Oración del pecador es un término usado en las Iglesias evangélicas para referirse a la oración realizada por un creyente al momento de su conversión al cristianismo con la intención de iniciar una relación personal con Dios a través de su hijo Jesucristo, según la doctrina cristiana evangélica de la salvación. No consiste en la recitación de un determinado credo sino en una oración (normalmente improvisada y guiada por un predicador) en la que el creyente se confiesa pecador y pide el perdón divino por medio del sacrificio de Jesucristo. Puede ser tanto una profesión de fe inicial de un nuevo creyente como una reafirmación posterior.
Aunque no tiene una fórmula específica, la oración normalmente incluye algunos elementos como: la confesión de lo que el creyente considera una vida pecaminosa, el reconocimiento de su necesidad de salvación y redención a través de Jesucristo, y un compromiso de recibir a Cristo como salvador personal. Normalmente es una oración breve, simple y directa guiada por un predicador que pronuncia la oración en voz alta haciendo una pausa tras cada frase para que el nuevo creyente pueda repetirla.
Aunque no se considera importante el uso de palabras específicas, si se considera crucial la actitud y la intención de quien la realiza. Quienes defienden esta práctica ven un ejemplo bíblico de esto en el contraste entre la oración del fariseo (que se considera a sí mismo como una persona moralmente superior) y la del publicano (sinceramente humillado delante de Dios):
En ocasiones, la oración del pecador es realizada por cristianos ya convertidos con el propósito de buscar redención o reafirmar su fe en Cristo durante un momento de crisis en el que la muerte es inminente.
La práctica de la oración del pecador es común entre varias denominaciones cristianas evangélicas incluyendo bautistas, fundamentalistas y pentecostales, aunque generalmente no es practicado por Iglesia católica, Iglesia Anglicana, Iglesia Ortodoxa, Iglesia Luterana y otras tradiciones cristianas antiguas.
El uso de la oración del pecador por parte de conocidos evangelistas estadounidenses como Billy Graham, y de organizaciones como Campus Crusade for Christ hizo que durante el siglo XX esta práctica se extendiera entre diversos grupos evangélicos a nivel mundial. Actualmente la mayoría de los teleevangelistas invitan a los televidentes a realizar la oración del pecador para convertirse en cristianos. También los tratados evangelísticos suelen incluir alguna especie de oración del pecador y es frecuente que en los servicios religiosos de las iglesias evangélicas los sermones concluyan con el predicador invitando a los no convertidos a orar una oración del pecador como parte de un llamado al altar.
Aunque no es posible encontrar ejemplos de este tipo de oración en la Biblia, sus defensores afirman que su práctica está respaldada por pasajes como Romanos 10:9-10, Lucas 18:13-14 y Mateo 7:7.
Los críticos afirman que muchos de los supuestos convertidos mediante la oración del pecador no llegan a madurar como cristianos. Un artículo de David Gushee en la publicación Christianity Today afirma que la "mediocridad y la hipocresía caracterizan la vida de muchos declarados cristianos":
Gushee anima a los creyentes a ir más allá de la oración del pecador y "embarcarse en una vida completamente consagrada al amor a Dios, al amor al prójimo, a la práctica moral de la voluntad de Dios y a un discipulado radical".
El único pasaje del Nuevo Testamento en que se llama a alguien a alcanzar salvación como resultado inmediato de una oración individual y de un estado personal delante de Dios, está en el libro de los Hechos de los apóstoles, que narra que el apóstol Pedro reprendió a Simón el Mago diciéndole que debía arrepentirse y orar pidiendo perdón (pese a que Simón ya había sido bautizado).
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