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Oficio de tinieblas



Se llamaba Oficio de tinieblas a la ceremonia litúrgica católica, posteriormente adoptada por otras confesiones cristianas, que se celebraba en los tres días previos a la Pascua (es decir, Miércoles, Jueves y Viernes Santos) al caer la tarde.[1][2]​Era el oficio ordinario de la Liturgia de las Horas, según el antiguo breviario romano, que la iglesia llama los nocturnos o maitines, que en otro tiempo se cantaban a medianoche o muy de madrugada, como sigue practicándose por varias órdenes religiosas. Durante la Semana Santa, para no interferir en los oficios y ceremonias propios de ésta, estos rezos se anticipaban a la víspera por la tarde.[1]​El oficio debía empezar de tal manera que terminara después de la puesta del sol, de allí el nombre de "tinieblas."

Este oficio trae su origen de la más remota antigüedad y tiene gran semejanza con el oficio de un funeral.[1]​El oficio se realiza con todas las luces del templo apagadas con excepción de las quince velas encendidas en un tenebrario (un candelabro triangular especial) en el centro del templo. Las velas se apagan progresivamente conforme avanza el oficio y al final ocurre un "terremoto" o "estrépito", cuando en total oscuridad los fieles golpean sus bancas con libros, matracas o con sus manos, produciendo un gran ruido (estrépito), en conmemoración del terremoto que acompañó a la oscuridad de la Crucifixión de acuerdo con el Evangelio de Mateo.

Las celebraciones que son denominadas actualmente Oficio de tinieblas pueden tener un contenido y estructuras muy diferentes dependiendo de la Iglesia, y basadas, por ejemplo, en el Sermón de las Siete Palabras o en lecturas de la Pasión de Cristo. Es posible que se celebren solo un día de la Semana Santa, en particular el Miércoles Santo,[3][4]​ y el número de velas, si es que se utilizan, puede variar.[5]

Ceremonias litúrgicas de este tipo existen en la actualidad en la Iglesia católica, así como en las iglesias luteranas, anglicanas, metodistas, calvinistas y en la iglesia ortodoxa de rito occidental.[6]

Como los primeros fieles solían orar por la noche durante sus cuatro vigilias o divisiones, se llamaban nocturnos a las tres primeras y laudes a la cuarta o última vigilia al salir la aurora. Después se fue insensiblemente introduciendo unir estos cuatro oficios y rezarlos juntos a medianoche o al amanecer. Cada nocturno solía constar con tres salmos o tres divisiones de salmos si eran largos, acompañados de algunas lecciones del Nuevo o Viejo Testamento, homilías de los padres, vidas de los santos, etc.

Se coloca un gran candelabro triangular, llamado tenebrario porque sirve para estos oficios, se coloca en el presbiterio un poco más abajo del lugar en el que el subdiácono suele cantar la epístola. En él se colocan quince velas, doce amarillas y tres blancas. Las primeras se supone que representan a los doce apóstoles y las últimas, a las tres marías que siguieron a Jesucristo.

Estando todas las velas encendidas y reunido el clero y hecha una breve oración y dicho en pie y en voz baja el padrenuestro, se entona el versículo del primer salmo. Todos se sientan y se cubre y no se vuelven a levantar hasta el Benedictus. Las lecciones y salmos terminan con una inflexión de voz particular porque no se dice Gloria Patri. Todo el clero se arrodilla cuando se canta Christus factus est... y permanece en esa posición hasta el fin. Luego, el oficiante canta el Miserere que puede cantar la música o los dos coros alternativamente a media voz y con alguna inflexión de voz. Se dice en voz baja para simbolizar el terror que se apoderó de los apóstoles cuando vieron preso a su Maestro por los judíos y también para simbolizar que durante su pasión apenas se oyó su palabra.

El sentido místico de apagar después de cada salmo una de las velas tiene el sentido además del recuerdo de la antigua liturgia, simboliza que los apóstoles y las marías se fueron apartando o abandonando a Jesús sucesivamente cuando le vieron en poder de los judíos. La más alta de las velas no se apaga nunca y simboliza la fe constante que tuvo siempre María en la resurrección de su divino hijo.

Acabado el Miserere el presidente perseverando de rodillas y un poco inclinada la cabeza dice en el mismo tono la oración Respice quaesumus hasta las palabras qui tecum vivit et regnat las cuales pronuncia en voz baja. Y acabada dicha oración el oficiante y el resto del clero dan con la mano unos golpes suaves o encima de sus breviarios, ruido que secundan también los demás fieles por espacio de un padrenuestro y se retiran. Este ruido representa el alboroto y griterío de aquella turba que fue a prender a Jesús en el huerto de Getsemaní y también el temblor que se observó al haber expirado. También es recuerdo de las antiguas costumbres de la iglesia. En aquel entonces, como aún se hace en algunas iglesias, el oficiante daba una o más palabras sobre su libro o sobre su asiento o silla para avisar a los fieles que habiendo concluido los oficios podían retirarse.

V. Joaquín Bastús (1862). El Trivio y el cuadrivio, o, La nueva enciclopedia: el cómo, cuándo y la razon de las cosas. la Viuda é Hijos de Gaspar. pp. 332-. 



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