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Nude swimming



Se denomina nude swimming o skinny dipping (en español, «natación al desnudo» o «inmersión flaca») al hecho de que una persona nade o se bañe desnuda en un sitio público, especialmente cuando este es compartido por individuos de ambos sexos. Se conoce también como «nadonudismo».

Si bien –salvo en aquellos espacios considerados oficialmente nudistas– se recomienda la utilización de algún tipo de prenda de baño que cubra, al menos, los genitales, la mayoría de los países occidentales no disponen de una legislación específica al respecto, por lo que su ejercicio depende en gran medida del impacto social que dicha práctica conlleve, lo que, a su vez, obedece a la tipología y circunstancias concretas del lugar elegido.

El término skinny-dip fue utilizado por primera vez en Inglaterra en 1947 y es el más empleado actualmente en Estados Unidos.

Según Ateneo de Náucratis, lo más hermoso de Friné era «lo que no se veía»; se tapaba con una túnica que le cubría todo el cuerpo y no iba nunca a los baños públicos, por lo que no era fácil contemplarla sin ropa. Pero «en la fiesta de las Eleusinias, bajaba desnuda la escalinata del templo, corría hacia la playa y se bañaba en el mar ante la muchedumbre».[1]

Leyendas aparte, parece que ya desde el siglo V a.C. había en ellos espacios reservados para las mujeres de más baja extracción social –especialmente esclavas y cortesanas–, ya que las pertenecientes a la burguesía se bañaban en sus casas.[2]

También las termas romanas disponían de instalaciones e incluso horarios distintos para mujeres y hombres, acudiendo las primeras por la mañana y estos al atardecer.[3]

La idea comúnmente aceptada hasta hoy de que las personas durante la Edad Media no solían bañarse prácticamente nunca parece cada vez más una fábula que un hecho históricamente contrastado.

Así, muchos investigadores destacan que, perpetuando la costumbre grecorromana, durante la mayor parte de este periodo existieron (al menos en las ciudades) numerosos baños públicos en los que se utilizaban por lo general grandes tinas de madera con agua caliente, capaces para dos o tres personas. De hecho, algunas de las imágenes de la época que se conocen muestran a hombres y mujeres desnudos junto a mesas con comida y bebidas, dispuestos a comer mientras se bañan. A mediados del siglo XIII, eran tan populares en París que sus propietarios llegaron a crear su propio gremio. La Iglesia, por el contrario, veía el hecho como un lujo innecesario y, sobre todo, pecaminoso.

En todo caso, van a ser las devastadoras pandemias medievales las que hagan pensar en el agua como responsable, en gran medida, de su propagación, lo que limitará su uso a cara y manos (el denominado baño «en seco») hasta casi el siglo XIX.[4]

En 1668, el doctor británico Thomas Guidott se interesó por las propiedades curativas de las aguas termales, creando para ello balnearios en distintas ciudades como Harrogate, Bath, Matlock o Buxton.[5]

Hasta los años de 1670, fue práctica habitual en ellos que hombres y mujeres se bañasen juntos, pero, a medida que pasaba el tiempo, la antigua costumbre se fue transformando en un comportamiento «escandaloso», lo que obligó a las autoridades a imponer determinadas normas, si bien cada municipio era libre de elaborar sus propias leyes.

Así, la Corporación de Bath dicta en 1737 que ninguna persona masculina mayor de 10 años, en ningún momento, sea de día o de noche, dentro de esta ciudad, puede salir de los baños sin pantalones y un chaleco. Se ordena asimismo que ninguna mujer, en ningún momento, sea de día o de noche, dentro de esta ciudad, puede salir de los baños si no va decentemente vestida. En las playas, por el contrario, se permite que tanto hombres como niños se bañen desnudos, mientras que a las niñas y mujeres solo se las invita a que lleven «ropa cómoda».

Ya en el siglo XIX, ante las presiones de las iglesias evangélicas, algunos ayuntamientos se vieron obligados a que hombres y mujeres se bañasen en zonas separadas, e, incluso, se recomendó a los primeros el empleo de trajes de baño que les cubriesen el torso, lo que fue rechazado por los bañistas aduciendo que, con ello, se reducía notablemente el contacto entre la piel y el agua marina.[6]

En 1895, los diarios The Daily Telegraph, Evening Standard, The Daily Graphic y Daily Mail iniciaron una campaña para volver a los baños mixtos en todos los centros turísticos del país, resaltando que tal prohibición dividía a las familias, a la vez que las animaban a viajar al extranjero.

Pero al volver a juntarse hombres y mujeres, acabaron imponiéndose los trajes de baño y la posibilidad de bañarse desnudos quedó reducida a unos puntos muy concretos de la costa que, más tarde, serán considerados como el origen de las actuales playas nudistas. Huelga decir que las fábricas de ropa vieron en la nueva normativa una inmejorable manera de aumentar sus beneficios.[7]

Parecida evolución se produce en Sudáfrica, donde, a partir de 1873, los ayuntamientos comienzan a dictar normas para controlar las horas de baño, la vestimenta adecuada y, muy especialmente, las áreas destinadas a hombres y mujeres. Estas disposiciones parecieron demasiado restrictivas para sus habitantes, quienes, tras largos enfrentamientos con las autoridades locales, consiguieron en 1909 que se permitieran los baños mixtos, si bien tanto hombres como mujeres debían llevar los trajes de baño adecuados.

Cuando la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) comienza en 1842 a dar clases de natación a un sinnúmero de adolescentes estadounidenses de ambos sexos, no se permite el uso de bañador, indicándose expresamente que, para las mismas, solo es necesario llevar una toalla. En 1954, el Recreation Department de Sheboygan (Wisconsin) informa de que 404 jóvenes de ambos sexos han asistido a un curso de natación de once días, libres de incómodos bañadores. Solo cuando la YMCA comienza a admitir a mujeres a principios de los años 60, estos se hacen indispensables.[8]

Aunque la mayoría de las personas que se bañan desnudas en público lo hacen en playas nudistas, instalaciones naturistas,[9]​ piscinas privadas o zonas generalmente poco concurridas, hay que resaltar que la mayor parte de los países occidentales, como Canadá o el Reino Unido, no disponen de leyes que prohíban su práctica en otros espacios públicos como fuentes, «playas textiles», ríos o piscinas, por lo que la Policía raramente suele intervenir en tales episodios. No así en Roma, donde bañarse completamente desnudo en la emblemática Fontana di Trevi se considera un «acto obsceno», condenable con una cierta sanción económica.[10][11][12][13]




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