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No al ALCA



No al ALCA, también conocido como Alca Alca-rajo por una frase popularizada por el presidente de Venezuela Hugo Chávez, fue un amplio movimiento político-social llevado adelante por gobiernos, partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales de todo el continente americano, con el fin de oponerse al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), establecida por los gobiernos americanos en 1994 siguiendo un proyecto de Estados Unidos, que debía entrar en vigor en enero de 2005. El movimiento se opuso a la regla del libre comercio (free trade) como reguladora de las relaciones internacionales, sosteniendo que promovía la desigualdad y la pobreza, y propuso en cambio un orden internacional basado en criterios que permitieran achicar las asimetrías, como el comercio justo (fair trade), la integración económica regional y subregional y la complementación productiva. El 5 de noviembre de 2005, cuando se reunió la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata para poner en marcha el ALCA, se produjo un histórico enfrentamiento entre los gobiernos que defendían el ALCA -liderados por el presidente de Estados Unidos George W. Bush- y aquellos que se oponían -liderados por los presidentes Lula da Silva, Néstor Kirchner y Hugo Chávez de Brasil, Argentina y Venezuela respectivamente-, que tuvo como resultado la paralización definitiva del ALCA..

El ALCA fue un proyecto del gobierno republicano los Estados Unidos, aparecido en 1991, que integró una batería de iniciativas estadounidenses para reconfigurar el orden económico internacional luego de la derrota de la Unión Soviética y el bloque comunista en la Guerra Fría, proceso que fue conocido como globalización neoliberal. Su primera propuesta fue realizada por el presidente George H. Bush en 1991 y se denominó Iniciativa para la Empresa de las Américas (IEA, The Enterprise of the Americas Initiative). El ALCA formó parte de un paquete de normas y organizaciones guiadas por el principio del libre comercio y el impulso a la concreción de tratados de libre comercio, que integraron también el Consenso de Washington de 1989, la creación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, Canadá y México -conocido por sus sigla inglesa NAFTA- y la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995, en reemplazo del GATT.[1]

Ricardo Grinspun y Robert Kreklewich definen a los tratados de libre comercio (TLCs) como marcos supranacionales condicionantes para facilitar la acción de las empresas multinacionales en esferas que antes estaban reservadas al control de los estados nacionales, con el fin de transnacionalizar la economía, formar cadenas globales producción y circuitos financieros desregulados. El resultado es la creación de "áreas" o espacios económicos con estados nacionales débiles, que facilitan el movimiento sin restricciones de capital, bienes y servicios a través de la cadena transnacional.[2]

En ese marco, la administración Clinton organizó en 1994 la primera Cumbre de las Américas en Miami donde comunicó a los demás países americanos la decisión de Estados Unidos de unificar a todo el continente en un área de libre comercio.[1]​ Los jefes de gobierno americanos aprobaron sin observaciones ni conflictos el proyecto estadounidense y acordaron un Pacto para el Desarrollo y la Prosperidad: Democracia, Libre Comercio y Desarrollo Sostenible en las Américas, en el que dieron inicio al ALCA y se comprometieron a concluirlo en 2005, "a más tardar":

Desde su inicio el ALCA fue establecido como un proceso cuasi-secreto, del que podían participar las empresas y cámaras patronales, pero al que no tenían acceso los sindicatos ni otras organizaciones de la sociedad civil.[4]​ Sus documentos y decisiones eran inaccesibles aún para los parlamentarios de los países americanos.[4][5]

Silvia Demirdjian señala que al proponer ALCA, Estados Unidos se apartó de su tradicional tendencia a negociar con otros países de manera bilateral, que le garantizaba imponer su mayor poderío económico y militar. Pero al diseñar el ALCA, Estados Unidos estaba obligado a aceptar el principio de "un país, un voto", abriendo de ese modo una puerta a la puesta en marcha de un mecanismo igualitario.[5]​ Si bien a mediados de la década de 1990 y luego de su victoria en la Guerra Fría, todos los países de América Latina -con excepción de Cuba- estaban abiertamente alineados detrás de las normas que proponía la única superpotencia mundial (en Argentina el gobierno había definido esa postura como de "relaciones carnales" con Estados Unidos), la situación cambiaría a partir de fines de esa década, cuando las poblaciones de varios países latinoamericanos eligirían gobiernos con visiones internacionales autónomas de Estados Unidos. Este aspecto sería de gran importancia en la década siguiente, tanto para causar la derrota diplomática de Estados Unidos en 2005, como para llevar a un cambio de estrategia del país norteamericano, optando nuevamente por los acuerdos bilaterales y regionales.[5]

En los primeros años la oposición al ALCA fue muy limitada. Solo el levantamiento zapatista en México el 1 de enero de 1994 (mismo día que comenzó el NAFTA) y la negativa en 1997 del Congreso de los Estados Unidos a utilizar la vía rápida (fast track), aparecieron como voces discordantes sin mayor peso, en un panorama que parecía marchar irreversiblemente a la concreción del ALCA en 2005.[6]

En 1995 el sector empresarial creó el Foro Empresarial de las Américas (FEA) con el fin de reunirse simultáneamente y en el mismo lugar en que se realizaban las reuniones ministeriales y presidenciales del ALCA, para realizar lobby sobre las mismas. El FEA fue financiado por los grupos empresariales estadounidenses, que por esa vía lograron imponer en el ALCA cláusulas proteccionistas para diversos sectores de la economía estadounidense, agravando la desigualdad de las economías latinoamericanas.[5]

