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Obispado de Palencia



La diócesis de Palencia (en latín: Dioecesis Palentina) es la demarcación episcopal de la Iglesia católica en esta provincia de España. Forma parte de la provincia eclesiástica de Burgos, y depende de la archidiócesis de Burgos. La sede de la diócesis palentina es la Catedral de san Antolín.

El territorio de la diócesis coincide, casi en su totalidad, con el de la provincia de Palencia, perteneciente a la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Su iglesia principal es la catedral de san Antolín de la ciudad de Palencia, capital de la provincia.

Recibe su nombre de la antigua Pallantia, una de las ciudades más importantes de la parte habitada por los vacceos. Después de algunas victorias en su defensa, contra los romanos, quedó sujeta por fin a su dominio a lo largo de cinco siglos. Saqueada y destruida hacia el 456 por el rey godo Teodorico, y reedificada, brilló durante la monarquía visigoda con sus obispos Murila, Conancio, Ascario, Concordio y Baroaldo, que subscribieron las actas de once de los concilios de Toledo entre los años 589 y 693.

Destruida de nuevo en la invasión de los árabes, así continuó por más de tres siglos de silencio, con obispos en el exilio, hasta que fue restaurada en 1035 por Sancho III el Mayor de Navarra y Bermudo III de León. A partir de ese momento, se ha sucedido una serie ininterrumpida de 96 obispos.

Los límites geográficos establecidos por Sancho III el Mayor de Navarra para la diócesis de Palencia en 1034, estaban señalados por el río Cea hasta el Duero, y el Pisuerga hasta Peñafiel y Portillo. Pero en 1035 Bermudo III adelantó mucho la diócesis de León hacia el levante, mientras que la de Palencia se extendía más allá del Pisuerga. Sin embargo en 1059 Fernando I hizo algunos reajustes fijando los límites hacia el este y el oeste. Durante los siglos XIV, XV y XVI la diócesis palentina fue una de las más poderosas del reino de Castilla, como lo demuestra el hecho de que sus obispos eran consejeros de los reyes y pertenecían a las familias nobiliarias más encumbradas. Aprovechando ese momento de esplendor se erigió la catedral gótica de san Antolín.

En 1595 se erigió la diócesis de Valladolid y se desmembraron de la de Palencia los arciprestazgos de Portillo, Simancas y Tordesillas. El último gran cambio de límites tuvo lugar en 1955, al hacer coincidir los límites eclesiásticos con los provinciales.

La diócesis de Palencia tuvo desde su restauración una verdadera primacía conciliar, como lo demuestran los 17 concilios nacionales celebrados entre 1065 y 1403.

- En el Sínodo de Gundemaro (610, año 1º del reinado de Gundemaro), donde firma la Constitución de los Obispos Cartaginenses, que viene a reconocer la sede episcopal de Toledo como primada de Hispania y la indivisión de la Cartaginense, a quien sigue perteneciendo la Carpetania y que se seguirá regiendo por un solo obispo.

- En el IV Concilio de Toledo (633, año 3º del reinado de Sisenando).

- En el V Concilio de Toledo (636, año 1º del reinado de Chintila).

- En el VI Concilio de Toledo (638, año 2º del reinado de Chintila).

Observaciones dispersas, recogidas en el trabajo de Manuel Sotomayor y Muro, nos permiten identificar a "Conancio de Palencia" o "Conancio de Castilla" como uno de los grandes obispos hispano-visigodos del siglo VII, en una época el la que se consigue que la práctica litúrgica se realice de la mismo manera en todo el reino visigodo, produciéndose un movimiento de renovación religiosa y una extraordinaria creatividad musical.

En el siglo VII los libros visigodos se enriquecen con nuevas piezas litúrgicas: misas, himnos, oraciones, etc., obra del saber y la inspiración de los obispos hispanos, entre los que se menciona a Conancio.

La liturgia visigoda poseía elementos orientales, que la distinguían de la romana. Las oraciones públicas eran de tres clases: oración litánica, similar a las peticiones posteriores a la homilía de hoy en día; oración colectiva, con los brazos en cruz, hoy caída en desuso; y oración eucarística, la parte preparatoria del sacrificio de la eucaristía. Distintos libros litúrgicos se van creando para realizar mejor estas formas de oración. Aparecen así los cinco libros litúrgicos de rigor: el Libro de los Sacramentos o Libro de los Misterios, con las fórmulas para la eucaristía; el Liber comicus o Leccionario, con los textos del Antiguo o Nuevo Testamento que debían leerse en la misa; el Antifonario, con los cánticos que preceden, acompañan o siguen a la comunión; el Liber Ordinum, con las fórmulas para la administración de los sacramentos, y el Breviario, para la recitación de las horas canónicas. La riqueza de las misas era extraordinaria, existiendo una para cada domingo, cada feria, cada festividad y cada mártir, varias misas del común y cincuenta y ocho misas votivas.

Conancio fue el creador de una tradición musical palentina, componiendo novedosas melodías que dejaron huella en la época: Nam melodías soni multas noviter edidit. Treinta años después, San Ildefonso de Toledo sigue la senda musical de Conancio, en su faceta de compositor de himnos que constituían nuevas formas literarias y musicales.

Aún figura Conancio "de Castilla" entre los compositores que participaron en la creación del Antifonario de León, obra realizada en común por religiosos, entre los que destacan muchas de las grandes figuras visigodas como San Eugenio, San Ildefonso, San Julián y San Braulio.

De la importancia de Conancio nos da también idea el hecho de que San Fructuoso de Braga -la gran figura del monacato visigodo en el siglo VII- abandona sus posesiones de El Bierzo para ir a Palencia, donde se pone bajo la dirección del "gran obispo" y estudia para clérigo.

-En el XI Concilio de Toledo (675, 4º año de Wamba).

-En el XII Concilio de Toledo (681, año 1º de Ervigio).

-En el XIII Concilio de Toledo (683, 4º año de Ervigio).

-En el XIV Concilio de Toledo (684 d. C., 5º año de Ervigio), representado por su diácono, Gravidio, único de los diáconos palentinos de que tenemos noticia.

-En el XV Concilio de Toledo (688, año 1º de Égica).

En la actualidad ocupa la sede epicopal palentina monseñor Manuel Herrero Fernández O.S.A.. Fue designado obispo de Palencia por el papa Francisco el 26 de abril de 2016. Su consagración episcopal tuvo lugar el día 18 de junio de 2016 en la catedral de Palencia.[1]

El misionero Nicolás Castellanos OSA, ocupó la sede palentina desde 1978 hasta 1991, año en el que ganó notoriedad al renunciar a su cargo, tras lo que se trasladó a Bolivia para ayudar como voluntario en Santa Cruz de la Sierra. Allí ha fundado y dirigido numerosos proyectos solidarios, por los que ha sido galardonado con varios premios, destacando el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que le otorgaron en 1998 junto con Vicente Ferrer, Joaquín Sanz Gadea y Muhammad Yunus.[2]​ Canónicamente es considerado obispo emérito de la Diócesis de Palencia.

Además, según estadísticas oficiales, durante el curso 2017-18, estudiaron 2 seminaristas en el Seminario mayor diocesano.[4]



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