x
1

Nueva economía clásica



La Nueva economía clásica o Nueva macroeconomía clásica es una escuela del pensamiento macroeconómico que se basa principalmente en el análisis de la vertiente monetarista de la Economía neoclásica, especialmente tal como ese monetarismo fue interpretado por la llamada Escuela de Chicago.

El análisis del nuevo clasicismo se caracteriza por basarse en el estudio del comportamiento de los individuos a fin de entender los fenómenos económicos generales a largo plazo. Otra manera de decir eso es que el nuevo clasicismo se esfuerza en producir bases microeconómicas a las propuestas generales acerca de la macroeconomía. Los modelos macroeconómicos del nuevo clasicismo se fundan en generalizaciones a partir del comportamiento de individuos observado al nivel microeconómico.[1]

Entre sus representantes más conocidos se encuentran: Milton Friedman (considerado padre intelectual de la escuela de Chicago moderna); Robert Lucas (uno de los primeros en usar el término "Nuevos clásicos"); George Stigler; Ronald Coase; Gary Becker y Roger B. Myerson.

La economía clásica fue la primera aproximación moderna a los problemas económicos. Uno de sus percepciones centrales ha sido generalmente interpretada como significando que el dinero es neutral[2]​ es decir, el dinero funciona básicamente solo como un medio de intercambio, no afectando las variables económicas básicas. Esto implica que cambios en la cantidad de circulante solo afectan los precios nominales, produciendo ya sea inflación o deflación (ver, por ejemplo: Ley de Say).

Posteriormente, la Economía neoclásica introdujo tanto el análisis basado en los individuos (Individualismo metodológico) como algunos de las percepciones microeconómicas que han llegado a ser centrales en los estudios económicos modernos, tales como el modelo de la oferta y demanda y el análisis del equilibrio económico.

Esas percepciones dominaron el área de estudio hasta la Gran depresión, cuando fueron substituidas por las del keynesianismo, cuyas sugerencias fueron generalmente implementadas hasta la aparición de un nuevo tipo de crisis, la estanflación, cuya existencia no podía ser fácilmente explicada con la principal herramientas keynesiana al respecto, la Curva de Phillips, de acuerdo a la cual, un aumento en el nivel de desempleo llevaría a una caída en la tasa de inflación.

Una sugerencia crucial en ese respecto fue el trabajo (1969) de Lucas y Leonard Rapping,[3]​ quienes aplicaron percepciones microeconómicas a la sugerencia keynesiana acerca del mercado de trabajo. Lucas y Rapping definieron equilibrio económico como la situación en la cual la cantidad de oferta iguala la cantidad demandada. Ese aparentemente simple cambio en la perspectiva resultó de mayor importancia. Una de las conclusiones de Lucas y Rapping es que esa concepción implica que en equilibrio no puede haber desempleo involuntario, contrario a la sugerencia keynesiana de que puede haber equilibrio con desempleo involuntario. La conclusión de Lucas y Rapping atrajo una atención considerable[4]​ y consecuentemente la obra, en la actualidad, es considerado un clásico de la literatura al respecto.[5]

Lo anterior llevó, a partir de mediados de la década de 1970, a un interés renovado en las aproximaciones "clásicas" (incluyendo a los neoclásicos) al problema económicos. El término "nuevos clásicos" empezó a generalizarse cuando las visiones de la escuela de Chicago empezaron a ganar adherentes en otros centros académicos.[6][7]

Algunos han sugerido que la nueva economía clásica debe mucho a la llamada escuela austriaca. Sin embargo, la mayoría de las autoridades relevantes consideran que las aparentes coincidencias de percepciones entra ambas escuelas son solo superficiales.[8][9]

El objetivo principal de la escuela es proveer fuertes fundaciones microeconómicas a propuestas generales al nivel macroeconómico.