Ya en la década de 1980 aparecieron en Canadá organizaciones para luchar contra el libre comercio que Estados Unidos pretendía imponerle a ese país. En 1986 se creó la Coalición Quebequense de Oposición al Libre Comercio (CQOL) integrada por las principales centrales sindicales: la Central de Enseñanza de Quebec, la Confederación de los Sindicatos Nacionales (CSN), la Federación de los Trabajadores y Trabajadoras de Quebec (FTQ) y la Unión de los Productores Agrícolas (UPA). Al año siguiente apareció una organización nacional, Pro-Canadá Network, luego llamada Action Canada. Esta experiencia previa favoreció en Canadá la rápida organización en la década de 1990 para oponerse al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN-NAFTA), apareciendo la Coalición Quebequense al respecto de las Negociaciones Trilaterales (CNQT), luego organizada como Red Quebequense sobre la Integración Continental (RQIC), y en el resto de Canadá Common Frontiers, de base sindical.[5]

En Estados Unidos la negociación del NAFTA impulsó el acercamiento entre las organizaciones sindicales y ecologistas, que tradicionalmente se habían mantenido alejadas, que llevaron a la creación de Citizens Trade Campaign (CTC) y la Alliance for Responsible Trade (ART).[5]

En este período se empiezan a crear también organizaciones populares internacionales como la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS), integrada por centrales sindicales de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, y la reorganización de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), ambas en 1986.

El movimiento obrero sudamericano, a través de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, venía actuando en espacios tripartitos en el seno del Mercosur desde 1991, con el fin de evitar que las decisiones del bloque supranacional perjudicaran a los trabajadores de los países miembros, e impulsar medidas que consolidaran los derechos laborales en la región. Esta experiencia fue tomada por la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), brazo regional de la CIOSL, para organizar en marzo de 1996 una Conferencia sindical paralela a la II Conferencia de Ministros de Comercio del ALCA en Cartagena, con el fin de debatir una estrategia frente al ALCA.[5]

En mayo de 1997, de manera paralela a la III Reunión Ministerial de Comercio realizada en Belo Horizonte,[7]​ se reunieron también, además del Foro Empresario, el Foro Laboral y el Foro "Nuestra América", este último con participación de organizaciones sociales y ONGs. El principal resultado del foro fue la creación de la Alianza Social Continental, integrada por organizaciones sociales y sindicales del continente, que se convertirá en la organización central del movimiento opositor al ALCA, que sentó su posición en dos documentos, uno sindical denominado "Manifiesto de los Trabajadores y Trabajadoras de las Américas" y otro una declaración multisectorial denominado "Construyendo la alianza social continental frente al libre comercio". Al finalizar la reunión de los foros, los manifestantes realizaron la primera marcha contra el ALCA.[5]

En Belo Horizonte las organizaciones sociales y sindicales decidieron realizar una Cumbre de los Pueblos de las Américas que funcionara en forma paralela a la Cumbre de las Américas. De este modo la I Cumbre de los Pueblos se realizó en 1998 en Santiago de Chile, simultáneamente con la II Cumbre de las Américas.[5]

La I Cumbre de los Pueblos se organizó con diez foros temáticos: sindical, campesino, indígena, ambiental, derechos humanos, ético, alternativas de desarrollo, mujeres, educación y parlamentario. En el mismo la ASC presentó un documento titulado Alternativa para las Américas: construyendo un acuerdo hemisférico de los pueblos.[5]

Las organizaciones sociales y sindicales acordaron una declaración que incluía la petición que la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur le había formulado en 1996 a la Cumbre de Presidentes del Mercosur:

En 1999 varios acontecimientos inciden fuertemente en un cambio de tendencia en el proceso del ALCA. El 2 de febrero de ese año, el pueblo de Venezuela eligió como presidente a Hugo Chávez, que imprimió a su gobierno una dirección política considerablemente diferente de la orientación neoliberal que hasta entonces predominaba en América Latina, acercándose a Cuba, que desde comienzos de la década de 1960 había sido excluida de los organismos multilaterales del continente, debido a su decisión de implementar una política comunista.

El 29 de noviembre se produjo en Seattle una manifestación contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio que se celebraba en esa ciudad estadounidense, que sorprendió por su masividad y la participación de organizaciones que expresaban los más diversos sectores de la sociedad civil (sindicales, ecologistas, derechos humanos, indígenas, LGBT, religiosas, etc.). La manifestación cuestionó duramente al libre comercio, reclamando un orden internacional fundado en la idea de comercio justo (fair trade), llegó a convocar la presencia ante los manifestantes del presidente Bill Clinton y paralizó durante años el funcionamiento de la OMC.

En ese marco se realizó el 4 de noviembre la Quinta Reunión Ministerial de Comercio del ALCA, en Toronto, que organizó institucionalmente un Foro de la Sociedad Civil, donde participó la Alianza Social Continental. La ASC elaboró tres documentos, entre ellos uno titulado "Alternativa para las Américas", con cuestionamientos al ALCA y propuestas

El sábado 5 de noviembre se realizó la última jornada de la Cumbre. La agenda previa acordada no incluía el tema ALCA y se concentraba en el trabajo y la creación de empleo. Pese a ello, Estados Unidos, sus socios del NAFTA y varios países con posiciones cercanas, buscaron incluir de todos modos un compromiso a favor del ALCA, en contra de lo acordado. El investigador Eduardo Barcelona relata los momentos culminante de ese último debate:[8]

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