El organillo es un instrumento musical portátil inventado a principios del siglo XIX en Inglaterra.
Es un instrumento que puede ser tocado con los pies. Para producir música solo hace falta girar un manubrio que hace mover sobre su eje a un cilindro que contiene unas púas de diferentes formas y tamaños que mueven a su vez a unos macillos que repercuten en las cuerdas de piano que se sitúan en el interior de un cajón haciéndolas sonar. Cada rodillo solía tener 10 temas diferentes. En los instrumentos modernos la selección de la pieza se efectúa mediante una varilla con muescas, cada una corresponde a una partitura.
Por su facilidad de manejo, fue un instrumento popular que convivió con el piano e incluso con los gramófonos, sustituyéndolos en las fiestas populares. Era un instrumento tradicional en las verbenas de Madrid, en algunas de las cuales aún se utiliza.
En Argentina, Chile, Uruguay y otros países de Iberoamérica se lo llama organito, y puede considerarse uno de los difusores del tango en sus orígenes, apareciendo con frecuencia en la temática del tango, como ocurre en El porteñito, Organito de la tarde, Ventanita de arrabal y El último organito. Esta denominación se aplicó tanto a los pequeños y portátiles organitos callejeros como a los grandes órganos mecánicos que se emplazaban en "calesitas", parques de diversión o lugares de baile. Se diferencia del organillo en que además tiene tubos sonoros o flautas y un teclado que es accionado por el cilindro, permitiendo el paso de aire para las diferentes notas. El aire es generado por fuelles que se accionan simultáneamente con el cilindro mediante la rotación del manubrio. El organito, al igual que el órgano es un instrumento aerófono.
Escritores argentinos como Jorge Luis Borges o Ernesto Sabato lo incluyeron en su obra con esa denominación, si bien Evaristo Carriego, que los precedió cronológicamente, permaneció apegado a la palabra "organillo". Ya en el siglo XXI, el escritor hispano-argentino Andrés Neuman lo incluye en El viajero del siglo, ganadora del Premio Alfaguara de Novela en 2009.
Antonio Apruzzese (1906-1995), apodado el as del organillo, fue un constructor de organillos, hijo de Luis Apruzzese, ‘luthier’ italiano de Caserta al que se considera introductor del organillo en Madrid. Autor de numerosas grabaciones interpretadas al organillo con selecciones populares de chotis, pasodobles, temas de zarzuela y canciones. Participó con el realizador Marco Ferreri en la música de la película El Pisito.
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