La metodología nuevo clásica se basa en varias asunciones metodológicas generales:[10]

A nivel práctico, la metodología de los nuevos clásicos deriva directamente[13]​ de la aproximaciones microeconómicas de Alfred Marshall al equilibrio parcial y de Léon Walras al equilibrio general, posiciones que, a su vez, incorporan algunas sugerencias y asunciones clásicas. (ver más abajo)

De esa aproximación neoclásica el nuevo clasicismo deriva el individualismo metodológico de los modelos microeconómicos: "Un agente económico es la unidad básica de operación en el modelo. Generalmente consideramos que el agente económico es un individuo.... Sin embargo, en algunos modelos económicos, se considera como un agente una nación, una familia o un gobierno. En otras ocasiones, el "individuo" es disuelto en una colección de agentes económicos, cada uno actuando en circunstancias diferentes y cada uno considerado un agente económico".[14]

Lo anterior se puede entender o resumir de la siguiente manera:[15]

Para empezar a profundizar lo que sigue, es interesante comparar las asunciones generales de los nuevos clásicos con las de los clásicos originales.

A pesar de su origen en el neoclasicismo, los nuevos clásicos rechazan las fundaciones y razonamientos tanto clásicos como marginalistas que justifican intervención estatal. (Grant/brue)

En lo que sigue se usan dos conceptos — tasa natural de desempleo y tasa natural de desempleo no inflacionaria o NAIRU — que es necesario mantener presente no son los mismos.

Desde los tiempos de los clásicos ha habido un acuerdo general que variaciones del circulante empujan el desempleo y la inflación en direcciones opuestas. Por ejemplo, y por lo menos en el corto plazo, un aumento del circulante aumenta la demanda, consecuentemente incrementa los precios y disminuye el desempleo.

Sin embargo, si aceptamos esa relación entre desempleo e inflación, parece seguir que debe haber una tasa de desempleo tal que mantiene los precios, es decir, que no varia la inflación.[29]

Esa percepción fue formalizada por Friedman en su propuesta de la "tasa natural de desempleo no inflacionaria" o NAIRU, que es el nivel de desempleo en el cual sucede que la tasa de inflación observada o real es igual que la tasa de inflación esperada.[30]​ Nótese que eso no implica que equivale a la tasa natural o estructural de desempleo (la que existe cuando el mercado laboral esta en equilibrio) o que no habrá inflación, solo que la inflación que existe es la esperada.

Una implicación central del NAIRU es que interpretaciones anteriores de la relación desempleo-inflación (tales como la asumida en la Curva de Phillips) son erróneas. De acuerdo esas interpretaciones anteriores, a cada nivel de desempleo correspondía un cierto nivel de inflación estable. Consecuentemente el Estado podía, por ejemplo, disminuir el desempleo y mantener una tasa de inflación aceptable en el largo plazo (entendida como una de alrededor de 3%).

Los proponentes del NAIRU no niegan que eso suceda en el corto plazo. Pero, preguntan, que sucede cuando consideramos el largo?. Eventualmente, y dado que los precios han aumentado, los individuos, por un lado, se darán cuenta que para comprar lo mismo que antes, ahora necesitan más dinero. Por el otro, las empresas también encuentran que necesitan más dinero para comprar los mismos insumos que antes. Es decir, en algún momento la sociedad en general adecuara sus expectaciones a precios mayores que los anteriores. Consecuentemente la demanda (incluyendo de trabajo) decaerá a lo que podría considerarse su nivel normal, pero los (nuevos) precios se mantienen. El resultado es similar, para propósitos prácticos, que si la curva de Phillips se hubiera desplazado hacia la derecha. Y se continuara desplazando en esa dirección hasta que alcance un nuevo punto de equilibrio, que se encuentra en la línea del NAIRU. El desempleo o tasa de desempleo establecido por esa línea existe para cualquier nivel de inflación.

Puesto de otra manera: el intercambio entre desempleo e inflación no es una relación real o estructural, sino que deriva del hecho que ha habido un cambio no anticipado en la relación dinero y poder de compra. Si el circulante aumenta, los actores sienten que tienen más dinero y consecuentemente pueden comprar más. Pero en realidad lo que pasa es que una unidad monetaria vale menos, puede comprar menos. Consecuentemente, el único resultado posible en el largo plazo es inflación. (Friedman, op. cit).

