas destacó por el carácter radical de sus películas y por su forma de tratar las identidades sexuales, que desafiaban tanto el statu quo heterosexual, como la promoción de imágenes positivas de la homosexualidad que reivindicaba el movimiento LGBT. Estos directores no pretendían hacer un cine de buenos y malos o que sus personajes dieran buen ejemplo de la homosexualidad, sino poder reflejar la diferencia sexual sin autocensura y alejarse de las convenciones heterosexuales aplicadas al cine gay.

Una de las causas del carácter rebelde de estos realizadores fue que comenzaron a dirigir películas cuando la comunidad gay todavía estaba conmocionada por el impacto del sida y el neoconservadurismo promovido por Ronald Reagan, George H.W. Bush y Margaret Thatcher aún estaba vigente.

También contaron con productoras propias como Killer Films, dirigida por Christine Vachon, que produjo los debuts de Haynes y Kalin y la posterior Boys Don't Cry (Kimberly Peirce, 1999). Otra productora cinematográfica destacable es Andrea Sperling, quien produjo The Hours and the Times y todas las películas de Gregg Araki; actualmente produce entre otros, los films de la directora Jamie Babbit como But I'm a Cheerleader (1999).

Con la excepción de Gregg Araki, quien sigue fiel al estilo de sus primeras películas, los realizadores del New Queer Cinema dejaron de hacer cine o ampliaron y suavizaron su discurso, como es el caso de Gus Van Sant o Todd Haynes. Pero la influencia del movimiento se puede rastrar en otros directores posteriores como John Cameron Mitchell o en películas como Johns (Scott Silver, 1996) o The Fluffer (Richard Glatzer y Wash West, 2001)

El cine rosa en la encrucijada



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