Oficios viles y mecánicos eran los oficios artesanales o manuales, considerados viles, por cuanto, eran incompatibles con la nobleza en la sociedad feudal y del Antiguo Régimen. Se basaban en la tradición y la costumbre, y se accedía a ellos por el sistema gremial de aprendizaje.
Dentro de la división tri-estamental de las funciones sociales, el trabajo manual estaba reservado al Tercer Estado (plebe o común) y era incompatible con el modo de vida noble, que debía ser el ejercicio de las armas y el mantenimiento del honor; vivir de la renta feudal, no "ganarse la vida" trabajando. Lo mismo puede decirse del modo de vida del clero, aunque el clero regular utilizara el trabajo, no tanto con fines productivos sino como una parte de su ascetismo (regla de San Benito: ora et labora).
La denigración del trabajo proviene de la Antigüedad clásica, asociada al modo de producción esclavista, y se encuentra justificada, por ejemplo, en la filosofía de Platón y Aristóteles. Desde la Edad Media, las profesiones liberales o artes liberales, es decir, las que se basan en el trabajo intelectual y se caracterizan por el acceso a través de estudios universitarios, tenían una consideración superior.
Hasta la Ilustración (en España, con la Real Cédula de 18 de marzo de 1783, de Carlos III) no se levantó la consideración legal de envilecedores a los oficios mecánicos, incompatibles hasta entonces con la hidalguía y los cargos públicos.
Justino, 44, 4, 13: Ab hoc et ministeria servilia populo interdicta et plebs in septem urbes divisa (citado en Mariano Torres, Tartessos - Página 383). Martín Almagro Gorbea, La necrópolis de Medellín, Volúmenes 3-5, pg. 1070:
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