Sin embargo, algunos niegan la existencia del NAIRU. Quizás el primero en hacerlo fue Robert Eisner[31]​ —expresidente de la Sociedad de Economistas de EE. UU.— Más recientemente, Marika Karanassou y otros alegan: "Por último, nuestro análisis implica también que la NAIRU debería removido de la caja de herramientas de los responsables de la política monetaria. Nuestra investigación empírica indica que no existe un NAIRU, tal que la inflación aumenta sin límite cuando el desempleo está por debajo del NAIRU y cae sin límite cuando el desempleo está por encima de ella...Por lo tanto el desafío de la política monetaria no es mantener el desempleo cerca de la NAIRU en tasas de inflación moderada, pero para mantener la inflación bajo control en un mundo en el que la política monetaria tiene repercusiones de larga duración sobre la actividad macroeconómica real....[32]

Aceptando la existencia del NAIRU (como posiblemente la mayoría de los economistas) varias cuestiones adquieren importancia. El problema central es que, aceptando la interpretación normal del NAIRU, solo se pueden esperar mejoras modestas de cualquier política de reducción de desempleo. Ejemplos de tales políticas son: mejoramiento de información disponible en el mercado de trabajo, programas de educación y capacitación, y modificación de programas gubernamentales, etc, de apoyo a los desempleados a fin de "incentivar el trabajo".[33]

Lo primero es el asunto de la determinación del NAIRU, que ha probado ser un ejercicio más difícil que lo que puede parecer a primera vista[34]​ .[35]​ Consecuentemente muchos autores prefieren sugerir que el NAIRU, más que invalidar la Curva de Phillips, representa tal curva en el largo plazo, lo que permite derivar el NAIRU a partir de las ecuaciones de las cuales se deriva la curva.[36]

Resumiendo la situación, Mitchell y Muysken[37]​ sugieren "A pesar de su centralidad en el debate político, la NAIRU ha eludido estimación exacta (Staiger, Stock y Watson, 1997) y varios autores han puesto en duda su utilidad como instrumento de política (Chang, 1997; Fair, 2000, Mitchell, 1987, 2001a). Si la economía no puede generar una NAIRU única entonces tienen que levantarse serias dudas sobre la eficacia de una política monetaria que utiliza altas tasas de desempleo para controlar la inflación."

Otro aspecto de importancia es que determina el NAIRU?. Un asunto cercanamente relacionado es si el NAIRU es permanente (generalmente se asume que no) y, de no serlo, en relación a que varia.[38]​ Por motivos obvios, esto ha llegado a ser un asunto de mayor interés para economistas (Para una introducción a este aspecto, ver Ball y Mankiw (2002) op. cit) .

A Rodríguez argumenta[39]​ que "la literatura se puede dividir , en este sentido, en dos corrientes, de acuerdo con cual mercado (se percibe) genera desempleo: En el en primer bloque teórico, la NAIRU es el resultado de las distorsiones a la oferta y la demanda de mano de obra y a las barreras para que los salarios actúen como una variable para el vaciamiento del mercado, por lo que el desempleo puede ser considerado como un fallo del mercado de trabajo. En el segundo enfoque, el desempleo estructural se debe a la insuficiente demanda de bienes y servicios, junto con la falta de capacidad productiva para emplear la totalidad de la mano de obra, por lo tanto, el desempleo puede ser atribuido a una falla en el mercado de bienes."

Un ejemplo de la primera posición se encuentra en el trabajo de Wincenciak (op. cit): "Parece que el NAIRU aumenta con el grado de rigidez real (de salarios) y que depende de la tasa de crecimiento -no del nivel- de productividad. Si los salarios nominales no están perfectamente relacionados con mejoramientos en la productividad, una disminución del incremento en la productividad resultara en un incremento en el NAIRU".

Un ejemplo de la segunda posición se encuentra en el trabajo de Mitchell y Muskin (op. cit): "El resultado esencial permanece siendo que la tasa de desempleo de equilibrio depende del estado del ciclo de negocios y que el desempleo de largo plazo no ejerce una influencia negativa significante sobre la tasa de inflación ... la convergencia al desempleo de corto plazo no significa que hay un solo NAIRU si es que los desempleados de largo plazo no afectan inflación. Desde el punto de vista de las políticas económicas, la dinámica implicada por Ball (1999) permiten el estímulo por los gobiernos de la demanda agregada durante una recesión con el fin de prevenir un alza permanente en el desempleo sin un costo mayor en la inflación".

Esta problemática esta estrechamente ligada con concepciones tanto acerca de como el mercado, en general, (incluyendo en particular, los precios) evoluciona como acerca de las capacidades de los actores económicos. Los nuevos clásicos perciben a los humanos no solo como siendo capaces de hacer "predicciones racionales", pero como capaces de aprender de sus errores. Eso a su vez presupone que la evolución del mercado es, dentro de ciertos límites, predecible (de otra manera, difícilmente se podrían ya sea hacer predicciones racionales o aprender de errores).

Quizás el primero en proponer que, si bien los precios en un mercado se "mueven al azar" no lo hacen en forma totalmente errática, es decir, los precios en el largo plazo "se comportan" estadísticamente fue Louis Bachelier en 1900[40]​ quien afirmó que “el mercado, sin darse cuenta, obedece una ley que lo domina: la ley de la probabilidad”. Esto implica que el mejor predictor del precio de mañana es el precio de hoy (en el sentido que hay tendencias). Como ejemplo simplista: si observamos que el precio de una acción cualquiera ha estado subiendo un promedio de 5% por semana durante los últimos nueve meses, se puede esperar que la próxima semana costara 5% más que hoy. Esta sugerencia de cambio probabilistico se mantuvo presente en el trabajo de varios autores posteriores[41]​ y eventualmente dio origen a la hipótesis del paseo aleatorio (ver más abajo)..

Posteriormente Irving Fisher introdujo el Principio de Expectativas adaptativas (también conocido como la "hipótesis del aprendizaje por errores")[42]​ de acuerdo al cual los individuos pueden "predecir" el comportamiento futuro de los mercados sobre la base de comportamientos pasados y un margen de error. Cualquier error lleva a aprendizaje y, consecuentemente, a comportamientos "más racionales". Continuando con el ejemplo anterior: no solo notamos que esa acción ha estado subiendo en precio, pero al mismo tiempo notamos que durante los últimos 12 meses el máximo que esa acción ha cambiado de valor en una semana ha sido un 10%. Esto nos da nuestra "predicción": el precio o la tendencia esta "al alza", esperamos que el precio de la próxima semana será el de hoy más 5% dentro de un margen (Intervalo de confianza) de 10% del precio actual. Dado esos números, un inversionista racional invertirá, "aprendiendo del error" de no haberlo hecho previamente.

Fisher famosamente predijo, poco antes del crac del 29 que: "Los precios de las acciones han alcanzado lo que parece ser una meseta alta permanente.".[43]​ Esto resalta la naturaleza del problema con la hipótesis de Fisher: se centra exclusivamente en el pasado, lo cual, como el ejemplo muestra, puede llevar a error. Fisher perdió una fortuna en esa crisis, y su hipótesis sufrió un duro golpe.

A partir de lo anterior la visión que predomino acerca de la predictivilidad de los mercados fue la que Keynes había ya (1921) propuesto:[44]​ No se puede asignar probabilidades a lo desconocido, no se puede desterrar la incertidumbre suponiendo distribuciones normales. El futuro económico es tan radicalmente imprevisible como cualquier otro tipo de futuro. Teniendo en cuenta esta realidad básica, el comportamiento de los actores en los mercados (y los mercados mismos) son inevitablemente falibles. La eficiencia económica es una característica de los modelos, no de la realidad. Esa posición keynesiana perduró hasta la década del 70 del siglo XX.[45]

En 1961 John Muth publicó su "Rational Expectations and the Theory of Price Movements",[46]​ en la cual se sugiere que los actores económicos son capaces de formar expectativas racionales sobre desarrollos futuros del mercado, entendiendo expectativas racionales como siendo "esencialmente las mismas que las predicciones de la teoría económica relevante" debido a que "la economía generalmente no desperdicia información, y que las expectativas dependen específicamente de la totalidad de la estructura del sistema". (Muth, op. cit). A pesar de que la sugerencia no resultó inmediatamente en un cambio mayor de percepciones, sentó las bases para posiciones posteriores que si las provocaron.[47]

En 1973 Burton G. Malkiel publicó su famoso Un paseo aleatorio por Wall Street,[48]​ que eventualmente llevó a la hipótesis del paseo aleatorio, de acuerdo a la cual los precios del mercado financiero evolucionan aleatoriamente (o, en otras palabras, al azar) y por lo tanto no se pueden predecir, sin embargo, y crucialmente, ese "vagabundeo aleatorio" corresponde a la información presente en el mercado. La impredictibilidad se debe entonces tanto a que la información está constantemente cambiando como al hecho que nadie la tiene en su totalidad (Malkiel, op. cit). Esto lleva naturalmente a la hipótesis del mercado eficiente.[49]​ y al rechazo del análisis bursátil.

Una influencia importante sobre todo lo anterior fue la hipótesis o modelo de la utilidad anticipada,[50]​ de acuerdo a la cual los individuos, enfrentados a condiciones de incertidumbre, escogen alternativas que parecen maximizar sus funciones de utilidad.[51]

Es sobre ese telón de fondo que hay que entender la teoría de las expectaciones racionales: los actores explotan (actúan racionalmente sobre) toda la información disponible. Si toda la información disponible y relevante en el presente fuera conocida y explotada por todos los participantes en el mercado, los precios serían un reflejo exacto del valor "en el presente" de los bienes en cuestión y cambios de precios se deberían exclusivamente a cambios en circunstancias externas (modificaciones tecnológicas, cambios en la producción o demanda, etc). Un mercado será, entonces, eficiente en la medida que la información es diseminada y explotada. A pesar de errores por participantes individuales, esa explotación, en general o el agregado, es eficiente, lo que conduce a resultados de máxima eficiencia o equilibrio: los precios se establecen en relación a la situación económica real. En otras palabras, se sugiere que "la característica central del ciclo de negocios moderno" es que hay "una relación sistemática entre la tasa de cambio en los precios nominales y el nivel de producción real. La relación, esencialmente una variante de la bien conocida curva de Phillips, se deriva en un marco de la cual todas las formas de "ilusión monetaria" son rigurosamente excluidas: todos los precios son de equilibrio del mercado, todos los agentes se comportan de manera óptima en la luz de sus objetivos y expectativas, y las expectativas se forman óptimamente".[52]​ Sigue que errores o fallas en el mercado se deben a fallos en explotar apropiadamente la información (por ejemplo, es posible que alguna modificación tecnológica relevante no altere los precios debido a nadie ha notado que su introducción facilita la producción de algún bien.).

Todo lo anterior ha dado origen a dos interpretaciones principales de la teoría de las expectativas racionales.[53]​ La interpretación o forma fuerte —de acuerdo a cual los actores tienen acceso a toda la información relevante y la utilizan, lo que implica que los únicos errores serán los inevitables debido principalmente a factores externos — y la forma débil, de acuerdo a la cual los individuos hacen uso óptimo de la información que disponen, pero esa información no es necesariamente correcta o completa.

Sin embargo la forma fuerte parece demandar de los actores no solo conocimiento perfecto del mercado y sus reglas[54][55]​ sino también una "racionalidad" absoluta, asunciones que, se ha sugerido, son erróneas.[56][57]

Específicamente, a partir del trabajo de Kahneman y Tversky[58]​ la sugerencia de una racionalidad perfecta ha sido incrementalmente desafiada por la percepción que la racionalidad humana -incluyendo en asuntos de economía- es más bien limitada (ver racionalidad limitada), percepción que se puede trazar a H. A. Simon;[59][60]​ lo que ha dado lugar al resurgimiento de las percepciones de lo que se llama economía conductual.[61]

Historia breve de macroeconomía moderna



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Nueva economía clásica (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!